Un hombre se encuentra en la cama de un hospital. Múltiples vías con suero y soporte vital lo mantienen vivo mientras su cuerpo no parece moverse, pero su cabeza gira con normalidad para mirar a varios hombres uniformados. Era el año 2020 y las guerras no parecían terminar. Supuse que este hombre era un soldado ya que se veía acompañado de soldados con armas enfundadas y cascos bajos sus hombros. Había tratado con muchos pacientes antes pero nunca con uno así de reconocido, al menos así parecía.
Luego de que aquellos hombres y mujeres se fueron, procedí a hacer chequeo. Rutinario, como siempre, quería asegurar que todo funcionara bien. Me senté a su lado para manejar las computadoras y los paquetes de suero sin prestarle atención a aquel hombre, hasta que me habló.
“¿Sigues preocupándote por alguien que ya está muerto?” –preguntó el hombre. Mi pecho se sintió como si se hundiera por la repentina pregunta. Simplemente no pude responder. Solo asentí y continúe con el trabajo.
“¿Quisieras hablar con este vejestorio antes que su hora llegue?” –preguntó nuevamente. Quise esquivarlo otra vez, pero sentí mucha pena. Giré el banco en el que estaba sentado y lo miré, poniendo mis manos sobre mis piernas. Ahí fue que tuve el valor de preguntarle.
“Dígame señor Falter, ¿Cómo es que usted terminó así?” –aunque fuera una pregunta mala, el hombre solamente río con un poco de dolor. Sonrío y me miró fijamente.
“¿Sabes cómo se ve una bomba nuclear de cerca?” –tragué con dificultad, como si tuviera un nudo en la garganta. Sus ojos se cerraron de a poco, pero él continuaba hablando.
“Es como mirar a la luz que proviene de mil estrellas muertas que vaporizan todo y a todos los que sean desafortunados de cruzarse en su camino. Podrías convencerte de que, al no mirar el destello, ha pasado una nube a través de un rayo solar para regresar a nuestro mundo, pero el optimismo lentamente se resquebraja una vez escuchas la explosión ensordecedora que destruye todo a su paso. Cuando el sonido se disipa, y si es que tienes suerte de todavía estar viendo, podrás ver el mismísimo portal al infierno dejando salir a miles y miles de sus demonios cayendo de un cielo sangriento, cubriendo el terreno demolido para hacerlo intocable.” –los ojos del hombre dejaron salir lágrimas y su cara expresaba un profundo dolor. Pero aun así, su tono no cambió.
“Mientras era testigo de la apertura al fin del mundo, me preguntaba como había sobrevivido. Mi cuerpo estaba destrozado, mis piernas y brazos no querían moverse, pero aun así continúe. Me preguntaba cómo fue que mi cuerpo no había sido sometido por los múltiples rayos gamma que comían mi piel poco a poco y mi pierna aun no moría incluso con el gran pedazo de metal atravesando mi fémur. El calor abrazador del helicóptero, y de aquella ciudad en ruinas hacia que mi sangre hirviera. Pero eso no me afectó. Lloré mientras veía a mis hermanos y hermanas de combate morir frente a mis ojos, tosiendo, retorciéndose del dolor, viendo como trataban de arrastrarse para soltar sus últimos alientos a la vez que el infierno los devoraba. Pero luego, aquello no me afecto.”
Quede petrificado en el banco, sin poder creer las palabras de aquel hombre. Solo ahí me di cuenta de porque tenía la piel enrojecida, su cabeza calva y su cuerpo inmovilizado. La radiación aun lo consumía.
“Luego me encontraron después de horas. Me habían dado por muerto pero desperté aquí. Me dijeron que tenía de aquí a 10 años máximo de vida por la enfermedad de la extrema radiación que consumí. Pero, ¿sabes qué? Ni la bomba, ni el silencio, ni la gente, ni la destrucción me están acechando en mis sueños.” –el hombre finalmente se movió y quito parte de su bata, para mostrarme un pútrido brazo quemado y negro, que causaba dolor de incluso mirarlo. Las lágrimas de aquel hombre se habían secado casi de inmediato en su expresión seria y quejumbrosa.
“Lo que me acecha, Doctor Shigeru, es que la humanidad encontró una manera de abrir las puertas del infierno para hacer sus guerras más fáciles y que luchara por ellos. La avaricia, Shigeru.
La avaricia del poder y la supremacía de la humanidad me llevo a perder mi rango, mi carrera, mi vida y mi salud. Ya no soy el Capitán Falter. Ahora soy solamente Christian Falter, un hombre que ya no tiene motivación y que ya no quiere seguir sufriendo una vida llena de dolor, angustia y soledad.
No quiero que se preocupe más por mí, doctor. Como le dije, yo ya estoy muerto. Lo he perdido todo.”
Luego de aquello, hablé con mis compañeros sobre la decisión del Capitán. Al día siguiente se le pidió consentimiento para firmar un contrato donde aceptaba ser el receptor de una inyección letal, la cual solicitó inmediatamente luego de firmar. Antes de pasar a una mejor vida, el hombre tomo mi mano, cubierta por un guante. La apretó con fuerza mientras el respirador de su boca se empañaba.
“Gracias por haberse preocupado por mí, señor Shigeru. Me hubiera gustado haber compartido más con usted.” –el hombre cerró los ojos y sonrío mientras le administre la inyección con algunas lágrimas en mis ojos. Deje la jeringa en la bandeja y me retiré junto con mi compañera. Algún día, los conflictos se terminaran y las puertas del infierno ya no se abrirán.
Y así fue como presencié la muerte de un hombre que, al tratar de salvar a un país del terrorismo, murió sin nada que esconder.
Soy el doctor Saito Shigeru. Este fue el reporte N°9.
