27-03-2019, 04:28 AM
(Última modificación: 27-03-2019, 05:15 AM por ChouhiMori.)
Les juro que me estoy riendo mientras escribo esto. Todo comenzó en Discord, y nadie tuvo el poder de detener esto. Ahora, se ha materializado una obra de arte. Patrocinado por @Noir. Está inspirado en el foro y en diversas conversaciones por Discord, creado con amor y con ganas de hacer divertir. Si te produce cáncer, o alguna otra enfermedad terminal, te aseguro que al menos morirás con estilo y siendo todo un pro . Usted, querido lector, puede acompañar este viaje intenso con cualquier Vaporwave o Citypop de su preferencia.
Desde hace semanas, mis amigos han estado planeando una salida que, según ellos, sería extraordinaria e inolvidable. Estaban siempre tras de mí en el salón de clases, y a veces era imposible no escucharlas. Cada vez que tenían la oportunidad reanudaban la conversación desde el principio con un ánimo tan desorbitante como si la primera vez que hablaran del tema. Intenté mantenerme distante de todo aquello todo este tiempo, hasta que la curiosidad me ganó… después todo fue en vano. Mañana, martes, era el día. Cuando el ocaso pinte los cielos se reunirían, y estaba invitada. El punto de reunión serían las termas de la FA, Fuente Azulina, un hotel acomodado en uno de los barrios más hermosos de la ciudad, lugar donde muchas celebridades se alojaban en sus fugaces viajes de negocios.
No me lo podía creer, pensaba que me estaban tomando el pelo, pero al parecer el padre de uno de ellos era el encargado, y había conseguido agendarnos unas pocas horas. Era increíble.
Pasé toda la noche pensando en ello, con música variada que solía escuchar mi madre (y que cogí gran cariño y pasión desde entonces), siendo mis favoritos los clásicos de Chayanne. ''Mañana, será el día'' me decía, mientras sonreía y tarareaba oportunamente “torero”.
Al despertar el día transcurrió como de costumbre. Nada había cambiado, a excepción de mis ánimos. Todo parecía hermoso, y vivo; aunque fuese un día frío (para ser verano) y gris. Todo fue muy rápido, tanto, que cuando apenas me di cuenta ya iba en un autobús de regreso a casa. Sólo tendría que acomodar mis cosas, almorzar y partir. Estaba tan ansiosa… hasta que me di cuenta de que no estaba mi bañador en donde debería de estar.
Al diablo el almuerzo, y la paz, di vuelta la casa entera buscándolo, encontrando únicamente el gorro de natación… ''La Constanza debió haberlo tomado…'' pensaba, a la vez que golpeaba la pantalla del celular con la punta de las uñas, buscando su maldito contacto, para escuchar la %&”! voz de la operadora, lo tenía apagado. Vi la hora, comprobando que mi aliado en todo el día ahora estaba en mi contra: una hora, y nada más.
Sonrojada de ira aparté la ropa de los cajones, lanzándola por todos lados (la mía y la de mi hermana) buscando algo qué usar… hasta que, con una gloriosa sinfonía digna de orquesta, sale entre uno de esos cajones un par de shorts negros y brasier deportivo. Era lo más decente que podía encontrar, y, ''treinta minutos…''. Lo empaqué y salí a toda prisa. No, no sabía lo que estaba haciendo. Los nervios me estaban consumiendo viva (y la ira también). ''El sermón que le voy a dar a esa “tal por cual” será tan maravillosamente tóxico, que la bilis se me saldrá por los ojos y caerá sobre los de ella, hasta hacerla llorar sangre …'' suspiré, frunciendo el ceño, agradeciendo que mi voz interna no tiene dominio sobre mí. Volví a suspirar.
Vi el hotel y me bajé un paradero más allá. Entre maldiciones me bajé, pero al llegar, me di cuenta de que sólo unos pocos habían llegado, como buenos latinos. Suspiré, y me reí, olvidándome de todo por un rato.
Los chicos y yo conversamos, y se fueron integrando los demás minutos después, comimos en un local cercano, y entramos entre risas y maravillados comentarios por el lugar, entre suelos de granito, alfombras importadas con diseños orientales y una larga y brillante recepción de madera oscura y reluciente, como recién salida de la fábrica. Todos nos quedamos en diferentes secciones del lobby, mientras el “pudiente” iba a “arreglar varios asuntos” en la recepción. Yo me quedé contemplando al pianista, y preguntándome cómo demonios puede tener tanta motricidad en aquellos dedos de falanges prominentes.
El muchacho finalmente nos llamó y fuimos directo a los pisos más altos, en una de las habitaciones para cambiarnos de ropa. Mi cabeza no hallaba cómo asimilar todo aquello que estaba viendo y pasando. Era hermoso sí, pero recién recordé mi problema… entraré a las termas con un “bañador” auxiliar, que no era más que la ropa interior alternativa, cuando no quería usar algo más. ''Ufff'' suspiré, claramente preocupada ''qué rota/ordinaria/vulgar que soy… debí decir simplemente que no podía venir… o inventarme una excusa… cualquier cosa, menos esto… ¿Ahora qué hago?'' pensaba, jugando con mi cabello, viendo al rincón sin motivo (me di cuenta porque una de mis amigas me estaba mirando extraño) ''¡MALDITA CONSTANZA!'' Y enviándole un “wasap” la maldije, una vez más.
Hice todo lo que estuvo a mi alcance para evitar y posponer el tener que cambiarme, entre conversaciones, salir de la habitación, ver por el balcón y encender la tv, todo, con un paquete de dulces que encontré en la habitación como bienvenida. ¿Se acabó? Abría el siguiente. Y así estuve, hasta que todos salieron, de allí, impacientes por ir a las termas, después de todo, eran sólo unas horas, luego tendríamos que abandonar todo.
- Quizá, deba esperar un rato más, sí… y cuando todos estén distraídos y el vapor… sí… ¡SÍ!
Busqué un delicioso Vaporwave en youtube y comencé a dejar el tiempo pasar un rato más. No, no comí mas dulces, tan cerda no soy. Siempre digna… ''A ver como le haces para ir “siempre digna” con ropa interior''.
– Ay dios mío…- murmuré – ya estoy hablando sola…
Y eso hice… hasta que literalmente ya no tenía nada más que extender, la tv estaba aburrida, el celular pronto estaría sin batería, el Vaporwave de casi una hora se estaba acabando y los dulces… NO. Los dulces no.
Bastante avergonzada e indignada (conmigo misma mas que nada), volví al bolso y sacando de entre sus bolsillos las penosas prendas negras que en un rato usaría, frente a todos. Comencé, lo que posiblemente sería una de las cosas más memorables y vergonzosas que hice en mi vida, hasta que, un detalle en el brasier me arrebató todo lo que recién estaba logrando hacer: alcanzar la paz. Atrás, había bordado con un “sutilísimo” hilo rosa su polémico diminutivo, como una maldita broma. “Coni” decía, como si fuese la cosa más coqueta del mundo.
- Ya va a ver esta tal por cual… - le tomé una foto y, como iracunda guerrera, le dediqué mil y una desgracias, describiéndole, con lujos y detalles, dónde, cómo y con quién partiría de este mundo. Los mensajes no llegaban, pero ¿para qué la prisa? Llegarán, y conocerá mi ira.
Volviendo a mi desgracia, no tuve más remedio que ponérmelo y aparentar lo que no era, lástima que no tengo una máscara realista de ella, sino, todo sería perfecto y lo haría con todo el gusto. Quizás, hasta en bolas me quedaría.
El celular quedó tocando una compilación de Japanese CityPop en la habitación, mientras cerraba la puerta y me dirigía a mi destino, con una toalla cubriéndome de los hombros a las rodillas. Y con el corazón en la garganta, anduve hasta las termas.
Suspiré, y abriendo las puertas los encontré en una nube de vapor, riendo, bebiendo y conversando. No se veía mucho más que sus rostros. Me reconocieron, y entre bromas, me invitaron a pasar. Los primeros pasos fueron difíciles, incluyendo la inmersión, con toalla afuera. No hubo comentario alguno, de hecho, nadie dejó de conversar el tema que mantenían de antes. No dije nada, asombrada, y deseando que, si alguien se dio cuenta, que por favor se mantenga con la boca cerrada y que nunca, JAMAS, me diga algo al respecto.
Entre risas sentí la presión y el dolor de cabeza, que ya me estaba mareando desde hace un rato, pasar sin penas ni glorias. No sabía si era el agua caliente, o mis amigos, pero sentía como si todo lo que hace un momento me tenía histérica, ahora no existieran. Fue tan envolvente que, sin darme cuenta, ya estaba compartiendo risas con varios. Me pidieron un mojito, que no demoraron de traer del bar (en los pisos inferiores a este), y continuamos la fiesta una hora más, hasta que, una luz se encendió en la puerta, titilaba. Se había acabado nuestro momento, según nuestro amigo “pudiente”. Todos se tomaron su tiempo para salir, yo mas que nadie, y cuando ya estaban acercándose a la salida fue que recién comenzaba a considerar en pararme, pero no lo hice.
Cerré los ojos un poco más, y troné los huesos del cuello un poco de un lado y del otro. ''Aaaah… que relajo. Bueno, debería de…'' me levanté, y de pronto las puertas se abrieron de golpe. Volví al agua de una sentada, y me quedé inmóvil.
Pasos firmes se aproximaban, y parecía dejar sus cosas por ahí. De pronto se detuvo, y yo viendo directamente al agua, petrificada.
- ¿Disculpe? – dijo, con voz resonante y profunda. Agradablemente familiar.
''¡No hablo! Ser inferior'' pensé ''¡Soy un simple ornamento decorativo hiperrealista que… patrocina una marca de ropa interior!''.
- Ey, ¿se encuentra bien? – se aproxima. Y yo tragando litros de saliva. Comenzaba a sentirme mareada. – Supongo que sí…
El hombre, al ver que era ignorado, ingresó a las termas. No tuve el valor de verle, sólo quería que se fuera, que hubiese olvidado algo en su habitación, que le diese indigestión, un ataque de meadera, algo, lo que fuera, menos estar ahí conmigo.
De pronto, aquel hombre de voz gloriosa comenzó a tararear con unos tonos tan melódicos que me descolocaron. Parpadeaba ya sin preocuparme si me creía lo de ser un ornamento o no. Pero cuando su voz comenzó a notarse con fuerza, imágenes de mi madre vinieron a mi mente, y mías haciendo cualquier cosa ajena a este momento, y a mi habitación.
''¿Mamá? Qué tiene que ver mi madre con…'' ahogando un grito me quedé helada, al escuchar vívidamente mi canción favorita “Torero”… pero no, no era en mi mente. ''¡¡NO-PUEDE-SER!!'' Y con las manos en el rostro y casi toda mi sangre colorándome la piel, volví, y le vi… y él a mí. “Bailaba” sentado dentro de las termas, con el agua hasta su abdomen (no estaba tan abajo como yo).
- ¡Oh, vives! – se burló de mí – No te lo tomes a mal… pero, es privado este lugar ¿sabías? – todo comenzó a opacarse y a dar vueltas, muchas vuelvas - ¡Eh! Oye, ¡ey ey!
La oscuridad se apartó de un momento a otro, pasando a una luz intensa sobre mí, cegándome. No sé cómo, había llegado a la habitación. Estaba sobre la cama (y un montón de toallas), con varios de amigos a mi alrededor, y un… ¿paramédico?
Comenzaba a pensar que, quizá, nunca salí de la habitación, quedándome profundamente dormida, o quizá nunca llegué a cambiarme por completo. Pero al bajar la mirada me encontré con el “bañador” puesto. El corazón se me estaba saliendo.
- Se encuentra bien la señorita Coni – dijo el paramédico – sólo fue un desmayo, uno en el lugar y momento adecuado. Tuvo la suerte de ser socorrida a tiempo y llevada a un lugar seguro.
- ¡¿Coni?! – preguntaron extrañados mis amigos.
- Así fue como le llamó su “rescatista” – dijo sonriente – tuvo suerte señorita. No todos los días alguien es socorrido por Chayanne.
Todo terminó para mí. No dije ni una palabra, ni en ese momento, ni cuando mis amigos pidieron alguna explicación. Al llegar a mi casa Constanza me estaba esperando, buscando pelea en broma, pero tampoco fui capaz de decirle algo, ni siquiera de lanzarle el “bañador” en el rostro. Sólo quería recostarme en mi cama, cubrirme con las sábanas y mutar o morir, lo que vea conveniente.
De pronto, en el reproductor automático, en la seguridad y soledad de mi habitación, Chayanne volvió y esta vez cantó para mí.
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Desde hace semanas, mis amigos han estado planeando una salida que, según ellos, sería extraordinaria e inolvidable. Estaban siempre tras de mí en el salón de clases, y a veces era imposible no escucharlas. Cada vez que tenían la oportunidad reanudaban la conversación desde el principio con un ánimo tan desorbitante como si la primera vez que hablaran del tema. Intenté mantenerme distante de todo aquello todo este tiempo, hasta que la curiosidad me ganó… después todo fue en vano. Mañana, martes, era el día. Cuando el ocaso pinte los cielos se reunirían, y estaba invitada. El punto de reunión serían las termas de la FA, Fuente Azulina, un hotel acomodado en uno de los barrios más hermosos de la ciudad, lugar donde muchas celebridades se alojaban en sus fugaces viajes de negocios.
No me lo podía creer, pensaba que me estaban tomando el pelo, pero al parecer el padre de uno de ellos era el encargado, y había conseguido agendarnos unas pocas horas. Era increíble.
Pasé toda la noche pensando en ello, con música variada que solía escuchar mi madre (y que cogí gran cariño y pasión desde entonces), siendo mis favoritos los clásicos de Chayanne. ''Mañana, será el día'' me decía, mientras sonreía y tarareaba oportunamente “torero”.
Al despertar el día transcurrió como de costumbre. Nada había cambiado, a excepción de mis ánimos. Todo parecía hermoso, y vivo; aunque fuese un día frío (para ser verano) y gris. Todo fue muy rápido, tanto, que cuando apenas me di cuenta ya iba en un autobús de regreso a casa. Sólo tendría que acomodar mis cosas, almorzar y partir. Estaba tan ansiosa… hasta que me di cuenta de que no estaba mi bañador en donde debería de estar.
Al diablo el almuerzo, y la paz, di vuelta la casa entera buscándolo, encontrando únicamente el gorro de natación… ''La Constanza debió haberlo tomado…'' pensaba, a la vez que golpeaba la pantalla del celular con la punta de las uñas, buscando su maldito contacto, para escuchar la %&”! voz de la operadora, lo tenía apagado. Vi la hora, comprobando que mi aliado en todo el día ahora estaba en mi contra: una hora, y nada más.
Sonrojada de ira aparté la ropa de los cajones, lanzándola por todos lados (la mía y la de mi hermana) buscando algo qué usar… hasta que, con una gloriosa sinfonía digna de orquesta, sale entre uno de esos cajones un par de shorts negros y brasier deportivo. Era lo más decente que podía encontrar, y, ''treinta minutos…''. Lo empaqué y salí a toda prisa. No, no sabía lo que estaba haciendo. Los nervios me estaban consumiendo viva (y la ira también). ''El sermón que le voy a dar a esa “tal por cual” será tan maravillosamente tóxico, que la bilis se me saldrá por los ojos y caerá sobre los de ella, hasta hacerla llorar sangre …'' suspiré, frunciendo el ceño, agradeciendo que mi voz interna no tiene dominio sobre mí. Volví a suspirar.
Vi el hotel y me bajé un paradero más allá. Entre maldiciones me bajé, pero al llegar, me di cuenta de que sólo unos pocos habían llegado, como buenos latinos. Suspiré, y me reí, olvidándome de todo por un rato.
Los chicos y yo conversamos, y se fueron integrando los demás minutos después, comimos en un local cercano, y entramos entre risas y maravillados comentarios por el lugar, entre suelos de granito, alfombras importadas con diseños orientales y una larga y brillante recepción de madera oscura y reluciente, como recién salida de la fábrica. Todos nos quedamos en diferentes secciones del lobby, mientras el “pudiente” iba a “arreglar varios asuntos” en la recepción. Yo me quedé contemplando al pianista, y preguntándome cómo demonios puede tener tanta motricidad en aquellos dedos de falanges prominentes.
El muchacho finalmente nos llamó y fuimos directo a los pisos más altos, en una de las habitaciones para cambiarnos de ropa. Mi cabeza no hallaba cómo asimilar todo aquello que estaba viendo y pasando. Era hermoso sí, pero recién recordé mi problema… entraré a las termas con un “bañador” auxiliar, que no era más que la ropa interior alternativa, cuando no quería usar algo más. ''Ufff'' suspiré, claramente preocupada ''qué rota/ordinaria/vulgar que soy… debí decir simplemente que no podía venir… o inventarme una excusa… cualquier cosa, menos esto… ¿Ahora qué hago?'' pensaba, jugando con mi cabello, viendo al rincón sin motivo (me di cuenta porque una de mis amigas me estaba mirando extraño) ''¡MALDITA CONSTANZA!'' Y enviándole un “wasap” la maldije, una vez más.
Hice todo lo que estuvo a mi alcance para evitar y posponer el tener que cambiarme, entre conversaciones, salir de la habitación, ver por el balcón y encender la tv, todo, con un paquete de dulces que encontré en la habitación como bienvenida. ¿Se acabó? Abría el siguiente. Y así estuve, hasta que todos salieron, de allí, impacientes por ir a las termas, después de todo, eran sólo unas horas, luego tendríamos que abandonar todo.
- Quizá, deba esperar un rato más, sí… y cuando todos estén distraídos y el vapor… sí… ¡SÍ!
Busqué un delicioso Vaporwave en youtube y comencé a dejar el tiempo pasar un rato más. No, no comí mas dulces, tan cerda no soy. Siempre digna… ''A ver como le haces para ir “siempre digna” con ropa interior''.
– Ay dios mío…- murmuré – ya estoy hablando sola…
Y eso hice… hasta que literalmente ya no tenía nada más que extender, la tv estaba aburrida, el celular pronto estaría sin batería, el Vaporwave de casi una hora se estaba acabando y los dulces… NO. Los dulces no.
Bastante avergonzada e indignada (conmigo misma mas que nada), volví al bolso y sacando de entre sus bolsillos las penosas prendas negras que en un rato usaría, frente a todos. Comencé, lo que posiblemente sería una de las cosas más memorables y vergonzosas que hice en mi vida, hasta que, un detalle en el brasier me arrebató todo lo que recién estaba logrando hacer: alcanzar la paz. Atrás, había bordado con un “sutilísimo” hilo rosa su polémico diminutivo, como una maldita broma. “Coni” decía, como si fuese la cosa más coqueta del mundo.
- Ya va a ver esta tal por cual… - le tomé una foto y, como iracunda guerrera, le dediqué mil y una desgracias, describiéndole, con lujos y detalles, dónde, cómo y con quién partiría de este mundo. Los mensajes no llegaban, pero ¿para qué la prisa? Llegarán, y conocerá mi ira.
Volviendo a mi desgracia, no tuve más remedio que ponérmelo y aparentar lo que no era, lástima que no tengo una máscara realista de ella, sino, todo sería perfecto y lo haría con todo el gusto. Quizás, hasta en bolas me quedaría.
El celular quedó tocando una compilación de Japanese CityPop en la habitación, mientras cerraba la puerta y me dirigía a mi destino, con una toalla cubriéndome de los hombros a las rodillas. Y con el corazón en la garganta, anduve hasta las termas.
Suspiré, y abriendo las puertas los encontré en una nube de vapor, riendo, bebiendo y conversando. No se veía mucho más que sus rostros. Me reconocieron, y entre bromas, me invitaron a pasar. Los primeros pasos fueron difíciles, incluyendo la inmersión, con toalla afuera. No hubo comentario alguno, de hecho, nadie dejó de conversar el tema que mantenían de antes. No dije nada, asombrada, y deseando que, si alguien se dio cuenta, que por favor se mantenga con la boca cerrada y que nunca, JAMAS, me diga algo al respecto.
Entre risas sentí la presión y el dolor de cabeza, que ya me estaba mareando desde hace un rato, pasar sin penas ni glorias. No sabía si era el agua caliente, o mis amigos, pero sentía como si todo lo que hace un momento me tenía histérica, ahora no existieran. Fue tan envolvente que, sin darme cuenta, ya estaba compartiendo risas con varios. Me pidieron un mojito, que no demoraron de traer del bar (en los pisos inferiores a este), y continuamos la fiesta una hora más, hasta que, una luz se encendió en la puerta, titilaba. Se había acabado nuestro momento, según nuestro amigo “pudiente”. Todos se tomaron su tiempo para salir, yo mas que nadie, y cuando ya estaban acercándose a la salida fue que recién comenzaba a considerar en pararme, pero no lo hice.
Cerré los ojos un poco más, y troné los huesos del cuello un poco de un lado y del otro. ''Aaaah… que relajo. Bueno, debería de…'' me levanté, y de pronto las puertas se abrieron de golpe. Volví al agua de una sentada, y me quedé inmóvil.
Pasos firmes se aproximaban, y parecía dejar sus cosas por ahí. De pronto se detuvo, y yo viendo directamente al agua, petrificada.
- ¿Disculpe? – dijo, con voz resonante y profunda. Agradablemente familiar.
''¡No hablo! Ser inferior'' pensé ''¡Soy un simple ornamento decorativo hiperrealista que… patrocina una marca de ropa interior!''.
- Ey, ¿se encuentra bien? – se aproxima. Y yo tragando litros de saliva. Comenzaba a sentirme mareada. – Supongo que sí…
El hombre, al ver que era ignorado, ingresó a las termas. No tuve el valor de verle, sólo quería que se fuera, que hubiese olvidado algo en su habitación, que le diese indigestión, un ataque de meadera, algo, lo que fuera, menos estar ahí conmigo.
De pronto, aquel hombre de voz gloriosa comenzó a tararear con unos tonos tan melódicos que me descolocaron. Parpadeaba ya sin preocuparme si me creía lo de ser un ornamento o no. Pero cuando su voz comenzó a notarse con fuerza, imágenes de mi madre vinieron a mi mente, y mías haciendo cualquier cosa ajena a este momento, y a mi habitación.
''¿Mamá? Qué tiene que ver mi madre con…'' ahogando un grito me quedé helada, al escuchar vívidamente mi canción favorita “Torero”… pero no, no era en mi mente. ''¡¡NO-PUEDE-SER!!'' Y con las manos en el rostro y casi toda mi sangre colorándome la piel, volví, y le vi… y él a mí. “Bailaba” sentado dentro de las termas, con el agua hasta su abdomen (no estaba tan abajo como yo).
- ¡Oh, vives! – se burló de mí – No te lo tomes a mal… pero, es privado este lugar ¿sabías? – todo comenzó a opacarse y a dar vueltas, muchas vuelvas - ¡Eh! Oye, ¡ey ey!
La oscuridad se apartó de un momento a otro, pasando a una luz intensa sobre mí, cegándome. No sé cómo, había llegado a la habitación. Estaba sobre la cama (y un montón de toallas), con varios de amigos a mi alrededor, y un… ¿paramédico?
Comenzaba a pensar que, quizá, nunca salí de la habitación, quedándome profundamente dormida, o quizá nunca llegué a cambiarme por completo. Pero al bajar la mirada me encontré con el “bañador” puesto. El corazón se me estaba saliendo.
- Se encuentra bien la señorita Coni – dijo el paramédico – sólo fue un desmayo, uno en el lugar y momento adecuado. Tuvo la suerte de ser socorrida a tiempo y llevada a un lugar seguro.
- ¡¿Coni?! – preguntaron extrañados mis amigos.
- Así fue como le llamó su “rescatista” – dijo sonriente – tuvo suerte señorita. No todos los días alguien es socorrido por Chayanne.
Todo terminó para mí. No dije ni una palabra, ni en ese momento, ni cuando mis amigos pidieron alguna explicación. Al llegar a mi casa Constanza me estaba esperando, buscando pelea en broma, pero tampoco fui capaz de decirle algo, ni siquiera de lanzarle el “bañador” en el rostro. Sólo quería recostarme en mi cama, cubrirme con las sábanas y mutar o morir, lo que vea conveniente.
De pronto, en el reproductor automático, en la seguridad y soledad de mi habitación, Chayanne volvió y esta vez cantó para mí.