Buenas tardes comunidad.
Paso a dejar las obras recibidas del concurso "Escritores Halloween" para que puedan ser votadas y premiadas. De los 7 concursantes solo tres obras fueron entregadas, lo que es bastante decepcionante, no el hecho de no haber sido entregados, más bien el hecho que nadie se pronunció al respecto.
@CharlieScene / No entregado
@Phantom / Entregado
@Vila / No entregado
@Uxbal / No entregado
@Tomoyo Luna / No entregado
@Zippo / Entregado
@Morgana / No entregado
@Azula / Entregado (Participante de ultimo momento)
Sobre las votaciones:
Sobre la forma de votar:
Relato 1
Relato 2
Relato 3
Paso a dejar las obras recibidas del concurso "Escritores Halloween" para que puedan ser votadas y premiadas. De los 7 concursantes solo tres obras fueron entregadas, lo que es bastante decepcionante, no el hecho de no haber sido entregados, más bien el hecho que nadie se pronunció al respecto.
@CharlieScene / No entregado
@Phantom / Entregado
@Vila / No entregado
@Uxbal / No entregado
@Tomoyo Luna / No entregado
@Zippo / Entregado
@Morgana / No entregado
@Azula / Entregado (Participante de ultimo momento)
Sobre las votaciones:
- Todo usuario de la comunidad puede votar
- Se prohibe editar el post durante la votación, cualquier error, antes consultar.
- Los participantes pueden también votar, ya sea por su propia obra o una diferente
- Se prohibe hacer spam en el tema de votaciones. Mensajes Privados por favor.
Sobre la forma de votar:
- +3 al xxx//Razón/Motivo/Comentario
- +2 al xxx//Razón/Motivo/Comentario
- +1 al xxx//Razón/Motivo/Comentario
Relato 1
Mostrar ContenidoSpoiler:
Necesidad
Desde hace varias noches que te levantas, puntual, a las tres de la mañana. Como si algo superior a ti te obligara a abrir los ojos. Hoy no es la excepción.
Las ganas de orinar te superan. No has tomado tanta agua con la cena, pero igualmente sientes que vas a explotar. Te revuelves, con evidente molestia. No quieres pararte. En el sueño estabas bien, aunque ya has olvidado la mayoría de lo que pasaba por tu mente, y supones que nunca más volverás a recordarlo.
Adormilado, bajas los pies hacia el suelo frío y buscas las pantuflas. Siempre las dejas tiradas en cualquier lugar y te odias a ti mismo, ¿Acaso no puedes ser más ordenado? Quisieras ya tenerlas puestas y terminar con este trámite tan molesto. Finalmente, una en cada punta de las patas de la cama, las encuentras.
Te las pones al revés, pero no te importa. Solo será el camino al baño, que conoces tan bien.
No quieres hacer ruido ni despertar a nadie. Tus ganas de ir allí no pueden perturbar la comodidad de la casa. Te tambaleas, con los ojos entrecerrados y chocando algún mueble en el camino.
El baño está saliendo de tu cuarto, en alguna de esas puertas que ya has abierto como mil veces en el año. Conoces mucho tu casa como para perderte en la misma, y caminando bajo la rendija de luz lunar que entra por la ventana, llegas. Enciendes la luz y entras al baño a hacer tus necesidades. No puedes abrir los ojos, el resplandor del foco te da de lleno en la cara.
Haces lo que tienes que hacer apenas abriendo los ojos. Sabes muy bien donde está cada cosa. No necesitas comprobar que estén. Siempre están en el mismo lugar.
Te lavas las manos, las secas en la toalla colgada, apagas la luz y regresas a tu habitación a oscuras. Ahora ves menos que antes y te sientes algo incómodo. La rendija de luz que se colaba por la persiana ya desapareció y solo recuerdas el destello de una luz pasada enfocándote de lleno en el rostro.
Solo quieres volver a tu cama y dormirte. Plácidamente. Dormir el resto de la noche, que mañana te tienes que levantar temprano. Tienes demasiado sueño como para desvelarte, pero aun así sientes que puede ser posible.
Entras a tu habitación y te sientas en la cama. Se siente tan confortable allí. Tu cama, la que te albergará el resto de la noche, te da seguridad. Ya llevas durmiendo años en esa cama. Diez, quince... no sé, son muchos. Amas tu colchón y tu almohada. Odias cuando no puedes dormir en ellos. Tu frazada.
Te quitas las pantuflas y te acuestas. Tironeas un poco de aquella frazada, pero no te la ceden. Te molesta eso, es una noche fresca, estás en octubre. En pocos días es Halloween y decoraste el jardín con algunas tonterías baratas que compraste. Es un otoño particularmente frío y no te gusta dormir con la estufa prendida, así que realmente necesitas taparte. Pero no haces drama por una frazada.
Dejas en paz aquella tela y te tiras en la cama, sientes que el sueño te vence. Pasa su brazo encima de tu espalda, como en un sutil pedido de disculpas por hacerte temblar de frío por esos minutos donde no te dejó taparte. Un abrazo cálido que remplaza el calor de la frazada y sirve para terminar la noche de la mejor manera.
Tu cama no es la mas grande pero si es muy cómoda y puedes girar como se te antoje. Pero ese abrazo te lo impide. Un abrazo casi impulsivo, necesitado. Recuerdas en lo que quedaste en el sueño... si, estabas en una cama, en un abrazo de ese tipo. Cariñoso, por la espalda.
Por eso te lamentaste al despertar, realmente te gustaba ese sueño. Esa sensación de estar acompañado. Nada mejor que dormir así, en cucharita con....
El sueño desaparece. Abres los ojos. Pero ya es demasiado tarde cuando recuerdas que duermes solo.
Las ganas de orinar te superan. No has tomado tanta agua con la cena, pero igualmente sientes que vas a explotar. Te revuelves, con evidente molestia. No quieres pararte. En el sueño estabas bien, aunque ya has olvidado la mayoría de lo que pasaba por tu mente, y supones que nunca más volverás a recordarlo.
Adormilado, bajas los pies hacia el suelo frío y buscas las pantuflas. Siempre las dejas tiradas en cualquier lugar y te odias a ti mismo, ¿Acaso no puedes ser más ordenado? Quisieras ya tenerlas puestas y terminar con este trámite tan molesto. Finalmente, una en cada punta de las patas de la cama, las encuentras.
Te las pones al revés, pero no te importa. Solo será el camino al baño, que conoces tan bien.
No quieres hacer ruido ni despertar a nadie. Tus ganas de ir allí no pueden perturbar la comodidad de la casa. Te tambaleas, con los ojos entrecerrados y chocando algún mueble en el camino.
El baño está saliendo de tu cuarto, en alguna de esas puertas que ya has abierto como mil veces en el año. Conoces mucho tu casa como para perderte en la misma, y caminando bajo la rendija de luz lunar que entra por la ventana, llegas. Enciendes la luz y entras al baño a hacer tus necesidades. No puedes abrir los ojos, el resplandor del foco te da de lleno en la cara.
Haces lo que tienes que hacer apenas abriendo los ojos. Sabes muy bien donde está cada cosa. No necesitas comprobar que estén. Siempre están en el mismo lugar.
Te lavas las manos, las secas en la toalla colgada, apagas la luz y regresas a tu habitación a oscuras. Ahora ves menos que antes y te sientes algo incómodo. La rendija de luz que se colaba por la persiana ya desapareció y solo recuerdas el destello de una luz pasada enfocándote de lleno en el rostro.
Solo quieres volver a tu cama y dormirte. Plácidamente. Dormir el resto de la noche, que mañana te tienes que levantar temprano. Tienes demasiado sueño como para desvelarte, pero aun así sientes que puede ser posible.
Entras a tu habitación y te sientas en la cama. Se siente tan confortable allí. Tu cama, la que te albergará el resto de la noche, te da seguridad. Ya llevas durmiendo años en esa cama. Diez, quince... no sé, son muchos. Amas tu colchón y tu almohada. Odias cuando no puedes dormir en ellos. Tu frazada.
Te quitas las pantuflas y te acuestas. Tironeas un poco de aquella frazada, pero no te la ceden. Te molesta eso, es una noche fresca, estás en octubre. En pocos días es Halloween y decoraste el jardín con algunas tonterías baratas que compraste. Es un otoño particularmente frío y no te gusta dormir con la estufa prendida, así que realmente necesitas taparte. Pero no haces drama por una frazada.
Dejas en paz aquella tela y te tiras en la cama, sientes que el sueño te vence. Pasa su brazo encima de tu espalda, como en un sutil pedido de disculpas por hacerte temblar de frío por esos minutos donde no te dejó taparte. Un abrazo cálido que remplaza el calor de la frazada y sirve para terminar la noche de la mejor manera.
Tu cama no es la mas grande pero si es muy cómoda y puedes girar como se te antoje. Pero ese abrazo te lo impide. Un abrazo casi impulsivo, necesitado. Recuerdas en lo que quedaste en el sueño... si, estabas en una cama, en un abrazo de ese tipo. Cariñoso, por la espalda.
Por eso te lamentaste al despertar, realmente te gustaba ese sueño. Esa sensación de estar acompañado. Nada mejor que dormir así, en cucharita con....
El sueño desaparece. Abres los ojos. Pero ya es demasiado tarde cuando recuerdas que duermes solo.
Relato 2
Mostrar ContenidoSpoiler:
La fabrica
Esta historia comienza cerca de la Provincia de Santa fe, 3 amigos se toman el fin de semana largo para ir a la casa de la familia de uno de ellos, “Matías Fernández”.
Matías, Germán y Ignacio eran tres amigos que se conocían desde el colegio y de grandes no perdieron la amistad, es por eso que cada tanto les gustaba salir a conocer lugares juntos y recordar esa bella juventud que vivieron.
Salieron a la mañana en el auto que le presto el padre de German, todo iba bien, German era buen conductor y prudente, el viaje iba bien, cuando de pronto se escucha una gran explosión, de repente German pierde el control del auto y termina yéndose a la banquina, con gran habilidad logra que el auto no vuelque, sin embargo después del susto se dan cuenta que tenían una rueda pinchada y por desgracia o falta de prudencia se olvidaron traer una rueda de auxilio.
Cuando ya estaban más tranquilos, se pusieron a pensar que si caminaban para cualquiera de las dos direcciones encontrarían una cabina de auxilio para llamar o en una gran fortuna una gasolinera o gomería, así que dejaron el auto al costado de la ruta y los tres partieron con rumbo incierto por el costado de la ruta.
Solo unos metros más adelante encontraron una gomería, es muy común que estas pongan cosas en la ruta para después arreglarles sus autos y cobrarles grandes sumas por la urgencia. Pero esta se encontraba desolada, no había nadie.
Era de noche, pensaron que por eso no habría nadie y solo quedaba o acampar al costado de la ruta o entrar en ese lugar de paso donde estaba la gomería, que parecía perdida en el tiempo.
La lluvia no les dio la oportunidad de elegir y rápidamente los tres entraron en este pequeño paradero.
Dentro se podía ver una vieja industria de campo, con algunos silos y uno que otro tractor viejo y oxidado, decidieron preguntar si se podía entra ahí, sin embargo no había nadie en todo el pueblito.
Una vez adentro los tres improvisaron un lugar para dormir, tomaron algunas bolsas viejas que había en el lugar y se acurrucaron para dormir.
Ignacio decía:
-Qué mala leche tenemos, que más nos puede pasar…
-Tranca tómalo como una aventura, dormí, mañana solucionamos todo Dijo Germán…
Se acostaron los tres y no paso mucho tiempo que Matías se despierta y pregunta bajito -hay alguien despierto?
Ignacio le contesta, -En este piso quien se puede dormir!,
-Che Germán estas durmiendo? Pregunta Matías, corriendo alguna de las bolsas, cuando para su espanto ve un cuerpo totalmente destripado brotando sangre por todos lados.
Matías entra en tal pánico que se levanta de un salto y gritando le dice a Ignacio, loco! Qué es esto?
-Ignacio, asoma la mirada y con tan solo ver el cadáver empieza a vomitar.
Matías vuelve a preguntar -¿ese es Germán? ¿Qué paso?
-Que se yo. Le contesta, vámonos de acá! Dice mientras se ponía la ropa.
Matías e Ignacio rápidamente encararon para la puerta de la fábrica, pero la puerta estaba cerrada con llave, todavía era de noche y no había luz que muestre el camino en el lugar.
Desesperadamente Matías pateaba la puerta para abrirla pero no había caso, Ignacio decidió buscar otra salida. De repente Ignacio cree haber visto algo, una figura a la cual no se le veía la cara pero estaba iluminada por un “Sol de noche”.
Ignacio le dice: Usted es el sereno, que pasa acá, tengo un amigo totalmente herido!
La figura le dice: No soy ningún sereno, pero vivo acá y lo que le paso a tu amigo tómalo como la paga de la estadía.
Ignacio, en una mezcla de miedo y adrenalina decide tomar un fierro que había en el lugar y intenta golpear a la figura, sin embargo lo traspasa como si no tuviera materia.
-Jajaja, sos muy valiente pero que pocos modales tienes. Dice la figura, seguido a esto le quita el fierro y se lo inserta en el medio del pecho.
Ignacio cae muerto en el acto, esta secuencia la ve Matías, al lado de la puerta…
Este se pone a llorar, y arrodillado en el suelo le pide que no lo mate.
La figura muestra su rostro, era un rostro gentil, de un hombre común, un campesino.
La figura le dice: Lo siento, pero si salís vivo de acá, no tendré más personas para divertirme… Acto seguido apaga el “Sol de noche” y todo queda a oscuras…
A los pocos días, la policía detecta el auto y hace un patrullaje por toda la zona, incluyendo el descampado, sin embargo no quedaron restos de ninguno de los tres…
Matías, Germán y Ignacio eran tres amigos que se conocían desde el colegio y de grandes no perdieron la amistad, es por eso que cada tanto les gustaba salir a conocer lugares juntos y recordar esa bella juventud que vivieron.
Salieron a la mañana en el auto que le presto el padre de German, todo iba bien, German era buen conductor y prudente, el viaje iba bien, cuando de pronto se escucha una gran explosión, de repente German pierde el control del auto y termina yéndose a la banquina, con gran habilidad logra que el auto no vuelque, sin embargo después del susto se dan cuenta que tenían una rueda pinchada y por desgracia o falta de prudencia se olvidaron traer una rueda de auxilio.
Cuando ya estaban más tranquilos, se pusieron a pensar que si caminaban para cualquiera de las dos direcciones encontrarían una cabina de auxilio para llamar o en una gran fortuna una gasolinera o gomería, así que dejaron el auto al costado de la ruta y los tres partieron con rumbo incierto por el costado de la ruta.
Solo unos metros más adelante encontraron una gomería, es muy común que estas pongan cosas en la ruta para después arreglarles sus autos y cobrarles grandes sumas por la urgencia. Pero esta se encontraba desolada, no había nadie.
Era de noche, pensaron que por eso no habría nadie y solo quedaba o acampar al costado de la ruta o entrar en ese lugar de paso donde estaba la gomería, que parecía perdida en el tiempo.
La lluvia no les dio la oportunidad de elegir y rápidamente los tres entraron en este pequeño paradero.
Dentro se podía ver una vieja industria de campo, con algunos silos y uno que otro tractor viejo y oxidado, decidieron preguntar si se podía entra ahí, sin embargo no había nadie en todo el pueblito.
Una vez adentro los tres improvisaron un lugar para dormir, tomaron algunas bolsas viejas que había en el lugar y se acurrucaron para dormir.
Ignacio decía:
-Qué mala leche tenemos, que más nos puede pasar…
-Tranca tómalo como una aventura, dormí, mañana solucionamos todo Dijo Germán…
Se acostaron los tres y no paso mucho tiempo que Matías se despierta y pregunta bajito -hay alguien despierto?
Ignacio le contesta, -En este piso quien se puede dormir!,
-Che Germán estas durmiendo? Pregunta Matías, corriendo alguna de las bolsas, cuando para su espanto ve un cuerpo totalmente destripado brotando sangre por todos lados.
Matías entra en tal pánico que se levanta de un salto y gritando le dice a Ignacio, loco! Qué es esto?
-Ignacio, asoma la mirada y con tan solo ver el cadáver empieza a vomitar.
Matías vuelve a preguntar -¿ese es Germán? ¿Qué paso?
-Que se yo. Le contesta, vámonos de acá! Dice mientras se ponía la ropa.
Matías e Ignacio rápidamente encararon para la puerta de la fábrica, pero la puerta estaba cerrada con llave, todavía era de noche y no había luz que muestre el camino en el lugar.
Desesperadamente Matías pateaba la puerta para abrirla pero no había caso, Ignacio decidió buscar otra salida. De repente Ignacio cree haber visto algo, una figura a la cual no se le veía la cara pero estaba iluminada por un “Sol de noche”.
Ignacio le dice: Usted es el sereno, que pasa acá, tengo un amigo totalmente herido!
La figura le dice: No soy ningún sereno, pero vivo acá y lo que le paso a tu amigo tómalo como la paga de la estadía.
Ignacio, en una mezcla de miedo y adrenalina decide tomar un fierro que había en el lugar y intenta golpear a la figura, sin embargo lo traspasa como si no tuviera materia.
-Jajaja, sos muy valiente pero que pocos modales tienes. Dice la figura, seguido a esto le quita el fierro y se lo inserta en el medio del pecho.
Ignacio cae muerto en el acto, esta secuencia la ve Matías, al lado de la puerta…
Este se pone a llorar, y arrodillado en el suelo le pide que no lo mate.
La figura muestra su rostro, era un rostro gentil, de un hombre común, un campesino.
La figura le dice: Lo siento, pero si salís vivo de acá, no tendré más personas para divertirme… Acto seguido apaga el “Sol de noche” y todo queda a oscuras…
A los pocos días, la policía detecta el auto y hace un patrullaje por toda la zona, incluyendo el descampado, sin embargo no quedaron restos de ninguno de los tres…
Relato 3
Mostrar ContenidoSpoiler:
Era una noche como cualquiera o eso es lo que las personas creían. Se acercaba Halloween y eso se empezaba a notar en el ambiente, se podía ver adornos de la temporada como fantasmas de papel, arañas de plástico con su respectiva telaraña de hilo. Pero eso sería algo normal en el otro mundo, nosotros acá en Halloweentown eso pasa todos los días aunque lo nuestro es real y asusta; no creerían que hay acá. Toda clase de fantasmas, vampiros, hadas y cualquier monstruo que tu loca imaginación pueda pensar. Estuve justo la noche de Halloween en un viejo edificio abandonado, iban tres amigos aparte de mí, estábamos histéricos por la emoción de saber si los rumores eran ciertos. Decían que ahí existía un monstruo como hombres.
No tocamos la vieja puerta de Hormigón, sino que entramos dando pasos firmes, apenas con una linterna oxidada que Manuel trajo de su cabaña. Avanzaba la hora y cerca de media noche, escuchamos unos pasos desde el cuarto piso del edificio, la valentía se había ido entre el viento helado de una de las recamaras, no había ventilación, pro sentíamos como el hielo calaba en nuestros huesos. Subimos, Josecito ya casi me orinaba, mientras que yo me sentía mareada porque una neblina no me dejaba ver. Manuel me abrazó para no perderme, pero Josecito ya se había perdido, comenzabamos a tener miedo, jamás se ha sabido que exista neblina dentro de alguna vivienda o edificio. En el Cuarto piso, una luz parpadeaba, cada vez más intensa, mientras un llanto de bebé se hacía caer, yo corrí y tropecé con una lanas sueltas que tejían por si solas, rápidamente me levanté y bajé las escaleras, al voltear, noté que Manuel había desaparecido. Estaba al punto de llorar, pero no podía, debía encontrar a mis amigos y llevarlos a casa sanos y salvo, me sentí Heroína aunque mojaba mi vestido azul perla.
Caminé sigilosamente por un pasillo oscuro y de pronto una brisa desde abajo levantó mi vestido, más allá se oían gritos desgaradores de mujeres y ancianos que pedía ayuda desesperadamente. No supe qué hacer hasta que llegué a una puerta de fierro, había luz por lo cual decidí abrirla. Mala decisión, vi los cadáveres de mis amigos decapitados y una marca en la espalda que decía, te quiero a ti "Esmeralda". Esa tarde corrí media maratón en un edén que no lo era, más se hacía interminable el camino de regreso. Me hice bolita en un rincón y de pronto sentí que alguien venía, era un sujeto con una capucha blanca, cabeza de calabaza y unas alas enormes que parecían de ángeles. Por alguna razón, no sentí miedo y me dice: "Esta noche muchos espíritus salen de sus casas y buscan cuerpos puros y vírgenes para renacer" No supe a que se refería hasta que dije (Vigenes). Buscaba mi alma, mi cuerpo para poder renacer como humano, el "Superheroe de Halloween" como lo llamé, asintió y luego de eso, me llevó a casa. Al día siguiente, desperté y nunca supe si realmente había vivido eso, pero jamás volví a saber de mis amigos
No tocamos la vieja puerta de Hormigón, sino que entramos dando pasos firmes, apenas con una linterna oxidada que Manuel trajo de su cabaña. Avanzaba la hora y cerca de media noche, escuchamos unos pasos desde el cuarto piso del edificio, la valentía se había ido entre el viento helado de una de las recamaras, no había ventilación, pro sentíamos como el hielo calaba en nuestros huesos. Subimos, Josecito ya casi me orinaba, mientras que yo me sentía mareada porque una neblina no me dejaba ver. Manuel me abrazó para no perderme, pero Josecito ya se había perdido, comenzabamos a tener miedo, jamás se ha sabido que exista neblina dentro de alguna vivienda o edificio. En el Cuarto piso, una luz parpadeaba, cada vez más intensa, mientras un llanto de bebé se hacía caer, yo corrí y tropecé con una lanas sueltas que tejían por si solas, rápidamente me levanté y bajé las escaleras, al voltear, noté que Manuel había desaparecido. Estaba al punto de llorar, pero no podía, debía encontrar a mis amigos y llevarlos a casa sanos y salvo, me sentí Heroína aunque mojaba mi vestido azul perla.
Caminé sigilosamente por un pasillo oscuro y de pronto una brisa desde abajo levantó mi vestido, más allá se oían gritos desgaradores de mujeres y ancianos que pedía ayuda desesperadamente. No supe qué hacer hasta que llegué a una puerta de fierro, había luz por lo cual decidí abrirla. Mala decisión, vi los cadáveres de mis amigos decapitados y una marca en la espalda que decía, te quiero a ti "Esmeralda". Esa tarde corrí media maratón en un edén que no lo era, más se hacía interminable el camino de regreso. Me hice bolita en un rincón y de pronto sentí que alguien venía, era un sujeto con una capucha blanca, cabeza de calabaza y unas alas enormes que parecían de ángeles. Por alguna razón, no sentí miedo y me dice: "Esta noche muchos espíritus salen de sus casas y buscan cuerpos puros y vírgenes para renacer" No supe a que se refería hasta que dije (Vigenes). Buscaba mi alma, mi cuerpo para poder renacer como humano, el "Superheroe de Halloween" como lo llamé, asintió y luego de eso, me llevó a casa. Al día siguiente, desperté y nunca supe si realmente había vivido eso, pero jamás volví a saber de mis amigos