15-07-2017, 06:31 AM
Mis nuevos compañeros llegaban uno tras otro, pasaban y se sentaban, nadie decía o hacía nada, ni yo sabía que hacer ni decir. Me paré de mi asiento y este se cayó. Mire a mi alrededor, levanté la silla, di un suspiro y me dirigí a la salida.
La mansión de la academia Omori se me hacía familiar, era parecida a mi hogar en sus mejores tiempos, había unos árboles hermosos y muy grandes que daban manzanas y otras frutas exóticas que solo se daban en donde vivía. Llegando a la puerta, me volteé, una chica de pelo blanco y parche en el ojo se me hacía haberle visto en alguna parte que no recordaba, la miré por tres segundos, dejé mis manos en los bolsillos de mi larga túnica blanca y salí para contemplar el cielo, lugar donde viven almas puras por millones, héroes de guerra, mártires e inocentes. Me preguntaba a menudo cómo sería aquel lugar y si tendría yo la dicha, al morir, de llegar a aquellos reinos prohibidos para almas como yo.
Observé el cielo por unos minutos antes que la clase comenzase.