16-11-2013, 06:25 PM
Tu dulce, calmado y apacible sueño, repentinamente se ve interrumpido por unas extrañas risas que no pueden provenir de otro lugar que no sea el piso de abajo.
¿Que demonios? piensas extrañado, mientras levantas tu cabeza y te frotas los ojos para ver mejor.
Estás apoyado encima de tu escritorio, en tu habitación, con tu laptop encendida y casi sin carga y todos tus libros de texto de la escuela tirados por el lugar. Dudas un segundo, hasta que tu mente se pone a trabajar y tu razón regresa a ti: te has quedado dormido mientras estudiabas para el examen de mañana.
O de hoy, mejor dicho. Miras el reloj de la laptop antes de apagarla: 2 de la madrugada. ¿tanto tiempo te has quedado dormido? sí, la última vez que recordabas haber visto la hora, apenas eran las 11 de la noche. Con la laptop ya apagada sueltas un suspiro y con pesadez te levantas del asiento.
Las risas se siguen escuchando en el piso de abajo. No les prestas mucha atención, ordenas tus libros y buscas tu pijama para irte a dormir, aunque sea un par de horas antes de que vengan tus padres a levantarte para ir al instituto. Y es entonces cuando tu cerebro te llama otra vez: ¿padres? si no están en casa; se han ido a una fiesta de Halloween con los vecinos, y claramente te dijeron que no regresarían hasta la mañana siguiente. Suspiras de nuevo; metes tus libros en los cajones del escritorio y buscas tu pijama por todos lados.
Es en ese momento en el que le vuelves a prestar atención a aquellas voces. Y es que ya no son risas: son carcajadas bulliciosas, sonoras y con un aire maléfico las que se escuchan en el piso de abajo. Con cada paso que das por tu habitación, puedes sentir como esas horrorosas risas van aumentando su volumen, gritando más alto, como si se estuvieran acercando a ti. Seguramente mamá ha dejado el televisor encendido... piensas despreocupado, muerto de sueño y cansancio, al por fin encontrar tu pijama y empezar a quitarte la camiseta para cambiarte.
Es en el momento en el que ya tienes la camiseta por encima de tu cabeza, que escuchas esas horribles risas más cercas que nunca. Están pegadas a ti, como si se encontraran al otro lado de tu puerta. Es... el televisor. piensas, ahora con menos calma, sintiendo como los nervios va creciendo en ti conforme las voces invaden tus oídos.
Y es entonces, en ese oscuro y tenebroso momento, que tu corazón se detiene.
Te acabas de acordar.... que no tienes ningún televisor en tu casa.
¿Que demonios? piensas extrañado, mientras levantas tu cabeza y te frotas los ojos para ver mejor.
Estás apoyado encima de tu escritorio, en tu habitación, con tu laptop encendida y casi sin carga y todos tus libros de texto de la escuela tirados por el lugar. Dudas un segundo, hasta que tu mente se pone a trabajar y tu razón regresa a ti: te has quedado dormido mientras estudiabas para el examen de mañana.
O de hoy, mejor dicho. Miras el reloj de la laptop antes de apagarla: 2 de la madrugada. ¿tanto tiempo te has quedado dormido? sí, la última vez que recordabas haber visto la hora, apenas eran las 11 de la noche. Con la laptop ya apagada sueltas un suspiro y con pesadez te levantas del asiento.
Las risas se siguen escuchando en el piso de abajo. No les prestas mucha atención, ordenas tus libros y buscas tu pijama para irte a dormir, aunque sea un par de horas antes de que vengan tus padres a levantarte para ir al instituto. Y es entonces cuando tu cerebro te llama otra vez: ¿padres? si no están en casa; se han ido a una fiesta de Halloween con los vecinos, y claramente te dijeron que no regresarían hasta la mañana siguiente. Suspiras de nuevo; metes tus libros en los cajones del escritorio y buscas tu pijama por todos lados.
Es en ese momento en el que le vuelves a prestar atención a aquellas voces. Y es que ya no son risas: son carcajadas bulliciosas, sonoras y con un aire maléfico las que se escuchan en el piso de abajo. Con cada paso que das por tu habitación, puedes sentir como esas horrorosas risas van aumentando su volumen, gritando más alto, como si se estuvieran acercando a ti. Seguramente mamá ha dejado el televisor encendido... piensas despreocupado, muerto de sueño y cansancio, al por fin encontrar tu pijama y empezar a quitarte la camiseta para cambiarte.
Es en el momento en el que ya tienes la camiseta por encima de tu cabeza, que escuchas esas horribles risas más cercas que nunca. Están pegadas a ti, como si se encontraran al otro lado de tu puerta. Es... el televisor. piensas, ahora con menos calma, sintiendo como los nervios va creciendo en ti conforme las voces invaden tus oídos.
Y es entonces, en ese oscuro y tenebroso momento, que tu corazón se detiene.
Te acabas de acordar.... que no tienes ningún televisor en tu casa.