@
Sian - Zennys acumulados: 590
Le dices a Howard que lo mejor es guardar el secreto y de momento las cosas se queden así.
El Serina avanza a buena marcha, y la isla de Santa Teresa se va desvaneciendo a vuestra espalda. Durante poco tiempo no veis tierra por ningún lado, hasta que aparece la plana silueta de la isla de los Terneros.
Poco después del mediodía, el Serina se aproxima a la isla y penetra en una amplia laguna delimitada por escollos, que sobresalen de la orilla. Aún estáis muy lejos de la playa, pero Mack reduce la velocidad hasta casi detener el barco.
-El indicador de profundidad no sirve en estas aguas -explica Mack-. Puedes tener tres metros de agua por debajo de la quilla y al momento siguiente, chocar contra un arrecife de coral.
-¡Coral delante de nosotros! –avisa Sue apuntando con una mano hacia la derecha. Mack altera el rumbo en esa dirección.
Apenas ha tomado un nuevo rumbo cuando Sue le dice que vire a la izquierda. Después, va señalando, en otras direcciones, los arrecifes que hay que eludir. Tú, Howard y Allen estáis junto a Mack en el puente, observando cómo éste se abre paso.
-Ahora entiendo porque esta isla nunca ha sido habitada -comenta Howard-, cuesta mucho llegar a ella.
-Tiene razón- replica Mack-. Es un puerto grande y bonito pero traicionero como una serpiente.
La laguna en la que habéis entrado es de gran belleza. Coges los binoculares de Mack e inspeccionas el lugar. Por encima de la estrecha playa, las rocas están cubiertas de arbustos y de maleza.
-¡Arrecifes en todas direcciones! -grita Sue cuando aún estáis a varias millas de la orilla.
-Echa el ancla- dice Mack.
Sue acciona una palanca y el ancla desciende. Mack hace retroceder el barco lentamente y después apaga el motor.
-Tendrás que ir en bote hasta la playa. Sue y yo nos quedaremos aquí, y tomaremos un baño mientras vosotros buscáis fósiles –explica.
Contemplas las limpias aguas. Te encantaría bañarte pero Howard tiene otros planes.
-Vamos, no hay tiempo que perder –ordena.
Sue hecha el bote al agua y lo aguanta con una soga. Howard carga su petate y, entonces, tú, él y Allen subís al bote. Sue te lanza su extremo de la soga, y Howard empieza a remar hacia la orilla.
Tras desembarcar, arrastráis el bote hacia la playa. Después ascendéis por una empinada pendiente hacia la sierra. Delante de vosotros se extiende un terreno arenoso y cubierto de maleza, de algunos cientos de metros, que llega hasta los riscos que dominan el otro lado, donde las olas del Océano Atlántico rompen en la playa.
Inmediatamente os dais cuenta de que no hay ningún molino. Si lo hubiera sobresaldría lo suficiente para que se viera. Os sentís descorazonados.
-Quizás el molino está en ruinas -sugiere Howard-. Busquemos a lo largo de la sierra. Si alguna vez hubo un molino, seguro que lo pusieron en un lugar alto para aprovechar el viento de todas direcciones. Quizá los cimientos todavía sean visibles. El terreno parece algo más alto hacia el norte. vayamos hacia allí.
Empieza a avanzar por el escarpado lomo de la sierra, cubierto de vegetación, y vosotros le seguís. Desde donde estáis podéis ver agua en ambas direcciones. A la izquierda, tenéis la laguna y el mar Caribe; a la derecha, el Océano Atlántico.
Tras recorrer unos cientos de metros, Howard se detiene bajo uno de los escasos árboles que crecen en lo alto de la sierra. Se sienta sobre una roca y se seca el sudor de la frente con la manga.
-Tengo que descansar un poco –murmura-. Estar al sol todo el día me está afectando –tú y Allen también os sentáis agradeciendo la pausa. Todos bebéis agua de la cantimplora. Howard cierra los ojos, pero después de un rato se incorpora de un salto.
-Perdonad -se excusa-, no deberíamos perder el tiempo.
-Ni siquiera estamos seguros de ir en la dirección correcta –dice Allen.
-Quizás deberíamos separarnos –sugieres-, podría ser más eficaz.
Howard se da un manotazo en la frente.
-Debería haber pensado en eso. Tú ve por ahí -te dice.
Regresas al punto de partida y avanzas un poco más de medio kilómetro a lo largo de la sierra. Descubres algunas piedras planas dispuestas alrededor de una depresión en el suelo. Llamas a los demás, pero no pueden oírte, tienes que acercarte corriendo a ellos hasta que te oyen y se giran, entonces los conduces a tu descubrimiento.
-¡Bien hecho! -exclama Howard después de recuperar el aliento- Esto promete -saca la pala de su petate y examina el terreno- ¡Eh, mirad esto! -grita Howard de repente, retirando tierra con la pala. Rápidamente deja al descubierto unos engranajes oxidados y restos corridos de metal y tuberías.-¡Tiene que ser esto! Aquí es donde estaba.
Todos gritáis de entusiasmo, pero éste pronto se desvanece. Quizás hayáis encontrado lugar en el que antaño se levantaba el molino, pero estáis empezando a dudar que estáis en la isla correcta. Debería de haber en las cercanías una cumbre que alguien hubiera podido bautizar con el nombre de Pico Canopus. Sin embargo, mirando alrededor os dais cuenta de que la isla sólo hay algunas elevaciones rocosas, ninguna de las cuales parece más alta que las demás.
-El problema es que no tenemos suficiente información -afirma Allen.
Howard asiente
-Tienes razón hijo. Cuando lleguemos a casa ya habrá oscurecido. Lo mejor será que lo dejemos por hoy.
Ni a ti ni a Allen se os ocurre nada mejor, así que todos regresáis al bote y remáis hacia el Serina.
Mack os ayuda a subir a bordo.
-¿Habéis encontrado fósiles interesantes? -pregunta echando una mirada al petate de Howard.
-Hoy no hemos tenido suerte -responde Howard rápidamente.
-Qué raro, por aquí muchos fósiles. No entiendo porque no habéis encontrado ninguno. ¿Y tú Sue?
-Yo tampoco, dicen que en la isla de los Terneros hay tantos fósiles que es imposible no tropezar con ellos a cada paso.
Como la cara de Howard quemada por el sol, no se nota que se pone colorado; pero se siente incómodo, ahora que saben que ha mentido. No obstante mantiene la calma y os pide a ti y a Allen que os acerquéis.
-Estoy más decidido que nunca a encontrar el tesoro -declara con firmeza-. Sólo necesitamos hacer algunas indagaciones.
Mack pilota embarcación fuera de la laguna. Una vez en mar abierto, acelera el motor. Tú te subes al techo del puente, te inclinas y examinas la superficie del mar, intentando descubrir delfines.
El sol te amodorra y al poco rato, te quedas medio dormida. Cuando te despiertas oyes a Mack y a Sue que están en el puente de bajo de ti. Probablemente no se dan cuenta de que, desde donde estás, puedes oírlos.
-Esta gente parece estúpida -dice Mack-, pero andan detrás de algo. Mientras tú estabas al timón he echado un vistazo al mapa de Howard. En él hay pistas sobre la localización del tesoro, pero sólo puede leer la primera, ya que él plegó el mapa antes de que pudiera ver nada más.
Sue dice algo que no puedes entender, y parece que empiezan a discutir. Pero tú ya has oído lo suficiente como para preocuparte. ¿Qué pasaría si Mack intenta ser el primero en encontrar el tesoro?
Antes de que el barco llegué a Santa Teresa, hablas con Howard y con Allen sin que los demás os escuchen. Les cuentas que Mack ha visto el mapa con las pistas.
Howard te mira quieto.
-He sido un imprudente –admite-, pero al menos no pudo leerlas todas.
Una vez en Hendriksted, tú, Allen y Howard cenáis pescado en un café mientras discutís sobre lo que haréis.
-Creo que hemos encontrado en la isla correcta -dice Howard-, pero evidentemente necesitamos más información. Quizá mañana podríamos quedarnos en Hendriksted para hacer averiguaciones. Creo que hay una biblioteca y tal vez podemos encontrar mapas antiguos o libros que hablen del Pico Canopus, y de la Gallina y los Polluelos.
-Estoy seguro de que alguien en esta ciudad debe saber todas esas cosas -dice Allen-, por ejemplo, un anciano capitán de barco o alguien así.
-Puede ser –réplicas-, pero estoy preocupado por lo que Mack puede hacer mientras nosotros recogemos información. Creo, incluso, que deberíamos alquilar otra embarcación, regresar allí y reclamar nuestro descubrimiento. si no lo hacemos…
-¿Pero reclamar qué? -interrumpe Howard- Ni siquiera sabemos aún dónde empezar a acabar.
-Puede que nosotros no pero Mack sí –respondes.
-Papá, tenemos que proteger nuestros intereses -dice Allen.
Howard frunce el ceño. Está claro que estás complicaciones no le hacen ninguna gracia.
-Muy bien -dice finalmente-, alquilaremos otra embarcación.
-Pero esta vez alquilemos una sin patrón -propone Allen-. No queremos extraños alrededor.
-¿Creéis que podemos encontrar la isla nosotros solos? -pregunta Howard nervioso.
-Claro que sí –contesta Allen-, con la brújula en las indicaciones del mapa no podemos perdernos. Y para entrar en la laguna sólo tenemos que navegar lentamente y vigilar los arrecifes. Podemos acercarnos a la playa tanto como Mack.
-De acuerdo, lo haremos. Pero para ser eficientes uno de nosotros debería quedarse aquí y hacer averiguaciones. Tú fuiste la que nos proporcionó las pistas -dice Howard poniéndote una mano en el hombro-. Si accedes a quedarte en tierra y buscar información en la biblioteca, creo que puedes llegar a descifrarlas.
Opciones:
1. Decides quedarte en tierra.
2. Decides volver a la isla.