[Nico Yazawa]

Mi nombre es Rei Hino, soy una estudiante de dieciséis años, trabajo como sacerdotisa y vivo en el Templo Hikawa con mi abuelo y con Nicolas Kumada, un discípulo de mi abuelo. No soy una chica normal y corriente como las demás porque desde hace mucho tiempo se despertó el poder del fuego en mi interior para así convertirme en la protectora del Planeta Marte.

Eran las 21:15 y me encontraba en la sala sagrada del Templo Hikawa realizando como cada noche el ritual para proteger el lugar de todo ser espiritual maligno. Estaba de cuclillas poniendo en posición las manos mientras murmuraba el conjuro. Antes de que pudiera acabar de pronunciar las palabras escuché y noté una fuerte brisa que acabó por apagar todas y cada una de las velas que iluminaba la sala. Abrí los ojos y observé que en la habitación no había ninguna vía de entrada en la que se pudiera haber colado aquel aire. Me levanté del lugar y observé atentamente la habitación, a continuación cerré los ojos.

- Esto solo puede ser obra de un ser maligno. - pensé, y de golpe mi mente comenzó a conectarse con el lugar de origen donde se emitía esta sensación tenebrosa. Me metí la mano dentro del interior del kimono que vestía para sacar una pluma, que era la encargada de hacer despertar ese poder de mi interior. Antes de pronunciar palabra me aseguré de que no hubiera nadie cerca que me pudieran escuchar, al saber que no había nadie pronuncié las palabras - Por el Poder del Cristal del Planeta Marte ¡Transformación!

Una luz cegadora empezó a emitir el objeto que tenía en mano para notar el poder del fuego que emanaba de mi interior para así transformarme en Guerrero Marte, protectora del Planeta Marte. Una vez transformada me dirigí con sumo cuidado para salir del templo y así correr hacia el lugar de las sombras oscuras. Corrí por las calles hasta que acabé en el centro de la ciudad de la ciudad. A lo lejos pude observar una mansión así que aumenté mi velocidad hasta llegar al lugar. Era una mansión bastante antigua de la que nunca me había percatado de que estuviera en este lugar. Caminé poco a poco hacia la puerta que daba al interior del recinto.

- Parece que no hay nadie, ¿seré la primera en haber llegado al lugar? - me pregunté mientras me ponía en guardia ante cualquier ataque sorpresa. Me encontraba delante de la puerta de entrada y puse mi mano derecha en el pomo de la puerta para abrirla.

Abrí la puerta y cuando entré en su interior pude observar de que la habitación se encontraba iluminada únicamente de candelabros. A medida que iba avanzando pude ver que delante de mí había nueve puertas numeradas con su respectivo número. La única manera de continuar es entrando en alguna de ellas y descubrir el origen del mal. Miré detenidamente cada una de ellas hasta que me puse delante de la puerta número siete. Con mi mano derecha apoyé el pomo de la puerta para abrirla mientras que con la izquierda emití una pequeña llama para que pudiera ver mejor en la oscuridad. Nada más abrir la puerta pude ver que estaba bastante oscuro que ni siquiera mi pequeña llama podía ver nada. Sin temor alguno me metí en su interior hasta cerrar la puerta por la que había entrado.