24-08-2013, 12:34 PM
Bueno hola, les traigo otro creepypasta espero lo disfruten.
El Ángel de la Muerte
Nunca a las personas les encuentran la razón si es que uno no tiene las mismas ideas que la sociedad. Uno es loco, te miran en menos, te insultan, hablan a tus espaldas, yo no soporto eso y siempre me tildaron de raro, odiaba este asqueroso mundo, quería acabar con todos los que me miraban mal o simplemente acabar conmigo mismo e ir a un mundo en que me acepten. Pero no lo hice, todo gracias a mi amigo, todo gracias a Luis.
Desde que tengo memoria fui amigo de Luis Caro, se convirtió en mi vecino cuando se mudó al pequeño pueblo en donde vivo, además fue el único que me apoyo después de que asesine a aquél hombre. Todos me señalaban sin siquiera saber la razón del acto que cometí, si Dios pudiera interferir en la vida de esas personas y hacerles ver que el trato de matarme y robar todas mis pertenencias todos me pedirían perdón, y todos me alabarían. Si aprenderían su lección. Por eso planeé la muerte de cada uno de ellos.
El primero fue el testigo ocular de mi primer asesinato: Arturo Meza.
Un devoto creyente, lo seguí mientras estaba en misa, para su suerte el mismo día se confesó, así que supongo que podrá acceder a la escala más baja del cielo por lo menos, porque Dios no lo dejara estar a su lado por haber destruido la vida de su más perfecta creación: Yo.
Luego de que salió lo seguí por todo el pueblo, nadie lo extrañaría ya que era viudo y no había engendrado ningún hijo en esta vida, cuando pasó enfrente de un callejón vi la oportunidad perfecta de atacarlo, le golpeé la nuca y lo agarré por el pescuezo para poder llevarlo a su destino. Lo golpeé hasta el cansancio y luego agarrando una gran roca le rompí la cabeza. En el saco que llevaba yo, traía todo lo necesario para poder hacer del crimen perfecto. Le corté las dos piernas, los brazos y los tire junto a su torso a la fosa común del cementerio, del que afortunadamente soy enterrador, la cabeza la guarde en el costal y la coloqué de trofeo en la estantería al lado de mi cama.
Ya sé lo que están pensando damas y caballeros, pero se lo merecían, ¿Quiénes son ellos para juzgarme a mí, por algo que hice en defensa propia?
Continúo, el segundo fue el policía que fue a mi casa a detenerme, fue mi víctima más difícil ya que como todos saben Nicolás Berman fue el hombre más corpulento del pueblo alguna vez, por lo que tuve que sedarlo con cloroformo, y vaya que fue difícil hallar la oportunidad para esto, pero en fin lo logré, no le tenía tanto rencor pero él fue el culpable de que me juzgaran por lo que no tenía que quedar impune, aplique el mismo procedimiento, y su cabeza todavía está en mi casa, espero que los señores policías ya las hayan encontrados para devolvérselas a sus familiares.
Para este punto deben de creer que estoy totalmente loco, pero no lo estoy solo soy un poquitín diferente, no ustedes son los diferentes Yo soy el único normal y perfecto en esta sala. La verdad es que no me arrepiento y espero que ustedes me juzguen con esas cabezas que Dios les dio y sepan que están hablando con la perfección de la creación.
Continúo, quizá esta fue la víctima en que más empeño puse de todas, el juez Carlos Sotomayor. Este sí que era una persona que debía morir, a la salida de esta bella corte lo sede con cloroformo, de la misma manera que sedé a Berman. Lo lleve al cementerio por la noche y lo metí dentro de un ataúd que estaba reservado para el próximo día, totalmente vivo y consciente. Llene el foso con tierra y esperé cuatro días, en ese lapsus toda la gente estaba muy asustada por el mal llamado “el asesino de los secuestros”, pero yo les digo que deberían haberme llamado el “ángel de la muerte”, porque eso es lo que soy un ángel.
Yo sé que la policía pronto uniría todos los hilos del caso y sospecharían de mí, por lo que me apresure en desenterrar al desgraciado, y gran sorpresa me llevé cuando de noche abrí el ataúd. Los ojos azules de Sotomayor me miraban fijamente, sus manos estaban cubiertas de sangre y sus dedos sin uñas, y estos fueron los que conservé como trofeo, el resto del cuerpo lo arrojé a la fosa común si le sirve a los policías que aún buscan su cuerpo.
Yo no estoy loco.
Pero el único asesinato del que me arrepiento fue el último.
Después de completar mi venganza contra los que me humillaron quería compartir mi victoria con Luis. Lo invité a mi casa a tomar un vaso de vino, todo iba perfecto y sabía que él me entendería, luego de conversar unas dos horas lo invité a mi pieza y le mostré mis “trofeos”. Aún no entiendo el porqué de sus gritos y las horribles palabras con las que me tildo, así que tuve que silenciarlo, pero me asusté. Le dije que se calmara y que tenía razón y que entregaría. Estuvo de acuerdo con eso, pero le dije que tendríamos que sacar un último cadáver de la fosa común: el de Sotomayor, nuevamente aceptó.
Nos dirigimos al cementerio, pero el siempre fue atrás mío y clavándome un cuchillo en la espalda, abría las puertas del campo santo y mientras caminábamos traté de convencerlo de que Yo no era culpable y que las víctimas de mi venganza fueron las culpables de sus propias muertes, no me creyó.
Al llegar a la fosa común tres, le pedí que me ayudara a sacar el cadáver, en ese momento vi mi oportunidad. Lo golpeé con todas mis fuerzas y cayó dentro de la fosa, me apresuré y me metí a aquel putrefacto lugar para enterrarlo aún más, aún debe seguir allí, o quizás logro escapar y fue a buscarme para pedir disculpas por su irracional comportamiento sea lo que sea y estés donde estés Luis, te perdono, y te absuelvo de los pecados que cometiste en contra del Ángel de la muerte.
El Ángel de la Muerte
Nunca a las personas les encuentran la razón si es que uno no tiene las mismas ideas que la sociedad. Uno es loco, te miran en menos, te insultan, hablan a tus espaldas, yo no soporto eso y siempre me tildaron de raro, odiaba este asqueroso mundo, quería acabar con todos los que me miraban mal o simplemente acabar conmigo mismo e ir a un mundo en que me acepten. Pero no lo hice, todo gracias a mi amigo, todo gracias a Luis.
Desde que tengo memoria fui amigo de Luis Caro, se convirtió en mi vecino cuando se mudó al pequeño pueblo en donde vivo, además fue el único que me apoyo después de que asesine a aquél hombre. Todos me señalaban sin siquiera saber la razón del acto que cometí, si Dios pudiera interferir en la vida de esas personas y hacerles ver que el trato de matarme y robar todas mis pertenencias todos me pedirían perdón, y todos me alabarían. Si aprenderían su lección. Por eso planeé la muerte de cada uno de ellos.
El primero fue el testigo ocular de mi primer asesinato: Arturo Meza.
Un devoto creyente, lo seguí mientras estaba en misa, para su suerte el mismo día se confesó, así que supongo que podrá acceder a la escala más baja del cielo por lo menos, porque Dios no lo dejara estar a su lado por haber destruido la vida de su más perfecta creación: Yo.
Luego de que salió lo seguí por todo el pueblo, nadie lo extrañaría ya que era viudo y no había engendrado ningún hijo en esta vida, cuando pasó enfrente de un callejón vi la oportunidad perfecta de atacarlo, le golpeé la nuca y lo agarré por el pescuezo para poder llevarlo a su destino. Lo golpeé hasta el cansancio y luego agarrando una gran roca le rompí la cabeza. En el saco que llevaba yo, traía todo lo necesario para poder hacer del crimen perfecto. Le corté las dos piernas, los brazos y los tire junto a su torso a la fosa común del cementerio, del que afortunadamente soy enterrador, la cabeza la guarde en el costal y la coloqué de trofeo en la estantería al lado de mi cama.
Ya sé lo que están pensando damas y caballeros, pero se lo merecían, ¿Quiénes son ellos para juzgarme a mí, por algo que hice en defensa propia?
Continúo, el segundo fue el policía que fue a mi casa a detenerme, fue mi víctima más difícil ya que como todos saben Nicolás Berman fue el hombre más corpulento del pueblo alguna vez, por lo que tuve que sedarlo con cloroformo, y vaya que fue difícil hallar la oportunidad para esto, pero en fin lo logré, no le tenía tanto rencor pero él fue el culpable de que me juzgaran por lo que no tenía que quedar impune, aplique el mismo procedimiento, y su cabeza todavía está en mi casa, espero que los señores policías ya las hayan encontrados para devolvérselas a sus familiares.
Para este punto deben de creer que estoy totalmente loco, pero no lo estoy solo soy un poquitín diferente, no ustedes son los diferentes Yo soy el único normal y perfecto en esta sala. La verdad es que no me arrepiento y espero que ustedes me juzguen con esas cabezas que Dios les dio y sepan que están hablando con la perfección de la creación.
Continúo, quizá esta fue la víctima en que más empeño puse de todas, el juez Carlos Sotomayor. Este sí que era una persona que debía morir, a la salida de esta bella corte lo sede con cloroformo, de la misma manera que sedé a Berman. Lo lleve al cementerio por la noche y lo metí dentro de un ataúd que estaba reservado para el próximo día, totalmente vivo y consciente. Llene el foso con tierra y esperé cuatro días, en ese lapsus toda la gente estaba muy asustada por el mal llamado “el asesino de los secuestros”, pero yo les digo que deberían haberme llamado el “ángel de la muerte”, porque eso es lo que soy un ángel.
Yo sé que la policía pronto uniría todos los hilos del caso y sospecharían de mí, por lo que me apresure en desenterrar al desgraciado, y gran sorpresa me llevé cuando de noche abrí el ataúd. Los ojos azules de Sotomayor me miraban fijamente, sus manos estaban cubiertas de sangre y sus dedos sin uñas, y estos fueron los que conservé como trofeo, el resto del cuerpo lo arrojé a la fosa común si le sirve a los policías que aún buscan su cuerpo.
Yo no estoy loco.
Pero el único asesinato del que me arrepiento fue el último.
Después de completar mi venganza contra los que me humillaron quería compartir mi victoria con Luis. Lo invité a mi casa a tomar un vaso de vino, todo iba perfecto y sabía que él me entendería, luego de conversar unas dos horas lo invité a mi pieza y le mostré mis “trofeos”. Aún no entiendo el porqué de sus gritos y las horribles palabras con las que me tildo, así que tuve que silenciarlo, pero me asusté. Le dije que se calmara y que tenía razón y que entregaría. Estuvo de acuerdo con eso, pero le dije que tendríamos que sacar un último cadáver de la fosa común: el de Sotomayor, nuevamente aceptó.
Nos dirigimos al cementerio, pero el siempre fue atrás mío y clavándome un cuchillo en la espalda, abría las puertas del campo santo y mientras caminábamos traté de convencerlo de que Yo no era culpable y que las víctimas de mi venganza fueron las culpables de sus propias muertes, no me creyó.
Al llegar a la fosa común tres, le pedí que me ayudara a sacar el cadáver, en ese momento vi mi oportunidad. Lo golpeé con todas mis fuerzas y cayó dentro de la fosa, me apresuré y me metí a aquel putrefacto lugar para enterrarlo aún más, aún debe seguir allí, o quizás logro escapar y fue a buscarme para pedir disculpas por su irracional comportamiento sea lo que sea y estés donde estés Luis, te perdono, y te absuelvo de los pecados que cometiste en contra del Ángel de la muerte.
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