04-05-2019, 10:57 PM
Hola a todos~ ha pasado tiempo desde la última vez que publiqué algo, así que estoy emocionada.
En un inicio pensaba partir el capítulo 6 en dos, pero me di cuenta que era mejor dejar este como el 6 y lo demás que espero postear relativamente pronto como el 7.
Espero les agrade, me esforcé mucho ;-; Lo dejaré en spoiler. Muchas gracias a quienes lean y a quienes no igual(?) comentenme sus opiniones si es que tienen algunas luego. ¡Saludos!
En un inicio pensaba partir el capítulo 6 en dos, pero me di cuenta que era mejor dejar este como el 6 y lo demás que espero postear relativamente pronto como el 7.
Espero les agrade, me esforcé mucho ;-; Lo dejaré en spoiler. Muchas gracias a quienes lean y a quienes no igual(?) comentenme sus opiniones si es que tienen algunas luego. ¡Saludos!
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Bostezó aturdido. Lars se despertó mucho más temprano de lo que acostumbraba a despertarse en el distrito N-16. Al menos su lugar de descanso, dentro de ese cautiverio, poseía la comodidad necesaria para brindarle un buen descanso.
Abrió la puerta de su habitación personal, intrigado. Echó un vistazo procurando no dejarse escuchar ni ver antes de decidirse a revelar su presencia allí. Lile no se veía por ningún lado y Nina leía un libro enorme, sentada en el sofá del centro. Su expresión curiosa le daba aires de ternura. Se concentraba mucho en las palabras que sus ojos leían.
Lars se dedicó a observarle en silencio. Nina cargaba consigo algo...especial. No logró definirlo con exactitud; pero el sentimiento cálido no se desprendió de su pecho, no hasta que Nina cerró el libro frente a su rostro de un golpe y observó en su dirección. Lars dio un pequeño salto, ¿cómo sabía ella que no se encontraba sola allí?
–Buenos días, Lars –ella chocó sus pupilas contra los del pequeño, sonriendo levemente.
–Buenos días –respondió él, con cierta vergüenza en su hablar –. ¿Puedo preguntar cómo es que advertiste mi presencia? Estoy completamente seguro de no haber causado ningún ruido importante, incluso leve.
–Eso es un secreto...sólo lo sé y ya, quédate con esa respuesta, es mejor de ese modo.
–¡Agh! –se quejó el pequeño, doblando su labio inferior. Se acercó a Nina, desviando un poco su mirada – ¿En serio piensas dejarme con la intriga?
–¡Sí! Así todo es más interesante –rió ella, orgullosa de su misterioso actuar –. Hablando de intereses...¿qué cosas te causaban interés en tu día a día, Lars? Claro, antes de que terminaras acá.
–De todo un poco –respondió él, sentándose en una silla cercana a la mesa y al sofá –conocimientos útiles, sin importar a qué área apuntaran estos. Me dedicaba a estudiar junto a mi familia siempre que se daba la ocasión para ello. Desde matemáticas puras a tópicos sociales y psicológicos.
–Entiendo –meditó por un momento, sin despegar sus ojos del pequeño –. ¿No tenías, por casualidad, interés en una rama artística o algo por el estilo? ¡A mí me gusta mucho el arte! No tengo demasiado talento, pero me gusta dibujar.
–Sí, sí tengo intereses en el arte, también. El dibujo por sobre todo, similar a ti. Bueno, el arte en general, en resumidas cuentas.
–¡Vaya! Tengo un compañero de dibujo después de tanto tiempo, al fin –Nina corrió como una niña pequeña hacia un estante enorme muy cercano a la puerta de acero. En él descansaban un sinfín de libros perfectamente clasificados, de distintos tópicos, faltando un único libro: el que la joven leía en el sofá minutos atrás.
Ella buscó en los respaldos superiores, de puntillas, hasta encontrar un cuaderno de dibujo algo viejo y una caja negra repleta de lápices para colorear, de todos los tipos –Ven, dibujemos un rato –expresó ella, extendiendo una hoja de papel en dirección a Lars.
Lars se acercó a la joven ya más animado. Le gustaba su compañía...dio gracias a los cielos por toparse con ella y no con algún individuo con claras malas intenciones.
Estuvieron allí, sentados en el piso, dibujando por un buen rato. Lars dibujaba por su parte sobre la hoja blanca, el regalo de Nina. Cerraba sus párpados y concentraba toda su mente con tal de no perder en sus recuerdos lo que deseaba plasmar. Nina pintaba con colores su dibujo ya terminado: una ilustración bastante infantil de Lars, Lile y ella misma en un paisaje hermoso.
–Tu dibujo es muy característico –expresó Lars, sonriente –recuerdo esos libros para niños que solía leer años atrás.
–¡Gracias! Lo hice para nosotros, para que tengamos un recuerdo de los tres si es que algo malo llega a a suceder –extendió el cuaderno de dibujo hacia el pequeño, invitándole a observar el dibujo con mayor detalle.
Lars lo tomó entre sus manos y lo analizó con mayor detenimiento: Nina se había dibujado a sí misma en el medio, tan optimista como acostumbraba a enfrentar la vida, tomando la mano de Lile con su mano derecha y la mano de Lars con su mano izquierda. Lars sonreía también, escondiendo su brazo zurdo detrás de su espalda. Lile, extrañamente, se unía a las sonrisas. Al pequeño le pareció algo inusual. Nina había dedicado mayor esmero a pintar sus hermosos ojos Lila, los cuales parecían brillar.
–Me parece un tanto extraño que hayas dibujado una sonrisa en el rostro de Lile. No me lo imagino como el tipo de persona que sonríe habitualmente.
–Sobre eso... –Nina dio un vistazo al dibujo, suspirando a la posteridad –ese es el Lile de hace dos años. El no solía ser tan distante y apático en ese entonces, como le percibes ahora. Al menos no tanto...
–¿Y qué sucedió con él?
–Con él nada, o eso es lo que quiero creer. Es obvio que todos estos años le han sentado mal, a cada uno de nosotros nos han sentado pésimo; pero el cambio más grande que ha sufrido se debe a Krystal...esa maldita bruja.
–Comprendo. No conozco más a Krystal que de vista, pero...no lo sé, no me brinda buena vibra, su mirada es extraña.
–¿Cierto? Hasta tú lo notas, y acabas de llegar. No entiendo como es que Lile no abre los ojos...idiota.
–¿Le odias?
–No, no, claro que no. No podría odiarle. He estado con él durante diez largos años, desde mi infancia hasta mi juventud. Es obvio que le aprecio; y que le quiero un montón; y que... –Nina titubeó, guardando silencio.
–¿Y...? –Lars aguantó su respiración un momento, intentando predecir las palabras que Nina omitía expresar.
–Nada, y nada...es un idiota, eso es todo.
Lars juntó sus labios, creía entender el sentimiento que Nina guardaba dentro de sí como un preciado secreto. Decidió no insistir más en el asunto, no deseaba incomodar a su nueva amiga.
–¿Qué has dibujado tú? –ella sonrió, disipando lo pesado del ambiente.
Lars extendió la hoja de papel, su dibujo, hacia la joven, bajando un poco la cabeza. Ella se sorprendió positivamente al vislumbrar el perfecto retrato de una mujer de largo cabello lacio suelto, de hermosos labios carnosos y de mirada decidida.
–¿Quién es ella?
–Mi madre –respondió Lars –. Creo que para lo único que agradezco tener esta memoria mía es para recordar su rostro sin que se difumine ni un poco.
–Vaya...el dibujo es hermoso. Podrías dedicarte a esto sin problemas –Nina devolvió el dibujo al pequeño y acarició su cabeza empleando aprecio y suavidad –. Estoy segura que tu madre siempre sintió mucho orgullo por ti, Lars. Por ello debes continuar viviendo...
La puerta de acero se abrió de golpe. Nina se levantó instantáneamente, ayudando a Lars a ponerse en pie, de igual modo. Su expresión relajada no cambió ni un poco, la presencia nueva allí no ponía nerviosa a la joven, por ende, tampoco a Lars.
–Hola Nina, Lars –un joven de aproximadamente 25 años de edad saludó a los dos individuos allí presentes –. Es hora de desayunar.
–Ya te tardabas, Jung. Pensé que te había asesinado o algo por el estilo –bromeó Nina con el científico. Lars se preguntó si Nina se estaba metiendo en problemas al hablarle de esa forma tan casual a uno de los “tipos malos”.
–Sé que me extrañarías si ese termina siendo mi destino –Jung continuó la broma como si se tratara de lo más normal del mundo –. Venga, vamos. No quiero que me regañen porque nos atrasamos, sería totalmente innecesario.
–Vamos, Lars. Jung no es una amenaza, no es necesario que te preocupes.
Lars asintió, silencioso; y caminó junto a Nina hasta verse fuera de la habitación, en los largos pasillos monocromos, grisáceos.
–¿Cómo ha estado Lile? –preguntó Jung –desde hace mucho que no me topo con él como para charlar un rato. Bueno, probablemente no querría hacerlo, de todos modos, ya sabes como es.
–Normal, como siempre, supongo. Digo, sigue tan embelesado con la bruja Krystal...¿cómo puedes trabajar con ella sin querer morirte?
–Siempre quiero morirme, Nina. Mi situación no difiere mucho de la tuya. La diferencia es que yo gozo un poco más de libertad. No estoy aquí porque quiero, ¿sabes? Llevo un collar similar al tuyo, la amenaza es similar.
–Yo claramente estoy peor que tú y no me quiero morir. Es decir, al menos tú no tienes que soportar esas sesiones repletas de pinchazos y líquidos extraños.
–Pero sí a Krystal, y a menudo. Es como mil patadas en el estómago.
–Te compadezco. ¡Igual! No tienes que pensar así. Saldremos de aquí.
–Espero tu optimismo no esté equivocado.
Cruzaron un montón de puertas automáticas de máxima seguridad. Éstas se fueron cerrando a medida que les fueron dejando atrás, instantáneamente, al no percibir movimiento ni calor corporal de algún ser vivo.
Finalmente llegaron a una sala amplia, con las mismas tonalidades y grises de los pasillos. Dos largas mesas largas perfectamente simétricas se vislumbraban allí, paralelas, situadas en medio de las resbaladizas baldosas blancas. La pared del fondo estaba repleta de grandes ventanales permitiendo una vista privilegiada al jardín de flores y de árboles exóticos.
–Bueno, acomódense. Nina, guía a Lars. Es su primera vez aquí –Jung se alejó y caminó hacia los ventanales, juntándose con sus colegas científicos, Krystal, Ciro y Joel entre ellos.
Lars miró hacia las mesas: cuatro jóvenes se alimentaban en ellas, ingiriendo distintos tipos de comida. Lile estaba allí, entre ellos, dando la espalda al jardín. Él pegó su mirada en Nina, absteniéndose de saludarla, bajando la mirada. Ella notó su actitud y resopló, levantando los hombros. Krystal observaba los movimientos de los jóvenes atentamente, centrándose mucho más en Lile, su “marioneta”. Nina sabía que la actitud distante de Lile se debía a ella...decidió no pensar más al respecto, al menos no por el momento.
–Vamos, Lars, ven –Nina apretó la mano del pequeño y se acercó a uno de los jóvenes en la mesa, más a la derecha, observando de frente a los ventanales.
El collar apretado se veía sobre los cuellos de todos allí, sin excepciones. Lars percató en ello, preguntándose si él también sentiría la opresión física y psicológica en la eventualidad. Le aterraba la idea, aún si no se consideraba a sí mismo un quejica. Vivir en un distrito peligroso privado de comodidades toda su vida le había dado cierta adaptación útil a situaciones de alto riesgo, la mayoría de ellas. Sin embargo, la imagen en su cabeza de Lile retorciéndose en el piso por falta de aire no dejaba de acecharle.
Nina se sentó en una silla cuadrada de poca comodidad, Lars se sentó a su lado derecho y echó un vistazo al joven cercano: éste parecía un muerto en vida. Con grandes ojeras negras, labios secos y partidos, mirada distante y desenfocada. Su cuerpo extra delgado permitía que sus costillas se vieran con detalle gracias a la ropa apegada que llevaba puesta. No parecía estar muy presente allí, en esa habitación, lucía aturdido y no daba ni un bocado a su comida contundente. Sobaba su abdomen intentando darse ánimos, ignorando su incesante dolor creciente.
–Claude... –Nina cubrió sus labios visiblemente consternada. No en muchas ocasiones gozaba de la oportunidad de desayunar o comer junto a los demás. De todos los jóvenes allí, después de Lile, era Claude con quien mejor se llevaba. Un joven amable, de buen corazón. Él más que cualquiera de ellos no merecía estar allí, o eso creía ella. La última vez que le había visto y platicado con él, aproximadamente dos semanas antes de aquel encuentro, parecía saludable, optimista respecto a su vida. ¿Qué sucedía? De un momento a otro parecía estar al borde de la muerte –. ¿Estás bien Claude? Bueno, al parecer no...ignora mi pregunta estúpida, lo siento mucho.
Claude juntó las fuerzas necesarias y rió. Su risa se convirtió en una tos seca, dolorosa, que le obligó a a sujetar su pecho para encontrar un poco de estabilidad. Nina sobó su espalda, preocupada. No pensó en pedir ayuda...en el fondo sabía que a Claude le restaba poco tiempo, y odiaba verse en esa situación una vez más, perdiendo un compañero, cayendo en cuenta que ella podía ser la próxima...o quizás Lile. No incluía a Lars en sus pensamientos, porque acababa de llegar a ese horrendo laboratorio. Estaba segura que serviría de utilidad para los científicos por un buen tiempo, no le eliminarían rápido. Ese pensamiento le impulsaba a meditar más seriamente en un escape forzoso.
–No te preocupes, Nina...sabíamos que esto terminaría así –la voz del joven se escuchaba débil, resignada, sin dejar el afecto por Nina de lado –. Se ha acabado mi utilidad. En parte me siento feliz, ¿sabes? Mis días en este infierno llegan a su fin.
Claude fijó su atención en Lars, moviendo su rostro para observarle mejor, revelando un sinfín de feas y profundas cicatrices sobre su piel. Un tajo vertical cortaba gran parte de su labio, como otro cortaba su párpado, siéndole imposible abrirlo. Y esos dos cortes eran los más notorios de un gran repertorio de pequeñas cicatrizaciones blancas. Lars tragó saliva, nervioso. ¿Qué tipo de maltrato había resistido ese chico?
–¿Otro más? Ya veo...no me esperaba menos.
–Llegó ayer, está con nosotros. Lo siento, Claude, por no poder hacer nada más para salvarte –Nina sentía un peso enorme en su pecho: tristeza, impotencia y rabia.
Su corazón le gritaba que no se rindiera ante las adversidades del camino; pero en instancias así pensaba de la muerte como una buena idea si con ello se libraba de presenciar como poco a poco sus alrededores se vaciaban tras el derramamiento de la sangre inocente de sus compañeros en cautiverio. Terminaba sintiéndose egoísta al analizar aún más sus ideas y sentimientos.
Lars se dedicó a observar la escena comiendo los vegetales de muy buen aspecto que adornaban la mesa, su comida. Se veían más que apetitosos, grandes, casi irreales.
Claude, Nina y Lars ingerían comida liviana, notándose en sus contexturas delgadas y frágiles. Lile y su acompañante más cercano (un joven frente a él) ingerían proteínas, principalmente, un montón de ellas. Carne, pollo, huevos, arroz: alimentos que les servían para obtener musculatura fácil. Lile gozaba de un cuerpo fuerte, repleto de músculos por todos lados, aún si no se notaba a simple vista. Mantenía una proporción equilibrada entre sus extremidades y su torso. Le servía mucho al momento de luchar y probar sus habilidades en las pruebas físicas, de velocidad y resistencia.
–Nina... –Claude tomó las manos de Nina entre las suyas –. Te conozco, Nina. Conozco tu mirada, tu expresión, puedo saber lo que estás pensando...y no, no es la respuesta. Para ti no es la respuesta.
–¿Y por qué para ti sí debe serla? No quiero que te vayas, Claude. Cuando pensaba en escapar tú siempre estabas allí, conmigo, sonriendo, feliz.
Claude dedicó una sonrisa sincera y melancólica a Nina, acariciando sus nudillos, lamentando que el destino fuera tan cruel con él, con sus sueños, su sentir.
–No debes afligirte demasiado, no debes perder esas ganas de escapar. Puede parecer imposible pensar en la libertad cuando posees un recordatorio constante de tu esclavitud, estos collares...pero, aun con diez años de cautiverio y maltrato encima, estás aquí, convenciéndome de no rendirme. ¿Cómo renuncias a un sentimiento tan intenso como aquel?
Claude tenía razón. Algo dentro de ella le impedía lanzar la toalla por completo, esperanza en su pecho. Quería escapar aunque no hallaba la forma correcta de hacerlo, porque no existía un plan correcto que no sacrificara la vida de alguien más, o la suya propia.
–Me es imposible renunciar a él, lo he intentado y no es lo mio. Quiero volver a respirar tranquila, quiero desprenderme de este collar que no me permite descansar sin ansiedad...sin embargo, lo que más quiero por sobre todas las cosas es salvarlos a ustedes. Y mi corazón se rompe al caer en cuenta que tú no resistirás, Claude.
Rechazó el echarse a llorar allí mismo, no le gustaba mostrar debilidad frente a los científicos, mucho menos ante Krystal, quien no dejaba de observarle esperando que cometiera algún error para castigarle. Podía sentir la mirada de la mujer pegada sobre su frente, filosa, malintencionada, enrabiada.
–Nina...mi estadía aquí, estos últimos cinco años, han sido una pesadilla, un terror constante. Y aún así siento que cada corte, cada golpe, cada pinchazo, cada grito y cada injusticia valieron la pena si con ello pude conocerte a ti – Claude volteó su rostro para toser y cubrió su boca, intentando controlar su cuerpo –. Gracias por calmar mi corazón con cada sonrisa...por repletar mi mente de tu luz y tu optimismo –volvió a toser, con un montón de dolor –. Gracias por todo, y lo siento por lo poder acompañarte más allá.
Lars dejó de masticar su comida. Sentía el peso de aquellas palabras en su garganta: empatía. Claude se expresaba sincero, sus palabras quebrantaban en sobremanera la apatía de la que se aferraba. Sabía, por experiencia propia, lo que se sentía perder a una persona querida de un momento a otro, sin previo aviso.
–No tienes que agradecerme por tratarte con respeto y con cariño...son acciones que no deberías agradecer –Nina apretó las manos de Claude con notoria preocupación, calentando su fría piel.
–Nina, prometeme que no te rendirás, que sin importar lo que suceda aquí no pensarás en dejar esta vida. Por favor, sólo así podré encontrar paz.
–Te lo prometo Claude. Te lo prometo...
El peso de Claude fue demasiado cuando éste desvaneció, cayendo de la silla a un lado de la joven, impactando su cuerpo contra las baldosas blancas. Nina intentó levantarle; sus delgados brazos no lo lograron. Se arrodilló a un lado de Claude sin saber qué decir. Sin importar cuántas veces se había visto a sí misma en el mismo escenario, le impactaba como la primera vez.
–Claude... –susurró ella, golpeando suavemente la mejilla de su amigo, intentando despertarlo –. Despierta, Claude...
Lars se levantó alarmado, dispuesto a ayudar a Nina. Sangre emanaba de la nariz y la boca media abierta de Claude, manchando gran parte de su largo cabello de líquido carmesí. Lars se agachó por instinto a un costado del joven, tocando su frente. Sus extremidades dieron un salto al percibir una mano apretando con fuerzas su antebrazo derecho por detrás, hasta levantarle: Ciro, quien le obligó a retroceder y caminar hacia una salida alternativa del salón.
–Ven, Lars, tengo que tratar ciertos asuntos contigo. No te preocupes de lo que sucede aquí, todo estará bien.
La risa macabra de Ciro le dejaba en claro que, a diferencia de lo que afirmaba, las cosas no estarían bien. Lo último que vio antes de cruzar la puerta fue a Krystal atrapando y levantando a Nina desde su espalda, apretando su abdomen; a ésta última moviéndose con violencia, gritando; y los ojos brillantes, repletos de ira de Lile, a la distancia, dudosos por igual.
Volteó la cabeza luego de que la puerta se cerrase frente a sus narices, prestando atención al largo pasillo tan monótono como los demás. Dejó escapar un enorme suspiro. Ciro no le dirigió la palabra, acto que agradeció bastante.
Se vio, minutos después, dentro de un pequeño cuarto repleto de figuras abstractas por todos lados, de distintos colores y tamaños.
–Adelante –Ciro tocó la espalda del pequeño, dándole un leve empujón, invitándole a entrar. Lars obedeció y puso pie en aquel cuarto tan extraño, manteniéndose alerta –. Siéntate, Lars, no tengas miedo.
Se sentó en una cómoda silla reclinable, justo al centro de las figuras. Las paredes estaban pintadas de color azabache y carecían de cualquier tipo de ventana. El cuarto se iluminaba tenue gracias a las lámparas artificiales en el techo. Hacía mucho frío allí dentro, Lars sobó sus propios brazos para entrar en calor.
–Bien, realizaremos algunas pruebas iniciales. Es esencial que me respondas todo lo que te pregunte.
–Está bien.
Tres máquinas distintas se acomodaron sobre el pequeño, sin tocarle, diminutas, casi imperceptibles, escaneando por completo su cerebro, incluso sin acercarse demasiado. Ciro sonrió ampliamente y asintió satisfecho, no se había equivocado con el pequeño, poseía todo lo que le hacía falta a la investigación y mucho más. El fallo en el intercambio con el dueño del bar no tendría peso, afortunadamente para ellos.
Pensaba iniciar midiendo su velocidad de procesamiento con una ecuación larguísima y compleja. Leyo la ecuación en voz alta, procurando modular bien sus palabras. Lars escuchó empleando muchísima atención, calculando progresivamente en su mente el resultado. Le parecía fácil, solía realizar ese tipo de actividades junto a Karin para matar el aburrimiento, o para predecir el movimiento enemigo. Cuando el científico dejó de hablar, él respondió secamente el resultado, confiado de haber llegado al resultado correcto.
–Excelente –confirmó Ciro, anotando el resultado en su libreta holográfica –. Bien, probemos con otra cosa.
Ciro activó una pantalla flotante frente al pequeño, con un texto larguísimo que le hizo leer en un dos por tres. Lars lo leyó tranquilo, sin preocuparse de la velocidad; y lo memorizó completo, similar a cuando memorizaba los eternos códigos de Pitah al ayudarle en sus tareas diarias de vez en cuando.
Recitó el texto tal cual estaba escrito, palabra a palabra, cuidando las puntuaciones y signos del escrito en cuestión. Ciro curvó sus labios, más que satisfecho. No sólo Lars poseía una velocidad excepcional al resolver problemas complejos, su mente poseía la capacidad útil de retener cualquier información al instante, sin importar la velocidad de recepción ni el ritmo en sí, ni la cantidad de palabras o números.
Ciro continuó probando a Lars en distintas áreas y de distintas formas, intentando buscar algún tema o acción en que el pequeño no realizara un trabajo perfecto. No lo consiguió.
Al ser sólo un niño, Lars no poseía conocimientos de aquellos tópicos por los que no había ahondado o investigado más; sin embargo, al momento de predecir u ordenar información difícil, no fallaba. Ciro meditó, en el proceso de las pruebas, el ponerle desafíos difíciles, aquellas ecuaciones que le causaban un eterno dolor de cabeza a él y a su equipo de trabajo especializado.
Decidió probar qué tal luego de hacerle leer a Lars los archivos de la investigación, al menos los métodos utilizados en las ecuaciones, no la información importante. Lars lo leyó todo tomándose su tiempo, prestando atención, maravillado de lo que lograba comprender con los textos, tópicos frescos en su cerebro. En el día a día no resultaba nada fácil conseguir conocimientos tan potentes en los distritos bajos, al menos no sin involucrarse en el letal mercado negro.
–¿Qué tal todo? –preguntó Ciro, caminando de un lado a otro, sin despegar su vista del pequeño allí –información útil, ¿no es así?
–Claro que sí. Cualquier información nueva es interesante –. Lars terminó de leer todo dejando escapar un largo suspiro...cerró sus párpados y proceso cada estrofa instantáneamente.
–Bien, Lars, esta es sólo una prueba –aclaró Ciro, relajando un poco su severidad en presencia del pequeño. Podía serle más que útil si le mantenía con vida y se aseguraba de no dañarlo como a los demás –No es necesario que respondas correctamente, sólo intentalo, ¿está bien? –se acercó al pequeño y susurró en su oído –: nada malo sucederá si la respuesta es incorrecta –se separó de él y sonrió, monitoreando las máquinas del cuarto para no perder detalle alguno.
–Entiendo... –respondió Lars, incómodo, alerta tras el inesperado ademán de Ciro.
El científico reflejó una enorme ecuación en la pantalla frente a su invitado, sobando su espalda adolorida en el proceso. Cada día notaba más el deterioro de su cuerpo en concordancia a su envejecimiento.
Lars observó la ecuación y liberó su mente. Siempre que resolvía un problema imaginaba engranajes uniéndose y girando dentro de su cabeza, uno tras otro, apoyándose mutuamente para dar vida y motor a un engranaje mucho más grande: la respuesta correcta. En aquella tensa instancia los engranajes no parecían girar, algo les detenía. Bastó con que uno de ellos girara un poco para que todos los demás lo hicieran también.
Abrió sus labios y dejó salir la respuesta, intuyendo su éxito. El anciano no confirmó si el resultado estaba correcto, no dijo ninguna palabra, es más, intrigando al pequeño, quien pensó estar en serios problemas.
–Recordaré tu respuesta –Ciro le ordenó levantarse, con un ademán relajado.
Detuvo las máquinas y envió sus datos a la base central para trabajarlos luego, sin interrupciones. Por supuesto, probaría el continuar sus investigaciones con la cifra que Lars le había proporcionado luego de resolver la ecuación que le quitaba el sueño. Debía aprovecharse de tener esa inteligencia poco vista tan cerca, resolver sus dudas y aceptar grandes proyectos lucrativos de la élite. Meditó la idea de atrapar a Lars con un collar en su cuello; pero no quería ganarse su desconfianza. Debía cuidarlo a toda costa, lavarle el cerebro, de ser necesario, similar a lo que Krystal había logrado con Lile, para que él por sí mismo decidiera quedarse allí y aportar a la ciencia, como un trabajo cualquiera. ¿Cómo hacerlo? He ahí la cuestión.
Caminaron los dos juntos, de vuelta a la habitación que compartía con Nina y Lile. Ya atardecía.
–Nos veremos pronto, Lars. Considera un regalo de mi parte el que no lleves ese collar sobre tu cuello –fueron las últimas palabras del anciano antes de que la puerta se abriera, cerrándose tras la espalda del pequeño luego de que este pusiera pie dentro.
Nina se acercó visiblemente preocupada, mordiendo sus propios dedos. Su mejilla se veía un poco más hinchada y lucía un notorio hematoma azulado sobre su piel. Lars no evitó el dibujar una expresión de angustia en su rostro al percatarse: Nina no poseía específicamente ese hematoma aquella mañana. Infirió que se debía a la conmoción de Claude, lo de su mejilla y la evidente ansiedad que le impedía mantenerse tranquila en un sólo lugar.
–¿Estás bien? –preguntó ella, verificando minuciosamente los brazos del pequeño, buscando signos de alguna agresión –me alegra ver que Ciro no te ha hecho daño...
–¿A ti te ha hecho daño? –Lars situó su mano en el hombro de Nina, queriendo calmar su ansiedad.
–Más del que te imaginas... –guardó silencio, inmóvil. Abrió sus párpados en sorpresa al notar un detalle favorable en su nuevo amigo –. ¡No llevas el collar! –sonrió feliz –me alegro tanto...
La puerta abriéndose nuevamente interrumpió sus palabras. Lile entró a la habitación, de mirada gacha, impaciente. Fijó sus pupilas en Nina, ella pareció entender sus pensamientos sin siquiera escucharle.
–Se han llevado a Claude, como a los demás... –realizó una pausa para repletar sus pulmones de aire y buscar, de paso, la convicción necesaria para continuar con la noticia que destrozaría el corazón de su compañera una vez más –ya sabes, fallecerá pronto...lo siento.
Caminó hacia Nina un tanto apresurado. Ella cubrió su rostro a medida que lágrimas empañaban sus ojos, clavando las uñas de sus dedos en la piel de su frente. ¿Cuántas sangre inocente sería derramada antes de que todo terminara?
Lile rodeó su cuello en un cálido abrazo, apegándose todo lo posible a su cuerpo. Lars, por su parte, situó su mano derecha en la espalda de Nina, como signo de entendimiento y empatía. La joven abrazo a Lile utilizando todas sus fuerzas y apretó sus puños presa de una enorme frustración. Estaba segura de siempre recordar la vida de Claude. Sus palabras quedarían guardadas en lo profundo de su ser, porque no pensaba olvidar su promesa, sin importar qué tan oscuro se viera el panorama; y sin importar lo mucho que sufriera mental y físicamente en ese infernal laboratorio.
Se propuso escapar a como dé lugar antes de que alguien más corriera el mismo cruel destino, porque para ella las promesas valían mucho; y por ende jamás pensó en romperlas. Ninguna de ellas.
Lile suspiró y aumentó levemente la fuerza con la que abrazaba el cuerpo de su compañera, sosteniéndole, sintiendo su calor. ¿Cómo le diría que él también comenzaba a sentir los efectos adversos del proyecto? ¿Cómo le transmitiría su dolor?
Ninguno de los presentes en la escondida habitación tenía una remota idea de lo sucedido en la sala de urgencias. Patch suspiró sentándose sobre un cómodo piso sin respaldo, muy cerca de la gran pantalla en el panel de control, junto a Abel y los líderes del equipo forense del hospital: un anciano de cuidada barba blanca con cabellos del mismo color; y una mujer de mejillas grandes, rojizas y pronunciadas.
En la pantalla se repetía una y otra vez una grabación capturada desde el techo del box en cuestión, reproduciendo la intervención de emergencia en el abdomen del joven, hasta la misteriosa explosión de sus órganos. En ese punto las cuatro cámaras funcionales del box se ensuciaban de sangre, imposibilitando ver las escenas posteriores con claridad.
–Nunca había visto algo así, Patch... –habló el anciano, inclinando su cuerpo levemente hacia adelante –. Claro sí he visto casos de descomposición extremos, huesos negros repletos de toxicidad y una que otra enfermedad letal horrenda destruyendo los cuerpos de nuestros pacientes en vida, hasta su muerte; pero jamás una explosión de este calibre.
–¿Por qué tan preocupado? –preguntó la mujer, dudosa, cuestionando el silencio de Patch –. Todos sabemos que a medida que el tiempo pasa aparecen más enfermedades, ¿no podría ser esto una de ellas?
Patch suspiró, dispuesto a mantener el silencio hasta el final.
–¿Cómo no estarlo? Ese pobre joven sufría demasiado. ¿Qué haríamos si volviera a suceder en la eventualidad? Tenemos que buscar las causas y las posibles soluciones, si es una nueva enfermedad como lo planteas tú.
–Esta situación es demasiada extraña, ¡DEMASIADA EXTRAÑA! ¿No vieron lo maltratado que está el cuerpo del joven en general? Tiene cortes y cicatrices por todos lados...heridas irreversibles y hematomas enormes sobre su casi pútrida piel. ¿Acaso no vamos a cuestionarnos qué le sucedía dejando de lado lo de la explosión? –Abel se levantó de su piso de un golpe, visiblemente molesto, alterado, nervioso. Carecía de experiencia en ese tipo de escenarios.
–Lo sé... –susurró Patch, pensando en el joven, uno más de los muchos caídos –. Y eso no es todo...ese líquido extraño, putrefacto y viscoso que expedían los restos de sus órganos...me intriga. Tengo que investigar más al respecto.
Patch se levantó y realizó una pequeña reverencia como disculpa por su repentina decisión. Aunque los presentes sorprendieron ante su actitud, no le detuvieron y continuaron charlando entre ellos.
Salió de la lúgubre habitación forense y caminó por el largo pasillo blanco, impaciente. Cyril respondía sus mensajes periodicamente, terminando con una llamada para platicar mejor. Él se aseguró de que los alrededores estuvieran despejados para contestar a Cyril con su voz femenina, como acostumbraba. Una medida de seguridad. No contestó a la primera llamada por lo mismo. Decidió volver a la habitación de las alturas, donde su amigo (más un hermano para él) descansaba todos los días, a todas horas, en una especie de coma inducido. A altas horas de la noche rara vez pasaba alguien por allí, sólo los enfermeros tenían permitido entrar y no hacían más que revisar los signos vitales del paciente, asegurándose de su bienestar.
Cuando se vio frente a la puerta mecanizada ingresó los números correspondientes en el sello inteligente y obtuvo paso a la habitación. Se aseguro, entonces, de que la misma puerta se cerrara por completo antes de devolver la llamada a Cyril. Ella contestó, y Patch se vio obligado a alejar el aparato móvil de su oído derecho para no terminar con sordera.
–¡¿CÓMO TE ATREVES A IGNORAR MI LLAMADO EN UN MOMENTO ASI?! –gritó Cyril, a todo pulmón.
Patch esperó algunos segundos antes de devolver el aparato a su oído, asegurándose que Cyril no volviera a gritar como una histérica. Le entendía; después de todo ella estaba a cargo de supervisar un montón de departamentos, operaciones y gente. Él podía entender que su estrés estuviera al borde del límite.
–No te ignoré –afirmó él, utilizando su voz femenina –sólo buscaba un lugar apartado para responderte –caminó de un lado a otro, rodeando la camilla de Nissim, su amigo, observándole en el proceso –. ¿Revisaste las imágenes que te envié?
–Lo hice. Pedí a Soleil que apartara la información del joven en la base de datos B. Claude Velly, su nombre. Uno de los cinco jóvenes desaparecidos, ahora uno más de los tantos fallecidos.
–Me intriga muchísimo esto, Cyril. Ese líquido...ese líquido lo conozco; y no lo veía desde hace años. ¿Sabes a qué me refiero?
–¿Crees que podría tener relación con la investigación del tío Aedus y con el problema de Nissim? –preguntó Cyril, sin ser capaz de ocultar su sorpresa –. Es un tema que no tocamos de hace años, prometimos guardar silencio cuando el tío Aedus falleció.
–Sí, podría tener relación. Creo que deberíamos reunirnos a tratar este tema en privado, ¿te parece visitar mi departamento en una hora aproximadamente? ¿O es demasiado precipitado para ti tomarte este tiempo “libre”?
–No, no, sí puedo ir. Estará todo bien si me desaparezco de nuestro escondite por algunas horas. Los chicos aún se dirigen a sus lugares designados, tengo un poco más de libertad.
–Te espero, entonces. Yo iré hacia allá ahora mismo, pediré algunos días libres en el trabajo.
–Vaya, es más serio de lo que parece, si hasta quieres tomarte días libres del trabajo. Está bien, Patch, nos vemos allí.
La llamada se cortó y Patch contactó a Angie para pedirle que cuidara a Nissim mientras él se ausentaba del hospital. Luego de ello se dirigió al estacionamiento y abrió las puertas de su vehículo rojo, posteriormente conduciendo a su apartamento ubicado justo al centro del distrito B, entre los edificios más altos y llamativos.
Se encontró con Cyril en la entrada de la recepción, luego de estacionar su vehículo en el garaje especial para los residentes. No se hablaron ni saludaron a vista de los presentes, caminaron directamente al elevador y esperaron que subiera al sexto piso. Los dos entraron por la puerta central del pasillo luego de que Patch ingresara correctamente el código de seguridad en el dispositivo conectado a la pared. Uno de los mejores en seguridad, impidiendo cualquier señal externa invasiva.
–¡Ahh, de hace mucho tiempo no visitaba tu departamento –Cyril corrió en medio de la sala principal y se lanzó de espaldas a un cómodo sofá rojo para tres personas, muy cercano a la ventana de la amplia terraza con una despampanante vista a la metrópolis colorida.
–No hemos gozado de mucho tiempo para reunirnos desde que tomaste el mando de Night Bird, hace ya años.
El joven estiró su cuerpo y bostezó, cerrando sus párpados. Los abrió al instante, recordando la dantesca escena del hospital; y el cuerpo maltratado de ese joven luego de sufrir un destino fatídico.
–Es difícil, sí, toma mucho tiempo organizar la mayoría de las cosas. También el buscar contactos asegurándome su confianza y silencio. ¡La agenda de mi padre me ha servido mucho más de lo que pensé! –expresó la mujer, quitándose sus zapatos altos, aprovechando de descansar su cuerpo un momento –. Ha valido la pena. Conocer a los chicos, realizar buenas acciones por esta puta sociedad... ¿Soy buena persona, no crees?
Patch abrió el frigorífico asintiendo y bufando al mismo tiempo. Concordaba con las palabras de Cyril, sí le consideraba una buena persona. Así mismo concordaba en que sus métodos de acción de ves en cuando no mostraban esa parte de su personalidad, más bien una impulsividad descontrolada.
–Sí, sí, eres una buena persona –buscó entre los refrescos y agarró dos latas de soda saborizada: una de frambuesa para Cyril y otra de naranja para sí mismo –. Te sigue gustando la de frambuesa, ¿cierto?
–¡Deberías tener algo de alcohol en tu repertorio de refrescos! –se quejó ella –pero sí, me gusta ese sabor aun, me alegra saber que no lo has olvidado.
–Alcohol no, no es lo mio –expresó Patch, caminando en dirección a su acompañante, extendiendo la lata de refresco en su dirección. La puerta del frigorífico se cerró automáticamente luego de treinta segundos –. No podría olvidarlo, prácticamente crecimos juntos, aunque seas mayor. Sé mucho más de ti de lo que me gustaría, la verdad.
–¡No seas así con tu familia, Patch! Irrespetuoso –la mujer apuntó al joven con su dedo índice luego de abrir la lata de refresco en su mano zurda –. Soy mayor que tú, cuida tus palabras.
Patch asintió frunciendo el ceño, otorgando a las palabras de su amiga que más que amiga parecía su prima, sólo para no meterse en más problemas y para no distraerla mucho del tema.
–Tendré más cuidado entonces – susurró él, cruzándose de piernas en una silla individual frente al sofá –. Ahora, al tema que nos interesa –bebió un sorbo de su refresco –ese líquido...estoy seguro que ese líquido es similar al líquido de la investigación en que Aedus participó.
–¿Te refieres a la investigación que utilizó a Nissim como sujeto de prueba? –Cyril ni pestañeó, sorprendida, irguiendo un poco su cuerpo, quitando el estado relajado de su semblante.
–Sí, esa misma investigación, la que le dejó en una especie de coma y luchando cada día por su vida. Es por eso que Aedus se retiró de la investigación que te comento, no quería exponer más a su hijo, menos si eso le conducía a una muerte inevitable. En el fondo se culpaba por permitirlo, y no se habló más del tema, incluso luego de su fallecimiento –dio un leve vistazo a Cyril y luego al paisaje a su izquierda –. Sé que murió arrepintiéndose de sus acciones, de participar en esa investigación conociendo las consecuencias que podía acarrear; y por no haber hallado una cura sensata si bien se dedicó a eso por años.
–Hay muchos misterios, por lo que me comentas. ¿Crees que dejó sus archivos en algún lugar específico?
–Yo...sí, sí, sé donde están, no pensé que se volverían tan relevantes en algún punto de mi vida. Son...cosas que prefiero olvidar. Pero si es necesario encontrar una respuesta, podría llevarte allí para que investiguemos más, y para que analicemos mejor todas sus notas en las instalaciones de Night Bird, junto a los demás.
–¿Y eso cuándo podría ser? Mi instinto me dice que podríamos descubrir algo relevante si buscamos en los archivos del tío Aedus. Tal vez algo que conecte a ese joven, Claude, con aquella investigación y sus repercusiones a largo plazo –Cyril terminó de beber la lata de refresco de un sólo tiro, suspirando satisfecha posteriormente.
–Cuando gustes, Cyril. Creo que me ausentaré de mis funciones del hospital por un largo tiempo, al menos hasta descubrir este misterio. Si revelando la incógnita de los jóvenes y niños desaparecidos me acercó un poco más a la cura para mejorar la salud de Nissim, tengo que centrarme al cien por ciento en ello.
–¿No tendrás problemas luego si dejas tus funciones así como así? Un montón de gente conoce de tu trabajo; y tus pacientes podrían quedar disconformes con tu repentina decisión.
–Estará bien, le pediré a Abel que se quede a cargo, si es que desea reemplazarme. Ahora sólo me importa esa maldita cura y aportar con tus planes. Desde el inicio pertenecía a Night Bird, más que al hospital...aunque suene demasiado tajante.
–¡Bueno, ya lo sé, lo sé! No me des explicaciones a mí, entiendo tu posición, sólo me preocupaba un poco –la mujer se levantó y dejó la lata del refresco en la pequeña y elegante mesa de centro negra, volviendo a sentarse nuevamente, sin acomodarse demasiado –Entonces, ¿quieres ir? Enviaré un mensaje a Soleil para que estén atentos si es que llega a suceder alguna tragedia con los demás grupos. Si llega a suceder, seremos notificados inmediatamente.
–¿Quieres ir ahora? –Patch recogió las latas de los dos refrescos y los echó al bote de basura metálico. Fueron pulverizadas en cuestión de segundos –. Cuando dije que podíamos ir en cualquier momento que quisieras, no pensé que querrías ir ahora mismo, siendo que ya es tan...tarde.
–Mientras más rápido vayamos, más rápido terminaremos este asunto. Vamos, Patch, no te eches hacia atrás ahora.
–¡No me estoy echando hacia atrás! Iremos. La antigua casa está cerca del límite con el distrito C, tomará algún tiempo el viaje. No perdamos el tiempo.
Los dos dejaron el departamento y bajaron lo más rápido posible al estacionamiento, por las escaleras de emergencia, para no imponer tanta presencia a los demás. Cyril subió a su automóvil luego de quitar el seguro de las puertas con su dispositivo electrónico. Patch se sentó en el asiento de copiloto, intercambiando mensajes con Tristan mediante su brazalete inteligente. Prefería comunicarse por allí en medio de las operaciones, un sistema de comunicación privado y encriptado de la mejor forma posible.
“¿Todo marcha bien?”
Envió el mensaje específicamente a Tristan. Éste le respondió al instante.
“Todo bien, ya nos hace falta muy poco para arribar al distrito Z...muy tranquilo el ambiente, hasta el momento”.
Cyril puso marcha al vehículo, adentrándose en las brillantes calles del distrito B, repletas de anuncios y propagandas de entretenimiento móviles, flotando por los cielos, hologramas.
–Recuerdas como llegar, ¿no? –preguntó Patch sin despegar su vista de la pantalla holográfica frente a su rostro.
–Sí, algo. Tengo una leve noción, pero cualquier cosa tú me dices. No soporto la voz horrible de esta GPS. Quizás le diga a Alsen que realice algunas grabaciones para cambiarla. Además, es mejor no dejar rastros de nuestro recorrido, en ninguna parte, aunque suene algo paranoico.
Patch asintió, terminando de escribir la respuesta para Tristan. Le agradaba el platicar con él en asuntos serios. Si bien Tristan daba una apariencia y vibra de tomarse las cosas con humor, en el fondo de su corazón siempre mantenía cierta seriedad y tolerancia inquebrantable. Comentarle de sucesos directamente y sin mucho tacto (más si se trataba de muertes o situaciones grotescas) no le ponía de mal humor, no le causaba nada. Sólo se irritaba si le molestaban con asuntos personales, de sí mismo, gracias a su enorme ego. Una persona confiable mientras no osaran a remarcarle sus debilidades.
“Hoy sucedió algo horrible. Encontraron a otro de los jóvenes desaparecidos en la calle...fue una coincidencia enorme, lo llevaron al hospital donde trabajo”.
“¿Y qué sucedió?”
“Fue ingresado en urgencias...fue horrible, nunca vimos algo similar. Sus órganos se movían por sí mismos dentro de su cuerpo, y terminaron explotando en medio de una exploración de emergencia en su abdomen. ¡Todo el box se repletó de sangre y de vísceras! Luego le siguió un olor putrefacto emanando de un extraño líquido que expedían los restos. ¿Puedes creerlo?”
La respuesta de Tristan demoró mucho más en llegar. Cyril parecía muy atenta en cantar las canciones que reproducía el sistema de sonido instalado en su automóvil, sin preocuparle el charlar con su copiloto. Patch, sin ser muy fanático, se sabía la letra también, gracias al enorme impulso mediático de aquel joven artista en medio de la ciudad, e incluso en su trabajo, entre sus compañeros de turno.
“¡¿Qué?! Dios...eso se lee horrible. Entonces hay uno menos. Mierda...espero podamos terminar con todo esto antes de que le suceda a los restantes.
“Claude Velly, su nombre. Para que tengan más ojo en sus investigaciones”.
“Entiendo. Actualizaremos nuestra ruta de acción. Gracias por informarme, bueno, informarnos. Rose ya anda de chismosa y estoy preocupado. Está manejando distraída”.
“Espero no mueran antes de llegar” escribió Patch, enviando el mensaje al instante, prestando atención al camino; y a la enorme Luna adornando los cielos, más grande y extensa que nunca.
Doblaron en una pista cuádruple en espiral, en conjunto de un montón de distintos vehículos, tomando la calle de la derecha posteriormente, en línea recta hacia su destino, rodeándose de fábricas enormes con movimiento incluso al anochecer, y altas estructuras de acero brillando gracias a la luz natural. Más allá de las fábricas y edificios, Patch visualizó muchas pasarelas blancas, una tras otra, conectando pequeños laboratorios del mismo color, llegando, finalmente, a una pintoresca casa en medio de todas las estructuras, haciendo un contraste tremendo al ser relativamente rústica a diferencia a las demás.
Cyril estacionó en el frontis de la casa, a un lado del jardín en perfecto estado.
–¿Cómo es que el jardín continúa intacto? –cuestionó ella, apagando el motor del vehículo.
–Le pedí a la mejor amiga de Adeus que se pasara por acá de vez en cuando, para que no muriera con él aquello que cuidó tanto en sus últimos años –Patch salió del vehículo, olfateando el aire fresco y algo frío de la noche –. Yo todavía no creo ser capaz de venir aquí a diario –observó la fachada de la casa y una punzada de ansiedad acaparó su corazón.
–Vamos, Patch, esto es necesario, en mayor cantidad si puede tener cierta relación con lo que está sucediendo –la mujer caminó a la puerta, subiendo unas pequeñas escalinatas medianamente deterioradas, plantándose allí, esperando a entrar.
–Lo sé, lo sé, no me regañes. Por algo estoy aquí.
El joven dejó escapar un suspiro al verse a un lado de Cyril, buscando una pequeña llave tradicional en su bolsillo. Introdujo la llave en el orificio de la chapa y abrió la puerta poco a poco, escuchando el rechinido de la misma, sorprendiéndose del impresionante olor a humedad allí adentro.
–Al parecer no le pediste que cuidara un poco el interior de la casa, ¿eh? –destacó Cyril, adentrándose en la oscuridad –. ¿Has estado pagando la electricidad? ¿O tendremos que hacer esto a ciegas?
–Sí la he estado pagando, tonta –Patch apretó los interruptores y encendió todas las luces de la casa, echando un detenido y nostálgico vistazo a sus alrededores. A los sofá, a los muebles para nada ordenados, el montón de papeles en el pequeño mesón del centro...cada lámpara antigua. Al piano colindante a la puerta llevando a la cocina; y al reloj gastado en la pared, detenido, marcando las 12:33pm permanentemente.
–Excelente, nos facilita el trabajo.
Cyril investigó las habitaciones de la casa. Bastante normales para su gusto, careciendo de implementos tecnológicos interesantes a simple vista. La estructura consistía de cinco habitaciones, excluyendo la sala principal en aquella cuenta. A la derecha de la sala existían dos puertas, una al lado de otra, separadas por una brecha de dos metros. La primera habitación sólo poseía una estantería, un escritorio antiguo con una silla de madera, una cama de dos plazas cubierta de una manta color marrón y sábanas blancas; y un estable estante soporte brindando seguridad a una televisión plasma de viejo modelo.
La segunda habitación lucía mucho más juvenil y pulcra, de tapiz rojo y alfombra negra. Dos persianas blancas cubrían las ventanas, a un lado de un enorme armario colindando al mismo tiempo con una repisa repleta de distintos libros (faltando uno que otro para completar la colección) y pequeñas memorias externas desordenadas en los distintos niveles de la repisa. La cama estaba situada justamente al centro, inmaculada, de cobertor rojo sangre y sábanas negras, repleta de cojines de distintos tamaños y colores. A un lado de la cama se veia un escritorio vacío de color negro, frente a un sillón especial del mismo color. Patch no había dejado ninguno de sus aparatos tecnológicos allí.
Cyril caminó hacia la cocina, un espacio relativamente pequeño en comparación al tamaño de la casa en sí, con todo lo necesario para cocinar y no morirse de hambre. Se notaba a leguas que ni Patch ni Adeus le tomaban mucho peso a las artes culinarias en el pasado, cuando alojaban allí juntos. La mujer se abstuvo de revisar el baño, dirigiéndose a la habitación restante. Se encontró con un montón de objetos inservibles, una especie de bodega. Patch le siguió, adentrándose en la bodega, invitándole a entrar. Aseguró la puerta y les encerró allí dentro, caminando a una de las esquinas, la más alejada de la puerta. Existía un botón secreto para nada perceptible a primera vista, Cyril debió mirar de cerca la pared luego de que Patch activara el botón para intentar divisarlo. La pared se movió, revelando unas escaleras que servían de camino hacia otra puerta más al fondo, un lugar secreto.
–Estuve en incontables ocasiones aquí en el pasado y jamás sospeché que el tío Adeus ocultaba algo como una habitación secreta. Al parecer ni mi padre tenía remota idea de esto. Bien hecho, mantuviste el secreto. Bueno, hasta hoy.
–La idea de un secreto es que nadie sepa.
–Tú sabías, no era un secreto por completo –Cyril bajó las escaleras detrás de Patch, activando el mecanismo de la pared para que volviera a su lugar mientras ellos estaban abajo.
–Participé en esa investigación, por más increíble que parezca. Adeus no podía ocultarlo, al menos no de mí. Quería mi ayuda, claro está. Y también quería enseñarme –Patch revisó el montón de llaves que sonaban en el bolsillo de su abrigadora chaqueta. Una por una, atentamente, temblando un poco al notar que la llave de esa puerta en específico no estaba allí –. No encuentro la llave. Mierda...
–Ay Patch, hemos llegado muy lejos sólo para devolvernos porque no está la susodicha llave. Es una puerta tradicional, no sirve tu dispositivo invasivo para abrirla,...tendremos que recurrir a métodos un poco más extremos.
Cyril se adelantó, dispuesta a derribar la puerta a como dé lugar. Patch extendió su brazo, impidiéndole su actuar impulsivo.
–No, lo hago yo.
La mujer retrocedió unos pasos, subiendo tres escalones. Patch suspiró y lanzó una certera patada cargada de fuerzas hacia la chapa de la puerta, causando un estruendo. Pareció ceder lo suficiente como para que volviera a intentarlo un poco más confiado. Tras la segunda patada se abrió de golpe, revelando un laboratorio repleto de máquinas, ordenadores de todos los tamaños, equipos especializados en biología y pequeñas muestras enfrascadas en las paredes, criogenizadas.
–No has perdido tu habilidad. Eso es excelente.
–Odiaría verme en desventaja si algún día me amenazan de muerte por trabajar para Night Bird, debo mantenerme en forma –Patch rascó su cabeza, observando la chapa destrozada –. Tendré que arreglar esto, esperemos que pronto –fijó su mirada en Cyril, centrándose en lo importante. Ella le prestó total atención, acomodando sus gafas –. Este es el laboratorio que Adeus utilizaba para probar sus teorías, ahondar más en el tema de la biología y estudiar si el líquido tan misterioso del que hablábamos era viable, como se creía.
Cyril analizó el perímetro pieza a pieza, sin perder detalle, ni el más mínimo. Night Bird poseía equipos mucho más avanzados en todo sentido, pero los de su difunto tío Adeus no se quedaban atrás. Algo increíble considerando los años dejados atrás desde su creación, tecnología de punta en ese entonces, el pasado.
–Sólo tenía una idea vaga de que utilizaban un líquido especial, pero, ¿cómo funcionaba ese líquido?
–Era confuso, jamás lo entendí muy bien. Si pudiera explicarlo con mis propias palabras...te diría que parecía ser un tipo de contraste. Ya sabes, todos contamos con cierta genética corriendo por nuestras venas, ciertas especificaciones fisiológicas y cerebrales que nos hacen quienes somos. Una mezcla de las muchas ramas biológicas que se dedican a estudiar el cuerpo humano en todo su esplendor. Una persona que tiene mucha más inteligencia que otra posee distintas especificaciones genéticas que una persona un poco menos inteligente, sea en el sentido que sea, aunque suene duro. Ese contraste líquido, al ser inyectado, permitía tener más conocimientos de aquellas especificaciones...en un nivel extremadamente certero y profundo.
–Parece interesante, continúa.
–Se creaban inyecciones especiales de ese líquido, en el área que se deseara estudiar. Luego, con una máquina especial, se escaneaba el cuerpo humano y el líquido permitía que la máquina en sí capturara toda la información necesaria de aquella área, creando pequeñas bases de datos útiles. Esas bases de datos daban pie a los científicos para intentar duplicar el área sometida a estudios. En el caso de Nissim fue su brazo.
Los dos caminaron por el lugar, leyendo ciertos documentos, viendo imágenes en las pantallas de los ordenadores, dando vida nuevamente al lugar.
–Nissim...recuerdo que su brazo derecho lucía algo extraño, débil. Sus dedos no respondían como debían, creo que se debía a la muerte progresiva de sus células, algo sin cura, en avance cada día.
–Exacto. Por eso se ofreció a hacer de sujeto de prueba, quería salvar su brazo...Adeus le autorizó porque claramente deseaba su bienestar. ¿Y cómo piensas que lo hicieron? Creando otro líquido, diferente al líquido de contraste. Éste líquido tenía la capacidad de almacenar información biológica especial, en base a la información capturada con el primer líquido. Tomaron una pequeña muestra de su brazo a un joven saludable que contrataron para ello con el líquido de contraste, algo básico, para nada dañino. Con aquella información crearon el segundo líquido, almacenando aquella muestra y la inyectaron en Nissim una vez, esperando ver resultados. Cuando vieron que su brazo comenzaba a mejorar, continuaron con las inyecciones.
–¿Y no necesitaron más muestras del joven? –preguntó Cyril, absorta en la plática.
–Sé que a qué apuntas cuando me preguntas eso. Cuando se trasplanta un tejido, supongamos que hablamos de eso, se necesita un donante que brinde aquellos tejidos antes del procedimiento, así mismo con los órganos. Nissim no tenía esa posibilidad, su enfermedad no tenía cura...pero con las inyecciones de aquella investigación comenzó a mejorar, sin que fuera necesario contactar al joven para más muestras de su brazo. Los datos capturados bastaban, los científicos podían crear estas inyecciones de información a su voluntad, en cualquier cantidad, mientras se basaran en los datos iniciales que sí debían conseguir de un ser vivo. Tejidos u órganos artificiales interminables, para visualizarlo mejor, de cualquier área corporal que ellos desearan...y no sólo eso, podían potenciarla de manera que calzara con la enfermedad a tratar hasta ver resultados, es por eso que Nissim comenzó a sanar. Pero...
–¿Pero...? –preguntó Cyril, sorprendida, erizada. La investigación de la que hablaba Patch se oía conveniente y letal al mismo tiempo.
–Pero salieron a la luz los fallos que ellos no previeron. El líquido contenedor de información resultaba ser demasiado fuerte y letal para el cuerpo humano. Podían obtener mejoras mínimas sin mayores problemas; sin embargo, no se contuvieron al momento de inyectar a Nissim para estudiar su evolución, porque no sabían en ese entonces de aquellas repercusiones, hasta que su brazo empeoró en otro aspecto, no por su enfermedad inicial. Cuando le escanearon mejor para entender qué sucedía, se dieron cuenta que el líquido no salía del cuerpo de Nissim, lo que no debía suceder. La información debía quedar dentro de su cuerpo, mejorar sus tejidos poco a poco, pero el líquido no, este debía ser desechado como los demás desechos humanos, ya sabes. En ese momento comenzó a expandirse poco a poco, a lugares que no debía, llegando a sus hombros e incluso a su cuello, causando principios de necrosis, o algo similar. No tenían la cura, jamás pudieron encontrarla...es por eso que decidieron “congelar” a Nissim, al menos la parte afectada; y forzaron su coma, esperando que su cuerpo al estar dormido ocupara menos energía, impidiendo que el líquido avanzara más del lugar congelado. Una investigación prometedora, pero fallida, a fin de cuentas...
Cyril abrió los labios dispuesta a contestar la explicación de Patch. Una inesperada llamada se lo impidió.
–Lo siento, Patch. Sabes que necesito contestar, puede ser importante. Déjame ver de qué se trata y continuamos con la plática.
–Adelante, no te preocupes –él sonrió y se dedicó a revisar las distintas fotos en el ordenador central.
Encontró una que le llamó bastante la atención...en él estaba Adeus, su mentor (más un padre a sus ojos); Nissim, hijo de Adeus; junto a uno de los científicos más influyentes de la investigación y proyecto, un hombre anciano llamado Ciro. Recordaba a Ciro como un gran amigo de Adeus, un hombre gracioso y sociable...no sabía nada de él desde el fallecimiento de Adeus, hacía años. No deseaba contactarlo, la nostalgia le quitaba esa idea de la cabeza. Además no sabía cómo.
Prestó tanta atención a la imagen que no se dedicó a escuchar la llamada de Cyril, no hasta que ella gritó alarmada y apretó su brazo.
–El tercer grupo está en problemas, ¡la infiltración fue descubierta! Julian... –respiró hondo, intentando mantener la calma –Julian está grave, ¡debemos devolvernos ahora ya!
Patch asintió, comentando a Cyril que se adelantara, que le alcanzaba al instante. No pensaba dejar el lugar sin llevarse consigo toda la información de los ordenadores y de las notas de Adeus. Debía llegar al fondo del asunto a como dé lugar.
Abrió la puerta de su habitación personal, intrigado. Echó un vistazo procurando no dejarse escuchar ni ver antes de decidirse a revelar su presencia allí. Lile no se veía por ningún lado y Nina leía un libro enorme, sentada en el sofá del centro. Su expresión curiosa le daba aires de ternura. Se concentraba mucho en las palabras que sus ojos leían.
Lars se dedicó a observarle en silencio. Nina cargaba consigo algo...especial. No logró definirlo con exactitud; pero el sentimiento cálido no se desprendió de su pecho, no hasta que Nina cerró el libro frente a su rostro de un golpe y observó en su dirección. Lars dio un pequeño salto, ¿cómo sabía ella que no se encontraba sola allí?
–Buenos días, Lars –ella chocó sus pupilas contra los del pequeño, sonriendo levemente.
–Buenos días –respondió él, con cierta vergüenza en su hablar –. ¿Puedo preguntar cómo es que advertiste mi presencia? Estoy completamente seguro de no haber causado ningún ruido importante, incluso leve.
–Eso es un secreto...sólo lo sé y ya, quédate con esa respuesta, es mejor de ese modo.
–¡Agh! –se quejó el pequeño, doblando su labio inferior. Se acercó a Nina, desviando un poco su mirada – ¿En serio piensas dejarme con la intriga?
–¡Sí! Así todo es más interesante –rió ella, orgullosa de su misterioso actuar –. Hablando de intereses...¿qué cosas te causaban interés en tu día a día, Lars? Claro, antes de que terminaras acá.
–De todo un poco –respondió él, sentándose en una silla cercana a la mesa y al sofá –conocimientos útiles, sin importar a qué área apuntaran estos. Me dedicaba a estudiar junto a mi familia siempre que se daba la ocasión para ello. Desde matemáticas puras a tópicos sociales y psicológicos.
–Entiendo –meditó por un momento, sin despegar sus ojos del pequeño –. ¿No tenías, por casualidad, interés en una rama artística o algo por el estilo? ¡A mí me gusta mucho el arte! No tengo demasiado talento, pero me gusta dibujar.
–Sí, sí tengo intereses en el arte, también. El dibujo por sobre todo, similar a ti. Bueno, el arte en general, en resumidas cuentas.
–¡Vaya! Tengo un compañero de dibujo después de tanto tiempo, al fin –Nina corrió como una niña pequeña hacia un estante enorme muy cercano a la puerta de acero. En él descansaban un sinfín de libros perfectamente clasificados, de distintos tópicos, faltando un único libro: el que la joven leía en el sofá minutos atrás.
Ella buscó en los respaldos superiores, de puntillas, hasta encontrar un cuaderno de dibujo algo viejo y una caja negra repleta de lápices para colorear, de todos los tipos –Ven, dibujemos un rato –expresó ella, extendiendo una hoja de papel en dirección a Lars.
Lars se acercó a la joven ya más animado. Le gustaba su compañía...dio gracias a los cielos por toparse con ella y no con algún individuo con claras malas intenciones.
Estuvieron allí, sentados en el piso, dibujando por un buen rato. Lars dibujaba por su parte sobre la hoja blanca, el regalo de Nina. Cerraba sus párpados y concentraba toda su mente con tal de no perder en sus recuerdos lo que deseaba plasmar. Nina pintaba con colores su dibujo ya terminado: una ilustración bastante infantil de Lars, Lile y ella misma en un paisaje hermoso.
–Tu dibujo es muy característico –expresó Lars, sonriente –recuerdo esos libros para niños que solía leer años atrás.
–¡Gracias! Lo hice para nosotros, para que tengamos un recuerdo de los tres si es que algo malo llega a a suceder –extendió el cuaderno de dibujo hacia el pequeño, invitándole a observar el dibujo con mayor detalle.
Lars lo tomó entre sus manos y lo analizó con mayor detenimiento: Nina se había dibujado a sí misma en el medio, tan optimista como acostumbraba a enfrentar la vida, tomando la mano de Lile con su mano derecha y la mano de Lars con su mano izquierda. Lars sonreía también, escondiendo su brazo zurdo detrás de su espalda. Lile, extrañamente, se unía a las sonrisas. Al pequeño le pareció algo inusual. Nina había dedicado mayor esmero a pintar sus hermosos ojos Lila, los cuales parecían brillar.
–Me parece un tanto extraño que hayas dibujado una sonrisa en el rostro de Lile. No me lo imagino como el tipo de persona que sonríe habitualmente.
–Sobre eso... –Nina dio un vistazo al dibujo, suspirando a la posteridad –ese es el Lile de hace dos años. El no solía ser tan distante y apático en ese entonces, como le percibes ahora. Al menos no tanto...
–¿Y qué sucedió con él?
–Con él nada, o eso es lo que quiero creer. Es obvio que todos estos años le han sentado mal, a cada uno de nosotros nos han sentado pésimo; pero el cambio más grande que ha sufrido se debe a Krystal...esa maldita bruja.
–Comprendo. No conozco más a Krystal que de vista, pero...no lo sé, no me brinda buena vibra, su mirada es extraña.
–¿Cierto? Hasta tú lo notas, y acabas de llegar. No entiendo como es que Lile no abre los ojos...idiota.
–¿Le odias?
–No, no, claro que no. No podría odiarle. He estado con él durante diez largos años, desde mi infancia hasta mi juventud. Es obvio que le aprecio; y que le quiero un montón; y que... –Nina titubeó, guardando silencio.
–¿Y...? –Lars aguantó su respiración un momento, intentando predecir las palabras que Nina omitía expresar.
–Nada, y nada...es un idiota, eso es todo.
Lars juntó sus labios, creía entender el sentimiento que Nina guardaba dentro de sí como un preciado secreto. Decidió no insistir más en el asunto, no deseaba incomodar a su nueva amiga.
–¿Qué has dibujado tú? –ella sonrió, disipando lo pesado del ambiente.
Lars extendió la hoja de papel, su dibujo, hacia la joven, bajando un poco la cabeza. Ella se sorprendió positivamente al vislumbrar el perfecto retrato de una mujer de largo cabello lacio suelto, de hermosos labios carnosos y de mirada decidida.
–¿Quién es ella?
–Mi madre –respondió Lars –. Creo que para lo único que agradezco tener esta memoria mía es para recordar su rostro sin que se difumine ni un poco.
–Vaya...el dibujo es hermoso. Podrías dedicarte a esto sin problemas –Nina devolvió el dibujo al pequeño y acarició su cabeza empleando aprecio y suavidad –. Estoy segura que tu madre siempre sintió mucho orgullo por ti, Lars. Por ello debes continuar viviendo...
La puerta de acero se abrió de golpe. Nina se levantó instantáneamente, ayudando a Lars a ponerse en pie, de igual modo. Su expresión relajada no cambió ni un poco, la presencia nueva allí no ponía nerviosa a la joven, por ende, tampoco a Lars.
–Hola Nina, Lars –un joven de aproximadamente 25 años de edad saludó a los dos individuos allí presentes –. Es hora de desayunar.
–Ya te tardabas, Jung. Pensé que te había asesinado o algo por el estilo –bromeó Nina con el científico. Lars se preguntó si Nina se estaba metiendo en problemas al hablarle de esa forma tan casual a uno de los “tipos malos”.
–Sé que me extrañarías si ese termina siendo mi destino –Jung continuó la broma como si se tratara de lo más normal del mundo –. Venga, vamos. No quiero que me regañen porque nos atrasamos, sería totalmente innecesario.
–Vamos, Lars. Jung no es una amenaza, no es necesario que te preocupes.
Lars asintió, silencioso; y caminó junto a Nina hasta verse fuera de la habitación, en los largos pasillos monocromos, grisáceos.
–¿Cómo ha estado Lile? –preguntó Jung –desde hace mucho que no me topo con él como para charlar un rato. Bueno, probablemente no querría hacerlo, de todos modos, ya sabes como es.
–Normal, como siempre, supongo. Digo, sigue tan embelesado con la bruja Krystal...¿cómo puedes trabajar con ella sin querer morirte?
–Siempre quiero morirme, Nina. Mi situación no difiere mucho de la tuya. La diferencia es que yo gozo un poco más de libertad. No estoy aquí porque quiero, ¿sabes? Llevo un collar similar al tuyo, la amenaza es similar.
–Yo claramente estoy peor que tú y no me quiero morir. Es decir, al menos tú no tienes que soportar esas sesiones repletas de pinchazos y líquidos extraños.
–Pero sí a Krystal, y a menudo. Es como mil patadas en el estómago.
–Te compadezco. ¡Igual! No tienes que pensar así. Saldremos de aquí.
–Espero tu optimismo no esté equivocado.
Cruzaron un montón de puertas automáticas de máxima seguridad. Éstas se fueron cerrando a medida que les fueron dejando atrás, instantáneamente, al no percibir movimiento ni calor corporal de algún ser vivo.
Finalmente llegaron a una sala amplia, con las mismas tonalidades y grises de los pasillos. Dos largas mesas largas perfectamente simétricas se vislumbraban allí, paralelas, situadas en medio de las resbaladizas baldosas blancas. La pared del fondo estaba repleta de grandes ventanales permitiendo una vista privilegiada al jardín de flores y de árboles exóticos.
–Bueno, acomódense. Nina, guía a Lars. Es su primera vez aquí –Jung se alejó y caminó hacia los ventanales, juntándose con sus colegas científicos, Krystal, Ciro y Joel entre ellos.
Lars miró hacia las mesas: cuatro jóvenes se alimentaban en ellas, ingiriendo distintos tipos de comida. Lile estaba allí, entre ellos, dando la espalda al jardín. Él pegó su mirada en Nina, absteniéndose de saludarla, bajando la mirada. Ella notó su actitud y resopló, levantando los hombros. Krystal observaba los movimientos de los jóvenes atentamente, centrándose mucho más en Lile, su “marioneta”. Nina sabía que la actitud distante de Lile se debía a ella...decidió no pensar más al respecto, al menos no por el momento.
–Vamos, Lars, ven –Nina apretó la mano del pequeño y se acercó a uno de los jóvenes en la mesa, más a la derecha, observando de frente a los ventanales.
El collar apretado se veía sobre los cuellos de todos allí, sin excepciones. Lars percató en ello, preguntándose si él también sentiría la opresión física y psicológica en la eventualidad. Le aterraba la idea, aún si no se consideraba a sí mismo un quejica. Vivir en un distrito peligroso privado de comodidades toda su vida le había dado cierta adaptación útil a situaciones de alto riesgo, la mayoría de ellas. Sin embargo, la imagen en su cabeza de Lile retorciéndose en el piso por falta de aire no dejaba de acecharle.
Nina se sentó en una silla cuadrada de poca comodidad, Lars se sentó a su lado derecho y echó un vistazo al joven cercano: éste parecía un muerto en vida. Con grandes ojeras negras, labios secos y partidos, mirada distante y desenfocada. Su cuerpo extra delgado permitía que sus costillas se vieran con detalle gracias a la ropa apegada que llevaba puesta. No parecía estar muy presente allí, en esa habitación, lucía aturdido y no daba ni un bocado a su comida contundente. Sobaba su abdomen intentando darse ánimos, ignorando su incesante dolor creciente.
–Claude... –Nina cubrió sus labios visiblemente consternada. No en muchas ocasiones gozaba de la oportunidad de desayunar o comer junto a los demás. De todos los jóvenes allí, después de Lile, era Claude con quien mejor se llevaba. Un joven amable, de buen corazón. Él más que cualquiera de ellos no merecía estar allí, o eso creía ella. La última vez que le había visto y platicado con él, aproximadamente dos semanas antes de aquel encuentro, parecía saludable, optimista respecto a su vida. ¿Qué sucedía? De un momento a otro parecía estar al borde de la muerte –. ¿Estás bien Claude? Bueno, al parecer no...ignora mi pregunta estúpida, lo siento mucho.
Claude juntó las fuerzas necesarias y rió. Su risa se convirtió en una tos seca, dolorosa, que le obligó a a sujetar su pecho para encontrar un poco de estabilidad. Nina sobó su espalda, preocupada. No pensó en pedir ayuda...en el fondo sabía que a Claude le restaba poco tiempo, y odiaba verse en esa situación una vez más, perdiendo un compañero, cayendo en cuenta que ella podía ser la próxima...o quizás Lile. No incluía a Lars en sus pensamientos, porque acababa de llegar a ese horrendo laboratorio. Estaba segura que serviría de utilidad para los científicos por un buen tiempo, no le eliminarían rápido. Ese pensamiento le impulsaba a meditar más seriamente en un escape forzoso.
–No te preocupes, Nina...sabíamos que esto terminaría así –la voz del joven se escuchaba débil, resignada, sin dejar el afecto por Nina de lado –. Se ha acabado mi utilidad. En parte me siento feliz, ¿sabes? Mis días en este infierno llegan a su fin.
Claude fijó su atención en Lars, moviendo su rostro para observarle mejor, revelando un sinfín de feas y profundas cicatrices sobre su piel. Un tajo vertical cortaba gran parte de su labio, como otro cortaba su párpado, siéndole imposible abrirlo. Y esos dos cortes eran los más notorios de un gran repertorio de pequeñas cicatrizaciones blancas. Lars tragó saliva, nervioso. ¿Qué tipo de maltrato había resistido ese chico?
–¿Otro más? Ya veo...no me esperaba menos.
–Llegó ayer, está con nosotros. Lo siento, Claude, por no poder hacer nada más para salvarte –Nina sentía un peso enorme en su pecho: tristeza, impotencia y rabia.
Su corazón le gritaba que no se rindiera ante las adversidades del camino; pero en instancias así pensaba de la muerte como una buena idea si con ello se libraba de presenciar como poco a poco sus alrededores se vaciaban tras el derramamiento de la sangre inocente de sus compañeros en cautiverio. Terminaba sintiéndose egoísta al analizar aún más sus ideas y sentimientos.
Lars se dedicó a observar la escena comiendo los vegetales de muy buen aspecto que adornaban la mesa, su comida. Se veían más que apetitosos, grandes, casi irreales.
Claude, Nina y Lars ingerían comida liviana, notándose en sus contexturas delgadas y frágiles. Lile y su acompañante más cercano (un joven frente a él) ingerían proteínas, principalmente, un montón de ellas. Carne, pollo, huevos, arroz: alimentos que les servían para obtener musculatura fácil. Lile gozaba de un cuerpo fuerte, repleto de músculos por todos lados, aún si no se notaba a simple vista. Mantenía una proporción equilibrada entre sus extremidades y su torso. Le servía mucho al momento de luchar y probar sus habilidades en las pruebas físicas, de velocidad y resistencia.
–Nina... –Claude tomó las manos de Nina entre las suyas –. Te conozco, Nina. Conozco tu mirada, tu expresión, puedo saber lo que estás pensando...y no, no es la respuesta. Para ti no es la respuesta.
–¿Y por qué para ti sí debe serla? No quiero que te vayas, Claude. Cuando pensaba en escapar tú siempre estabas allí, conmigo, sonriendo, feliz.
Claude dedicó una sonrisa sincera y melancólica a Nina, acariciando sus nudillos, lamentando que el destino fuera tan cruel con él, con sus sueños, su sentir.
–No debes afligirte demasiado, no debes perder esas ganas de escapar. Puede parecer imposible pensar en la libertad cuando posees un recordatorio constante de tu esclavitud, estos collares...pero, aun con diez años de cautiverio y maltrato encima, estás aquí, convenciéndome de no rendirme. ¿Cómo renuncias a un sentimiento tan intenso como aquel?
Claude tenía razón. Algo dentro de ella le impedía lanzar la toalla por completo, esperanza en su pecho. Quería escapar aunque no hallaba la forma correcta de hacerlo, porque no existía un plan correcto que no sacrificara la vida de alguien más, o la suya propia.
–Me es imposible renunciar a él, lo he intentado y no es lo mio. Quiero volver a respirar tranquila, quiero desprenderme de este collar que no me permite descansar sin ansiedad...sin embargo, lo que más quiero por sobre todas las cosas es salvarlos a ustedes. Y mi corazón se rompe al caer en cuenta que tú no resistirás, Claude.
Rechazó el echarse a llorar allí mismo, no le gustaba mostrar debilidad frente a los científicos, mucho menos ante Krystal, quien no dejaba de observarle esperando que cometiera algún error para castigarle. Podía sentir la mirada de la mujer pegada sobre su frente, filosa, malintencionada, enrabiada.
–Nina...mi estadía aquí, estos últimos cinco años, han sido una pesadilla, un terror constante. Y aún así siento que cada corte, cada golpe, cada pinchazo, cada grito y cada injusticia valieron la pena si con ello pude conocerte a ti – Claude volteó su rostro para toser y cubrió su boca, intentando controlar su cuerpo –. Gracias por calmar mi corazón con cada sonrisa...por repletar mi mente de tu luz y tu optimismo –volvió a toser, con un montón de dolor –. Gracias por todo, y lo siento por lo poder acompañarte más allá.
Lars dejó de masticar su comida. Sentía el peso de aquellas palabras en su garganta: empatía. Claude se expresaba sincero, sus palabras quebrantaban en sobremanera la apatía de la que se aferraba. Sabía, por experiencia propia, lo que se sentía perder a una persona querida de un momento a otro, sin previo aviso.
–No tienes que agradecerme por tratarte con respeto y con cariño...son acciones que no deberías agradecer –Nina apretó las manos de Claude con notoria preocupación, calentando su fría piel.
–Nina, prometeme que no te rendirás, que sin importar lo que suceda aquí no pensarás en dejar esta vida. Por favor, sólo así podré encontrar paz.
–Te lo prometo Claude. Te lo prometo...
El peso de Claude fue demasiado cuando éste desvaneció, cayendo de la silla a un lado de la joven, impactando su cuerpo contra las baldosas blancas. Nina intentó levantarle; sus delgados brazos no lo lograron. Se arrodilló a un lado de Claude sin saber qué decir. Sin importar cuántas veces se había visto a sí misma en el mismo escenario, le impactaba como la primera vez.
–Claude... –susurró ella, golpeando suavemente la mejilla de su amigo, intentando despertarlo –. Despierta, Claude...
Lars se levantó alarmado, dispuesto a ayudar a Nina. Sangre emanaba de la nariz y la boca media abierta de Claude, manchando gran parte de su largo cabello de líquido carmesí. Lars se agachó por instinto a un costado del joven, tocando su frente. Sus extremidades dieron un salto al percibir una mano apretando con fuerzas su antebrazo derecho por detrás, hasta levantarle: Ciro, quien le obligó a retroceder y caminar hacia una salida alternativa del salón.
–Ven, Lars, tengo que tratar ciertos asuntos contigo. No te preocupes de lo que sucede aquí, todo estará bien.
La risa macabra de Ciro le dejaba en claro que, a diferencia de lo que afirmaba, las cosas no estarían bien. Lo último que vio antes de cruzar la puerta fue a Krystal atrapando y levantando a Nina desde su espalda, apretando su abdomen; a ésta última moviéndose con violencia, gritando; y los ojos brillantes, repletos de ira de Lile, a la distancia, dudosos por igual.
Volteó la cabeza luego de que la puerta se cerrase frente a sus narices, prestando atención al largo pasillo tan monótono como los demás. Dejó escapar un enorme suspiro. Ciro no le dirigió la palabra, acto que agradeció bastante.
Se vio, minutos después, dentro de un pequeño cuarto repleto de figuras abstractas por todos lados, de distintos colores y tamaños.
–Adelante –Ciro tocó la espalda del pequeño, dándole un leve empujón, invitándole a entrar. Lars obedeció y puso pie en aquel cuarto tan extraño, manteniéndose alerta –. Siéntate, Lars, no tengas miedo.
Se sentó en una cómoda silla reclinable, justo al centro de las figuras. Las paredes estaban pintadas de color azabache y carecían de cualquier tipo de ventana. El cuarto se iluminaba tenue gracias a las lámparas artificiales en el techo. Hacía mucho frío allí dentro, Lars sobó sus propios brazos para entrar en calor.
–Bien, realizaremos algunas pruebas iniciales. Es esencial que me respondas todo lo que te pregunte.
–Está bien.
Tres máquinas distintas se acomodaron sobre el pequeño, sin tocarle, diminutas, casi imperceptibles, escaneando por completo su cerebro, incluso sin acercarse demasiado. Ciro sonrió ampliamente y asintió satisfecho, no se había equivocado con el pequeño, poseía todo lo que le hacía falta a la investigación y mucho más. El fallo en el intercambio con el dueño del bar no tendría peso, afortunadamente para ellos.
Pensaba iniciar midiendo su velocidad de procesamiento con una ecuación larguísima y compleja. Leyo la ecuación en voz alta, procurando modular bien sus palabras. Lars escuchó empleando muchísima atención, calculando progresivamente en su mente el resultado. Le parecía fácil, solía realizar ese tipo de actividades junto a Karin para matar el aburrimiento, o para predecir el movimiento enemigo. Cuando el científico dejó de hablar, él respondió secamente el resultado, confiado de haber llegado al resultado correcto.
–Excelente –confirmó Ciro, anotando el resultado en su libreta holográfica –. Bien, probemos con otra cosa.
Ciro activó una pantalla flotante frente al pequeño, con un texto larguísimo que le hizo leer en un dos por tres. Lars lo leyó tranquilo, sin preocuparse de la velocidad; y lo memorizó completo, similar a cuando memorizaba los eternos códigos de Pitah al ayudarle en sus tareas diarias de vez en cuando.
Recitó el texto tal cual estaba escrito, palabra a palabra, cuidando las puntuaciones y signos del escrito en cuestión. Ciro curvó sus labios, más que satisfecho. No sólo Lars poseía una velocidad excepcional al resolver problemas complejos, su mente poseía la capacidad útil de retener cualquier información al instante, sin importar la velocidad de recepción ni el ritmo en sí, ni la cantidad de palabras o números.
Ciro continuó probando a Lars en distintas áreas y de distintas formas, intentando buscar algún tema o acción en que el pequeño no realizara un trabajo perfecto. No lo consiguió.
Al ser sólo un niño, Lars no poseía conocimientos de aquellos tópicos por los que no había ahondado o investigado más; sin embargo, al momento de predecir u ordenar información difícil, no fallaba. Ciro meditó, en el proceso de las pruebas, el ponerle desafíos difíciles, aquellas ecuaciones que le causaban un eterno dolor de cabeza a él y a su equipo de trabajo especializado.
Decidió probar qué tal luego de hacerle leer a Lars los archivos de la investigación, al menos los métodos utilizados en las ecuaciones, no la información importante. Lars lo leyó todo tomándose su tiempo, prestando atención, maravillado de lo que lograba comprender con los textos, tópicos frescos en su cerebro. En el día a día no resultaba nada fácil conseguir conocimientos tan potentes en los distritos bajos, al menos no sin involucrarse en el letal mercado negro.
–¿Qué tal todo? –preguntó Ciro, caminando de un lado a otro, sin despegar su vista del pequeño allí –información útil, ¿no es así?
–Claro que sí. Cualquier información nueva es interesante –. Lars terminó de leer todo dejando escapar un largo suspiro...cerró sus párpados y proceso cada estrofa instantáneamente.
–Bien, Lars, esta es sólo una prueba –aclaró Ciro, relajando un poco su severidad en presencia del pequeño. Podía serle más que útil si le mantenía con vida y se aseguraba de no dañarlo como a los demás –No es necesario que respondas correctamente, sólo intentalo, ¿está bien? –se acercó al pequeño y susurró en su oído –: nada malo sucederá si la respuesta es incorrecta –se separó de él y sonrió, monitoreando las máquinas del cuarto para no perder detalle alguno.
–Entiendo... –respondió Lars, incómodo, alerta tras el inesperado ademán de Ciro.
El científico reflejó una enorme ecuación en la pantalla frente a su invitado, sobando su espalda adolorida en el proceso. Cada día notaba más el deterioro de su cuerpo en concordancia a su envejecimiento.
Lars observó la ecuación y liberó su mente. Siempre que resolvía un problema imaginaba engranajes uniéndose y girando dentro de su cabeza, uno tras otro, apoyándose mutuamente para dar vida y motor a un engranaje mucho más grande: la respuesta correcta. En aquella tensa instancia los engranajes no parecían girar, algo les detenía. Bastó con que uno de ellos girara un poco para que todos los demás lo hicieran también.
Abrió sus labios y dejó salir la respuesta, intuyendo su éxito. El anciano no confirmó si el resultado estaba correcto, no dijo ninguna palabra, es más, intrigando al pequeño, quien pensó estar en serios problemas.
–Recordaré tu respuesta –Ciro le ordenó levantarse, con un ademán relajado.
Detuvo las máquinas y envió sus datos a la base central para trabajarlos luego, sin interrupciones. Por supuesto, probaría el continuar sus investigaciones con la cifra que Lars le había proporcionado luego de resolver la ecuación que le quitaba el sueño. Debía aprovecharse de tener esa inteligencia poco vista tan cerca, resolver sus dudas y aceptar grandes proyectos lucrativos de la élite. Meditó la idea de atrapar a Lars con un collar en su cuello; pero no quería ganarse su desconfianza. Debía cuidarlo a toda costa, lavarle el cerebro, de ser necesario, similar a lo que Krystal había logrado con Lile, para que él por sí mismo decidiera quedarse allí y aportar a la ciencia, como un trabajo cualquiera. ¿Cómo hacerlo? He ahí la cuestión.
Caminaron los dos juntos, de vuelta a la habitación que compartía con Nina y Lile. Ya atardecía.
–Nos veremos pronto, Lars. Considera un regalo de mi parte el que no lleves ese collar sobre tu cuello –fueron las últimas palabras del anciano antes de que la puerta se abriera, cerrándose tras la espalda del pequeño luego de que este pusiera pie dentro.
Nina se acercó visiblemente preocupada, mordiendo sus propios dedos. Su mejilla se veía un poco más hinchada y lucía un notorio hematoma azulado sobre su piel. Lars no evitó el dibujar una expresión de angustia en su rostro al percatarse: Nina no poseía específicamente ese hematoma aquella mañana. Infirió que se debía a la conmoción de Claude, lo de su mejilla y la evidente ansiedad que le impedía mantenerse tranquila en un sólo lugar.
–¿Estás bien? –preguntó ella, verificando minuciosamente los brazos del pequeño, buscando signos de alguna agresión –me alegra ver que Ciro no te ha hecho daño...
–¿A ti te ha hecho daño? –Lars situó su mano en el hombro de Nina, queriendo calmar su ansiedad.
–Más del que te imaginas... –guardó silencio, inmóvil. Abrió sus párpados en sorpresa al notar un detalle favorable en su nuevo amigo –. ¡No llevas el collar! –sonrió feliz –me alegro tanto...
La puerta abriéndose nuevamente interrumpió sus palabras. Lile entró a la habitación, de mirada gacha, impaciente. Fijó sus pupilas en Nina, ella pareció entender sus pensamientos sin siquiera escucharle.
–Se han llevado a Claude, como a los demás... –realizó una pausa para repletar sus pulmones de aire y buscar, de paso, la convicción necesaria para continuar con la noticia que destrozaría el corazón de su compañera una vez más –ya sabes, fallecerá pronto...lo siento.
Caminó hacia Nina un tanto apresurado. Ella cubrió su rostro a medida que lágrimas empañaban sus ojos, clavando las uñas de sus dedos en la piel de su frente. ¿Cuántas sangre inocente sería derramada antes de que todo terminara?
Lile rodeó su cuello en un cálido abrazo, apegándose todo lo posible a su cuerpo. Lars, por su parte, situó su mano derecha en la espalda de Nina, como signo de entendimiento y empatía. La joven abrazo a Lile utilizando todas sus fuerzas y apretó sus puños presa de una enorme frustración. Estaba segura de siempre recordar la vida de Claude. Sus palabras quedarían guardadas en lo profundo de su ser, porque no pensaba olvidar su promesa, sin importar qué tan oscuro se viera el panorama; y sin importar lo mucho que sufriera mental y físicamente en ese infernal laboratorio.
Se propuso escapar a como dé lugar antes de que alguien más corriera el mismo cruel destino, porque para ella las promesas valían mucho; y por ende jamás pensó en romperlas. Ninguna de ellas.
Lile suspiró y aumentó levemente la fuerza con la que abrazaba el cuerpo de su compañera, sosteniéndole, sintiendo su calor. ¿Cómo le diría que él también comenzaba a sentir los efectos adversos del proyecto? ¿Cómo le transmitiría su dolor?
Ninguno de los presentes en la escondida habitación tenía una remota idea de lo sucedido en la sala de urgencias. Patch suspiró sentándose sobre un cómodo piso sin respaldo, muy cerca de la gran pantalla en el panel de control, junto a Abel y los líderes del equipo forense del hospital: un anciano de cuidada barba blanca con cabellos del mismo color; y una mujer de mejillas grandes, rojizas y pronunciadas.
En la pantalla se repetía una y otra vez una grabación capturada desde el techo del box en cuestión, reproduciendo la intervención de emergencia en el abdomen del joven, hasta la misteriosa explosión de sus órganos. En ese punto las cuatro cámaras funcionales del box se ensuciaban de sangre, imposibilitando ver las escenas posteriores con claridad.
–Nunca había visto algo así, Patch... –habló el anciano, inclinando su cuerpo levemente hacia adelante –. Claro sí he visto casos de descomposición extremos, huesos negros repletos de toxicidad y una que otra enfermedad letal horrenda destruyendo los cuerpos de nuestros pacientes en vida, hasta su muerte; pero jamás una explosión de este calibre.
–¿Por qué tan preocupado? –preguntó la mujer, dudosa, cuestionando el silencio de Patch –. Todos sabemos que a medida que el tiempo pasa aparecen más enfermedades, ¿no podría ser esto una de ellas?
Patch suspiró, dispuesto a mantener el silencio hasta el final.
–¿Cómo no estarlo? Ese pobre joven sufría demasiado. ¿Qué haríamos si volviera a suceder en la eventualidad? Tenemos que buscar las causas y las posibles soluciones, si es una nueva enfermedad como lo planteas tú.
–Esta situación es demasiada extraña, ¡DEMASIADA EXTRAÑA! ¿No vieron lo maltratado que está el cuerpo del joven en general? Tiene cortes y cicatrices por todos lados...heridas irreversibles y hematomas enormes sobre su casi pútrida piel. ¿Acaso no vamos a cuestionarnos qué le sucedía dejando de lado lo de la explosión? –Abel se levantó de su piso de un golpe, visiblemente molesto, alterado, nervioso. Carecía de experiencia en ese tipo de escenarios.
–Lo sé... –susurró Patch, pensando en el joven, uno más de los muchos caídos –. Y eso no es todo...ese líquido extraño, putrefacto y viscoso que expedían los restos de sus órganos...me intriga. Tengo que investigar más al respecto.
Patch se levantó y realizó una pequeña reverencia como disculpa por su repentina decisión. Aunque los presentes sorprendieron ante su actitud, no le detuvieron y continuaron charlando entre ellos.
Salió de la lúgubre habitación forense y caminó por el largo pasillo blanco, impaciente. Cyril respondía sus mensajes periodicamente, terminando con una llamada para platicar mejor. Él se aseguró de que los alrededores estuvieran despejados para contestar a Cyril con su voz femenina, como acostumbraba. Una medida de seguridad. No contestó a la primera llamada por lo mismo. Decidió volver a la habitación de las alturas, donde su amigo (más un hermano para él) descansaba todos los días, a todas horas, en una especie de coma inducido. A altas horas de la noche rara vez pasaba alguien por allí, sólo los enfermeros tenían permitido entrar y no hacían más que revisar los signos vitales del paciente, asegurándose de su bienestar.
Cuando se vio frente a la puerta mecanizada ingresó los números correspondientes en el sello inteligente y obtuvo paso a la habitación. Se aseguro, entonces, de que la misma puerta se cerrara por completo antes de devolver la llamada a Cyril. Ella contestó, y Patch se vio obligado a alejar el aparato móvil de su oído derecho para no terminar con sordera.
–¡¿CÓMO TE ATREVES A IGNORAR MI LLAMADO EN UN MOMENTO ASI?! –gritó Cyril, a todo pulmón.
Patch esperó algunos segundos antes de devolver el aparato a su oído, asegurándose que Cyril no volviera a gritar como una histérica. Le entendía; después de todo ella estaba a cargo de supervisar un montón de departamentos, operaciones y gente. Él podía entender que su estrés estuviera al borde del límite.
–No te ignoré –afirmó él, utilizando su voz femenina –sólo buscaba un lugar apartado para responderte –caminó de un lado a otro, rodeando la camilla de Nissim, su amigo, observándole en el proceso –. ¿Revisaste las imágenes que te envié?
–Lo hice. Pedí a Soleil que apartara la información del joven en la base de datos B. Claude Velly, su nombre. Uno de los cinco jóvenes desaparecidos, ahora uno más de los tantos fallecidos.
–Me intriga muchísimo esto, Cyril. Ese líquido...ese líquido lo conozco; y no lo veía desde hace años. ¿Sabes a qué me refiero?
–¿Crees que podría tener relación con la investigación del tío Aedus y con el problema de Nissim? –preguntó Cyril, sin ser capaz de ocultar su sorpresa –. Es un tema que no tocamos de hace años, prometimos guardar silencio cuando el tío Aedus falleció.
–Sí, podría tener relación. Creo que deberíamos reunirnos a tratar este tema en privado, ¿te parece visitar mi departamento en una hora aproximadamente? ¿O es demasiado precipitado para ti tomarte este tiempo “libre”?
–No, no, sí puedo ir. Estará todo bien si me desaparezco de nuestro escondite por algunas horas. Los chicos aún se dirigen a sus lugares designados, tengo un poco más de libertad.
–Te espero, entonces. Yo iré hacia allá ahora mismo, pediré algunos días libres en el trabajo.
–Vaya, es más serio de lo que parece, si hasta quieres tomarte días libres del trabajo. Está bien, Patch, nos vemos allí.
La llamada se cortó y Patch contactó a Angie para pedirle que cuidara a Nissim mientras él se ausentaba del hospital. Luego de ello se dirigió al estacionamiento y abrió las puertas de su vehículo rojo, posteriormente conduciendo a su apartamento ubicado justo al centro del distrito B, entre los edificios más altos y llamativos.
Se encontró con Cyril en la entrada de la recepción, luego de estacionar su vehículo en el garaje especial para los residentes. No se hablaron ni saludaron a vista de los presentes, caminaron directamente al elevador y esperaron que subiera al sexto piso. Los dos entraron por la puerta central del pasillo luego de que Patch ingresara correctamente el código de seguridad en el dispositivo conectado a la pared. Uno de los mejores en seguridad, impidiendo cualquier señal externa invasiva.
–¡Ahh, de hace mucho tiempo no visitaba tu departamento –Cyril corrió en medio de la sala principal y se lanzó de espaldas a un cómodo sofá rojo para tres personas, muy cercano a la ventana de la amplia terraza con una despampanante vista a la metrópolis colorida.
–No hemos gozado de mucho tiempo para reunirnos desde que tomaste el mando de Night Bird, hace ya años.
El joven estiró su cuerpo y bostezó, cerrando sus párpados. Los abrió al instante, recordando la dantesca escena del hospital; y el cuerpo maltratado de ese joven luego de sufrir un destino fatídico.
–Es difícil, sí, toma mucho tiempo organizar la mayoría de las cosas. También el buscar contactos asegurándome su confianza y silencio. ¡La agenda de mi padre me ha servido mucho más de lo que pensé! –expresó la mujer, quitándose sus zapatos altos, aprovechando de descansar su cuerpo un momento –. Ha valido la pena. Conocer a los chicos, realizar buenas acciones por esta puta sociedad... ¿Soy buena persona, no crees?
Patch abrió el frigorífico asintiendo y bufando al mismo tiempo. Concordaba con las palabras de Cyril, sí le consideraba una buena persona. Así mismo concordaba en que sus métodos de acción de ves en cuando no mostraban esa parte de su personalidad, más bien una impulsividad descontrolada.
–Sí, sí, eres una buena persona –buscó entre los refrescos y agarró dos latas de soda saborizada: una de frambuesa para Cyril y otra de naranja para sí mismo –. Te sigue gustando la de frambuesa, ¿cierto?
–¡Deberías tener algo de alcohol en tu repertorio de refrescos! –se quejó ella –pero sí, me gusta ese sabor aun, me alegra saber que no lo has olvidado.
–Alcohol no, no es lo mio –expresó Patch, caminando en dirección a su acompañante, extendiendo la lata de refresco en su dirección. La puerta del frigorífico se cerró automáticamente luego de treinta segundos –. No podría olvidarlo, prácticamente crecimos juntos, aunque seas mayor. Sé mucho más de ti de lo que me gustaría, la verdad.
–¡No seas así con tu familia, Patch! Irrespetuoso –la mujer apuntó al joven con su dedo índice luego de abrir la lata de refresco en su mano zurda –. Soy mayor que tú, cuida tus palabras.
Patch asintió frunciendo el ceño, otorgando a las palabras de su amiga que más que amiga parecía su prima, sólo para no meterse en más problemas y para no distraerla mucho del tema.
–Tendré más cuidado entonces – susurró él, cruzándose de piernas en una silla individual frente al sofá –. Ahora, al tema que nos interesa –bebió un sorbo de su refresco –ese líquido...estoy seguro que ese líquido es similar al líquido de la investigación en que Aedus participó.
–¿Te refieres a la investigación que utilizó a Nissim como sujeto de prueba? –Cyril ni pestañeó, sorprendida, irguiendo un poco su cuerpo, quitando el estado relajado de su semblante.
–Sí, esa misma investigación, la que le dejó en una especie de coma y luchando cada día por su vida. Es por eso que Aedus se retiró de la investigación que te comento, no quería exponer más a su hijo, menos si eso le conducía a una muerte inevitable. En el fondo se culpaba por permitirlo, y no se habló más del tema, incluso luego de su fallecimiento –dio un leve vistazo a Cyril y luego al paisaje a su izquierda –. Sé que murió arrepintiéndose de sus acciones, de participar en esa investigación conociendo las consecuencias que podía acarrear; y por no haber hallado una cura sensata si bien se dedicó a eso por años.
–Hay muchos misterios, por lo que me comentas. ¿Crees que dejó sus archivos en algún lugar específico?
–Yo...sí, sí, sé donde están, no pensé que se volverían tan relevantes en algún punto de mi vida. Son...cosas que prefiero olvidar. Pero si es necesario encontrar una respuesta, podría llevarte allí para que investiguemos más, y para que analicemos mejor todas sus notas en las instalaciones de Night Bird, junto a los demás.
–¿Y eso cuándo podría ser? Mi instinto me dice que podríamos descubrir algo relevante si buscamos en los archivos del tío Aedus. Tal vez algo que conecte a ese joven, Claude, con aquella investigación y sus repercusiones a largo plazo –Cyril terminó de beber la lata de refresco de un sólo tiro, suspirando satisfecha posteriormente.
–Cuando gustes, Cyril. Creo que me ausentaré de mis funciones del hospital por un largo tiempo, al menos hasta descubrir este misterio. Si revelando la incógnita de los jóvenes y niños desaparecidos me acercó un poco más a la cura para mejorar la salud de Nissim, tengo que centrarme al cien por ciento en ello.
–¿No tendrás problemas luego si dejas tus funciones así como así? Un montón de gente conoce de tu trabajo; y tus pacientes podrían quedar disconformes con tu repentina decisión.
–Estará bien, le pediré a Abel que se quede a cargo, si es que desea reemplazarme. Ahora sólo me importa esa maldita cura y aportar con tus planes. Desde el inicio pertenecía a Night Bird, más que al hospital...aunque suene demasiado tajante.
–¡Bueno, ya lo sé, lo sé! No me des explicaciones a mí, entiendo tu posición, sólo me preocupaba un poco –la mujer se levantó y dejó la lata del refresco en la pequeña y elegante mesa de centro negra, volviendo a sentarse nuevamente, sin acomodarse demasiado –Entonces, ¿quieres ir? Enviaré un mensaje a Soleil para que estén atentos si es que llega a suceder alguna tragedia con los demás grupos. Si llega a suceder, seremos notificados inmediatamente.
–¿Quieres ir ahora? –Patch recogió las latas de los dos refrescos y los echó al bote de basura metálico. Fueron pulverizadas en cuestión de segundos –. Cuando dije que podíamos ir en cualquier momento que quisieras, no pensé que querrías ir ahora mismo, siendo que ya es tan...tarde.
–Mientras más rápido vayamos, más rápido terminaremos este asunto. Vamos, Patch, no te eches hacia atrás ahora.
–¡No me estoy echando hacia atrás! Iremos. La antigua casa está cerca del límite con el distrito C, tomará algún tiempo el viaje. No perdamos el tiempo.
Los dos dejaron el departamento y bajaron lo más rápido posible al estacionamiento, por las escaleras de emergencia, para no imponer tanta presencia a los demás. Cyril subió a su automóvil luego de quitar el seguro de las puertas con su dispositivo electrónico. Patch se sentó en el asiento de copiloto, intercambiando mensajes con Tristan mediante su brazalete inteligente. Prefería comunicarse por allí en medio de las operaciones, un sistema de comunicación privado y encriptado de la mejor forma posible.
“¿Todo marcha bien?”
Envió el mensaje específicamente a Tristan. Éste le respondió al instante.
“Todo bien, ya nos hace falta muy poco para arribar al distrito Z...muy tranquilo el ambiente, hasta el momento”.
Cyril puso marcha al vehículo, adentrándose en las brillantes calles del distrito B, repletas de anuncios y propagandas de entretenimiento móviles, flotando por los cielos, hologramas.
–Recuerdas como llegar, ¿no? –preguntó Patch sin despegar su vista de la pantalla holográfica frente a su rostro.
–Sí, algo. Tengo una leve noción, pero cualquier cosa tú me dices. No soporto la voz horrible de esta GPS. Quizás le diga a Alsen que realice algunas grabaciones para cambiarla. Además, es mejor no dejar rastros de nuestro recorrido, en ninguna parte, aunque suene algo paranoico.
Patch asintió, terminando de escribir la respuesta para Tristan. Le agradaba el platicar con él en asuntos serios. Si bien Tristan daba una apariencia y vibra de tomarse las cosas con humor, en el fondo de su corazón siempre mantenía cierta seriedad y tolerancia inquebrantable. Comentarle de sucesos directamente y sin mucho tacto (más si se trataba de muertes o situaciones grotescas) no le ponía de mal humor, no le causaba nada. Sólo se irritaba si le molestaban con asuntos personales, de sí mismo, gracias a su enorme ego. Una persona confiable mientras no osaran a remarcarle sus debilidades.
“Hoy sucedió algo horrible. Encontraron a otro de los jóvenes desaparecidos en la calle...fue una coincidencia enorme, lo llevaron al hospital donde trabajo”.
“¿Y qué sucedió?”
“Fue ingresado en urgencias...fue horrible, nunca vimos algo similar. Sus órganos se movían por sí mismos dentro de su cuerpo, y terminaron explotando en medio de una exploración de emergencia en su abdomen. ¡Todo el box se repletó de sangre y de vísceras! Luego le siguió un olor putrefacto emanando de un extraño líquido que expedían los restos. ¿Puedes creerlo?”
La respuesta de Tristan demoró mucho más en llegar. Cyril parecía muy atenta en cantar las canciones que reproducía el sistema de sonido instalado en su automóvil, sin preocuparle el charlar con su copiloto. Patch, sin ser muy fanático, se sabía la letra también, gracias al enorme impulso mediático de aquel joven artista en medio de la ciudad, e incluso en su trabajo, entre sus compañeros de turno.
“¡¿Qué?! Dios...eso se lee horrible. Entonces hay uno menos. Mierda...espero podamos terminar con todo esto antes de que le suceda a los restantes.
“Claude Velly, su nombre. Para que tengan más ojo en sus investigaciones”.
“Entiendo. Actualizaremos nuestra ruta de acción. Gracias por informarme, bueno, informarnos. Rose ya anda de chismosa y estoy preocupado. Está manejando distraída”.
“Espero no mueran antes de llegar” escribió Patch, enviando el mensaje al instante, prestando atención al camino; y a la enorme Luna adornando los cielos, más grande y extensa que nunca.
Doblaron en una pista cuádruple en espiral, en conjunto de un montón de distintos vehículos, tomando la calle de la derecha posteriormente, en línea recta hacia su destino, rodeándose de fábricas enormes con movimiento incluso al anochecer, y altas estructuras de acero brillando gracias a la luz natural. Más allá de las fábricas y edificios, Patch visualizó muchas pasarelas blancas, una tras otra, conectando pequeños laboratorios del mismo color, llegando, finalmente, a una pintoresca casa en medio de todas las estructuras, haciendo un contraste tremendo al ser relativamente rústica a diferencia a las demás.
Cyril estacionó en el frontis de la casa, a un lado del jardín en perfecto estado.
–¿Cómo es que el jardín continúa intacto? –cuestionó ella, apagando el motor del vehículo.
–Le pedí a la mejor amiga de Adeus que se pasara por acá de vez en cuando, para que no muriera con él aquello que cuidó tanto en sus últimos años –Patch salió del vehículo, olfateando el aire fresco y algo frío de la noche –. Yo todavía no creo ser capaz de venir aquí a diario –observó la fachada de la casa y una punzada de ansiedad acaparó su corazón.
–Vamos, Patch, esto es necesario, en mayor cantidad si puede tener cierta relación con lo que está sucediendo –la mujer caminó a la puerta, subiendo unas pequeñas escalinatas medianamente deterioradas, plantándose allí, esperando a entrar.
–Lo sé, lo sé, no me regañes. Por algo estoy aquí.
El joven dejó escapar un suspiro al verse a un lado de Cyril, buscando una pequeña llave tradicional en su bolsillo. Introdujo la llave en el orificio de la chapa y abrió la puerta poco a poco, escuchando el rechinido de la misma, sorprendiéndose del impresionante olor a humedad allí adentro.
–Al parecer no le pediste que cuidara un poco el interior de la casa, ¿eh? –destacó Cyril, adentrándose en la oscuridad –. ¿Has estado pagando la electricidad? ¿O tendremos que hacer esto a ciegas?
–Sí la he estado pagando, tonta –Patch apretó los interruptores y encendió todas las luces de la casa, echando un detenido y nostálgico vistazo a sus alrededores. A los sofá, a los muebles para nada ordenados, el montón de papeles en el pequeño mesón del centro...cada lámpara antigua. Al piano colindante a la puerta llevando a la cocina; y al reloj gastado en la pared, detenido, marcando las 12:33pm permanentemente.
–Excelente, nos facilita el trabajo.
Cyril investigó las habitaciones de la casa. Bastante normales para su gusto, careciendo de implementos tecnológicos interesantes a simple vista. La estructura consistía de cinco habitaciones, excluyendo la sala principal en aquella cuenta. A la derecha de la sala existían dos puertas, una al lado de otra, separadas por una brecha de dos metros. La primera habitación sólo poseía una estantería, un escritorio antiguo con una silla de madera, una cama de dos plazas cubierta de una manta color marrón y sábanas blancas; y un estable estante soporte brindando seguridad a una televisión plasma de viejo modelo.
La segunda habitación lucía mucho más juvenil y pulcra, de tapiz rojo y alfombra negra. Dos persianas blancas cubrían las ventanas, a un lado de un enorme armario colindando al mismo tiempo con una repisa repleta de distintos libros (faltando uno que otro para completar la colección) y pequeñas memorias externas desordenadas en los distintos niveles de la repisa. La cama estaba situada justamente al centro, inmaculada, de cobertor rojo sangre y sábanas negras, repleta de cojines de distintos tamaños y colores. A un lado de la cama se veia un escritorio vacío de color negro, frente a un sillón especial del mismo color. Patch no había dejado ninguno de sus aparatos tecnológicos allí.
Cyril caminó hacia la cocina, un espacio relativamente pequeño en comparación al tamaño de la casa en sí, con todo lo necesario para cocinar y no morirse de hambre. Se notaba a leguas que ni Patch ni Adeus le tomaban mucho peso a las artes culinarias en el pasado, cuando alojaban allí juntos. La mujer se abstuvo de revisar el baño, dirigiéndose a la habitación restante. Se encontró con un montón de objetos inservibles, una especie de bodega. Patch le siguió, adentrándose en la bodega, invitándole a entrar. Aseguró la puerta y les encerró allí dentro, caminando a una de las esquinas, la más alejada de la puerta. Existía un botón secreto para nada perceptible a primera vista, Cyril debió mirar de cerca la pared luego de que Patch activara el botón para intentar divisarlo. La pared se movió, revelando unas escaleras que servían de camino hacia otra puerta más al fondo, un lugar secreto.
–Estuve en incontables ocasiones aquí en el pasado y jamás sospeché que el tío Adeus ocultaba algo como una habitación secreta. Al parecer ni mi padre tenía remota idea de esto. Bien hecho, mantuviste el secreto. Bueno, hasta hoy.
–La idea de un secreto es que nadie sepa.
–Tú sabías, no era un secreto por completo –Cyril bajó las escaleras detrás de Patch, activando el mecanismo de la pared para que volviera a su lugar mientras ellos estaban abajo.
–Participé en esa investigación, por más increíble que parezca. Adeus no podía ocultarlo, al menos no de mí. Quería mi ayuda, claro está. Y también quería enseñarme –Patch revisó el montón de llaves que sonaban en el bolsillo de su abrigadora chaqueta. Una por una, atentamente, temblando un poco al notar que la llave de esa puerta en específico no estaba allí –. No encuentro la llave. Mierda...
–Ay Patch, hemos llegado muy lejos sólo para devolvernos porque no está la susodicha llave. Es una puerta tradicional, no sirve tu dispositivo invasivo para abrirla,...tendremos que recurrir a métodos un poco más extremos.
Cyril se adelantó, dispuesta a derribar la puerta a como dé lugar. Patch extendió su brazo, impidiéndole su actuar impulsivo.
–No, lo hago yo.
La mujer retrocedió unos pasos, subiendo tres escalones. Patch suspiró y lanzó una certera patada cargada de fuerzas hacia la chapa de la puerta, causando un estruendo. Pareció ceder lo suficiente como para que volviera a intentarlo un poco más confiado. Tras la segunda patada se abrió de golpe, revelando un laboratorio repleto de máquinas, ordenadores de todos los tamaños, equipos especializados en biología y pequeñas muestras enfrascadas en las paredes, criogenizadas.
–No has perdido tu habilidad. Eso es excelente.
–Odiaría verme en desventaja si algún día me amenazan de muerte por trabajar para Night Bird, debo mantenerme en forma –Patch rascó su cabeza, observando la chapa destrozada –. Tendré que arreglar esto, esperemos que pronto –fijó su mirada en Cyril, centrándose en lo importante. Ella le prestó total atención, acomodando sus gafas –. Este es el laboratorio que Adeus utilizaba para probar sus teorías, ahondar más en el tema de la biología y estudiar si el líquido tan misterioso del que hablábamos era viable, como se creía.
Cyril analizó el perímetro pieza a pieza, sin perder detalle, ni el más mínimo. Night Bird poseía equipos mucho más avanzados en todo sentido, pero los de su difunto tío Adeus no se quedaban atrás. Algo increíble considerando los años dejados atrás desde su creación, tecnología de punta en ese entonces, el pasado.
–Sólo tenía una idea vaga de que utilizaban un líquido especial, pero, ¿cómo funcionaba ese líquido?
–Era confuso, jamás lo entendí muy bien. Si pudiera explicarlo con mis propias palabras...te diría que parecía ser un tipo de contraste. Ya sabes, todos contamos con cierta genética corriendo por nuestras venas, ciertas especificaciones fisiológicas y cerebrales que nos hacen quienes somos. Una mezcla de las muchas ramas biológicas que se dedican a estudiar el cuerpo humano en todo su esplendor. Una persona que tiene mucha más inteligencia que otra posee distintas especificaciones genéticas que una persona un poco menos inteligente, sea en el sentido que sea, aunque suene duro. Ese contraste líquido, al ser inyectado, permitía tener más conocimientos de aquellas especificaciones...en un nivel extremadamente certero y profundo.
–Parece interesante, continúa.
–Se creaban inyecciones especiales de ese líquido, en el área que se deseara estudiar. Luego, con una máquina especial, se escaneaba el cuerpo humano y el líquido permitía que la máquina en sí capturara toda la información necesaria de aquella área, creando pequeñas bases de datos útiles. Esas bases de datos daban pie a los científicos para intentar duplicar el área sometida a estudios. En el caso de Nissim fue su brazo.
Los dos caminaron por el lugar, leyendo ciertos documentos, viendo imágenes en las pantallas de los ordenadores, dando vida nuevamente al lugar.
–Nissim...recuerdo que su brazo derecho lucía algo extraño, débil. Sus dedos no respondían como debían, creo que se debía a la muerte progresiva de sus células, algo sin cura, en avance cada día.
–Exacto. Por eso se ofreció a hacer de sujeto de prueba, quería salvar su brazo...Adeus le autorizó porque claramente deseaba su bienestar. ¿Y cómo piensas que lo hicieron? Creando otro líquido, diferente al líquido de contraste. Éste líquido tenía la capacidad de almacenar información biológica especial, en base a la información capturada con el primer líquido. Tomaron una pequeña muestra de su brazo a un joven saludable que contrataron para ello con el líquido de contraste, algo básico, para nada dañino. Con aquella información crearon el segundo líquido, almacenando aquella muestra y la inyectaron en Nissim una vez, esperando ver resultados. Cuando vieron que su brazo comenzaba a mejorar, continuaron con las inyecciones.
–¿Y no necesitaron más muestras del joven? –preguntó Cyril, absorta en la plática.
–Sé que a qué apuntas cuando me preguntas eso. Cuando se trasplanta un tejido, supongamos que hablamos de eso, se necesita un donante que brinde aquellos tejidos antes del procedimiento, así mismo con los órganos. Nissim no tenía esa posibilidad, su enfermedad no tenía cura...pero con las inyecciones de aquella investigación comenzó a mejorar, sin que fuera necesario contactar al joven para más muestras de su brazo. Los datos capturados bastaban, los científicos podían crear estas inyecciones de información a su voluntad, en cualquier cantidad, mientras se basaran en los datos iniciales que sí debían conseguir de un ser vivo. Tejidos u órganos artificiales interminables, para visualizarlo mejor, de cualquier área corporal que ellos desearan...y no sólo eso, podían potenciarla de manera que calzara con la enfermedad a tratar hasta ver resultados, es por eso que Nissim comenzó a sanar. Pero...
–¿Pero...? –preguntó Cyril, sorprendida, erizada. La investigación de la que hablaba Patch se oía conveniente y letal al mismo tiempo.
–Pero salieron a la luz los fallos que ellos no previeron. El líquido contenedor de información resultaba ser demasiado fuerte y letal para el cuerpo humano. Podían obtener mejoras mínimas sin mayores problemas; sin embargo, no se contuvieron al momento de inyectar a Nissim para estudiar su evolución, porque no sabían en ese entonces de aquellas repercusiones, hasta que su brazo empeoró en otro aspecto, no por su enfermedad inicial. Cuando le escanearon mejor para entender qué sucedía, se dieron cuenta que el líquido no salía del cuerpo de Nissim, lo que no debía suceder. La información debía quedar dentro de su cuerpo, mejorar sus tejidos poco a poco, pero el líquido no, este debía ser desechado como los demás desechos humanos, ya sabes. En ese momento comenzó a expandirse poco a poco, a lugares que no debía, llegando a sus hombros e incluso a su cuello, causando principios de necrosis, o algo similar. No tenían la cura, jamás pudieron encontrarla...es por eso que decidieron “congelar” a Nissim, al menos la parte afectada; y forzaron su coma, esperando que su cuerpo al estar dormido ocupara menos energía, impidiendo que el líquido avanzara más del lugar congelado. Una investigación prometedora, pero fallida, a fin de cuentas...
Cyril abrió los labios dispuesta a contestar la explicación de Patch. Una inesperada llamada se lo impidió.
–Lo siento, Patch. Sabes que necesito contestar, puede ser importante. Déjame ver de qué se trata y continuamos con la plática.
–Adelante, no te preocupes –él sonrió y se dedicó a revisar las distintas fotos en el ordenador central.
Encontró una que le llamó bastante la atención...en él estaba Adeus, su mentor (más un padre a sus ojos); Nissim, hijo de Adeus; junto a uno de los científicos más influyentes de la investigación y proyecto, un hombre anciano llamado Ciro. Recordaba a Ciro como un gran amigo de Adeus, un hombre gracioso y sociable...no sabía nada de él desde el fallecimiento de Adeus, hacía años. No deseaba contactarlo, la nostalgia le quitaba esa idea de la cabeza. Además no sabía cómo.
Prestó tanta atención a la imagen que no se dedicó a escuchar la llamada de Cyril, no hasta que ella gritó alarmada y apretó su brazo.
–El tercer grupo está en problemas, ¡la infiltración fue descubierta! Julian... –respiró hondo, intentando mantener la calma –Julian está grave, ¡debemos devolvernos ahora ya!
Patch asintió, comentando a Cyril que se adelantara, que le alcanzaba al instante. No pensaba dejar el lugar sin llevarse consigo toda la información de los ordenadores y de las notas de Adeus. Debía llegar al fondo del asunto a como dé lugar.