Me presento, soy Nanaki.
Soy una chica, o tal vez un chico, puede que ambas o ninguna. No lo sé, aunque tampoco me importa. La música ha manejado mi vida a su antojo: a veces me ha permitido participar de ella, mientras que otras veces solo me ha dado acceso a escucharla. Finalmente, creo que me he convertido en una persona VIP en sus planes y parece que parte de mi vida irá dedicada a ella, a mis 28 años.
Estos 28 años han sido un poco extraños. Los seis primeros años de mi vida los pasé ausente, sumergida en un mundo que solo existía en mi mente. Después recuerdo sobre todo gritos, lágrimas, miedo… No tuve una infancia bonita y la adolescencia no me acompañó hacia el camino de la madurez. Era una oveja negra trasquilada, un referente de la rebeldía vilipendiada y amordazada, pero obstinada. Escoria social. Inadaptada. Trastornada, según la psicología de una sociedad acostumbrada a la etiqueta y al prejuicio. Pero siempre me quedaba el dibujo, la escritura, la música… Mi mundo perfecto.
En mi espinoso camino me topé con algunas pequeñas estrellas que aligeraron la carga durante parte del trayecto y aliviaron esa extrema intensidad emocional tan característica en mí. Pero como las lucecitas del cielo, algún día tuvieron que perecer. Y en esa muerte, muchas dejaron quemaduras en manos y pies.
Una y otra vez pisaba la misma arena, chocaba con las mismas piedras y me revolcaba en el mismo lodo. Pronto mi ciudad se convertiría en una angustiosa prisión que engullía mis sentidos. Dentro, mi condena todavía sigue en pie, al igual que mi revolución.
Mientras tanto, decidí que ningún niño más iba a tener un triste pasado, una infancia indecente. No al menos aquellos cuyas miradas se cruzaran con la mía. Me formé como docente y trato de viajar por los caminos con una sonrisa en la cara, procurando el bien ajeno y brindando ayuda a quien lo precise. El estiércol de la vida no ha de poder con el mundo. Y llevo conmigo unos auriculares que tapan el ruido para proteger mis hiperacúsicos oídos; abrazo la vida porque un abrazo representa para mí la máxima expresión de cariño. Me miro al espejo y me doy cuenta de que tengo los ojos rasgados y eso acompaña mi pasión por oriente, de la que hago alarde cada día frente a la pantalla de un ordenador que tanto sudor y esfuerzo costó, más allá del dinero.
Ese esfuerzo y muchas lágrimas lograron que mis padres pasaran de ser clase obrera a ser clase media-baja. Poco a poco y unidos fuimos evolucionando los cuatro. Sí, cuatro. Hubo un miembro más antes que yo: mi hermano. Ese ser que fue el único que me aceptó desde el principio, pero que en la actualidad siento tan distante y lejano.
La sombra que arrastra mis pies carga en su espalda variedades culturales: libros, casetes, álbumes musicales, muchas canciones sueltas, algunas cintas de vídeo, ingente cantidad de videojuegos… Pero también paseos, carreras, charlas en la esquina, helados, peluches y juegos.
No se puede decir que haya tenido una vida aburrida: escalar pozos desde el fondo más profundo tiene también su aventura. Y siempre mantengo que, si la historia no acaba feliz, es porque realmente no es el final.
En el camino
Soy una chica, o tal vez un chico, puede que ambas o ninguna. No lo sé, aunque tampoco me importa. La música ha manejado mi vida a su antojo: a veces me ha permitido participar de ella, mientras que otras veces solo me ha dado acceso a escucharla. Finalmente, creo que me he convertido en una persona VIP en sus planes y parece que parte de mi vida irá dedicada a ella, a mis 28 años.
Estos 28 años han sido un poco extraños. Los seis primeros años de mi vida los pasé ausente, sumergida en un mundo que solo existía en mi mente. Después recuerdo sobre todo gritos, lágrimas, miedo… No tuve una infancia bonita y la adolescencia no me acompañó hacia el camino de la madurez. Era una oveja negra trasquilada, un referente de la rebeldía vilipendiada y amordazada, pero obstinada. Escoria social. Inadaptada. Trastornada, según la psicología de una sociedad acostumbrada a la etiqueta y al prejuicio. Pero siempre me quedaba el dibujo, la escritura, la música… Mi mundo perfecto.
En mi espinoso camino me topé con algunas pequeñas estrellas que aligeraron la carga durante parte del trayecto y aliviaron esa extrema intensidad emocional tan característica en mí. Pero como las lucecitas del cielo, algún día tuvieron que perecer. Y en esa muerte, muchas dejaron quemaduras en manos y pies.
Una y otra vez pisaba la misma arena, chocaba con las mismas piedras y me revolcaba en el mismo lodo. Pronto mi ciudad se convertiría en una angustiosa prisión que engullía mis sentidos. Dentro, mi condena todavía sigue en pie, al igual que mi revolución.
Mientras tanto, decidí que ningún niño más iba a tener un triste pasado, una infancia indecente. No al menos aquellos cuyas miradas se cruzaran con la mía. Me formé como docente y trato de viajar por los caminos con una sonrisa en la cara, procurando el bien ajeno y brindando ayuda a quien lo precise. El estiércol de la vida no ha de poder con el mundo. Y llevo conmigo unos auriculares que tapan el ruido para proteger mis hiperacúsicos oídos; abrazo la vida porque un abrazo representa para mí la máxima expresión de cariño. Me miro al espejo y me doy cuenta de que tengo los ojos rasgados y eso acompaña mi pasión por oriente, de la que hago alarde cada día frente a la pantalla de un ordenador que tanto sudor y esfuerzo costó, más allá del dinero.
Ese esfuerzo y muchas lágrimas lograron que mis padres pasaran de ser clase obrera a ser clase media-baja. Poco a poco y unidos fuimos evolucionando los cuatro. Sí, cuatro. Hubo un miembro más antes que yo: mi hermano. Ese ser que fue el único que me aceptó desde el principio, pero que en la actualidad siento tan distante y lejano.
La sombra que arrastra mis pies carga en su espalda variedades culturales: libros, casetes, álbumes musicales, muchas canciones sueltas, algunas cintas de vídeo, ingente cantidad de videojuegos… Pero también paseos, carreras, charlas en la esquina, helados, peluches y juegos.
No se puede decir que haya tenido una vida aburrida: escalar pozos desde el fondo más profundo tiene también su aventura. Y siempre mantengo que, si la historia no acaba feliz, es porque realmente no es el final.
Firmado: Nanaki.
![[Imagen: 3sbAx4u.png]](https://i.imgur.com/3sbAx4u.png)