Busco un piso con vistas a las estrellas, en el barrio donde todos los cielos son azules y la hierba siempre es más verde que en otros sitios que he visto durante este viaje emprendido con el convencimiento de que busco residencia en la profundidad del abismo, para reconfortarme en la sensación de que nunca más tocaré fondo, siempre mirando sólo hacia arriba hasta que encuentre una escalera que me suba al piso que
busco en mitad del desierto, donde el paisaje es eterno y mutable a la vez, un lugar donde intentar hallar el equilibrio entre las noches heladas de la soledad y los días ardientes de la esperanza, a la vez que busco castillo en el fondo del mar, donde todo cambia constantemente y las mareas van y vienen, donde agua y cielo parecen una misma cosa que contemplar mientras busco un refugio en mitad de esas tormentas en que el cielo se rompe encima de mí, donde bailar con los relámpagos sin que me puedan herir de muerte, y gritar a coro con el trueno el rugido de mi furia, algo que siempre he deseado siempre que busco una cabaña en un monte que está en medio de la nada, sin nadie que pueda recordarme la crueldad humana, sólo la crueldad de la Naturaleza a mi alrededor, la única que puedo comprender desde que busco asilo en el corazón de alguna persona, para dormir allí mientras un latido me acuna, cálido y sin interrupciones ¿será acaso porque busco un escondite donde no me halle la muerte, ni la enfermedad ni el miedo?
Puede que sí, que sea eso, o simplemente que
busco el hogar de las respuestas a todo aquello que siempre he querido saber, el lugar donde los viejos dioses esperan a que se les recuerde, y a contar sus secretos.
Puede que me los contaran a mí también si supieran que
busco habitación en un hotel en el fin del mundo, donde pueda ver en qué acaba todo esto y cómo empieza todo de nuevo, en interminable ciclo.
Tengo una visión de la oportunidad nueva, del comenzar desde cero, una visión en la que busco una cama en un hospital que cure heridas del alma, son muchas las que tengo ya, y en el que un médico comprensivo no me tome por un loco si le digo que busco el corazón de las tinieblas, la oscuridad absoluta que me ayudará a ver mi propia luz, esa que me ilumina por dentro cuando me desespero y busco el silencio y el frío de una tienda de campaña cristalizada en un glaciar, el poco calor que me queda convirtiéndome en algo especial entre tanto frío, sentirme algo único y así recordar desde lo más profundo de mi olvido que busco mi lugar en la línea del destino, en los ojos de la gente y en la mente de algún ángel que tendrá piedad de mí, él podrá susurrarme si me estoy equivocando al creer que sólo busco una caravana al borde de un barranco, tener la sensación de que la decisión de lanzarme al vacío o dejar que mis pies sigan en tierra es sólo mía, algo con que distraerme cuando intento convencerme de que no, no busco vivir en las luces del Norte, mirando la tierra desde lo alto y el espacio desde abajo, pensando en un punto medio desde el que puede que no consiga llegar nunca a donde yo quiero, a esa parada que busco temiendo que quizás me quede en el camino, pero aún así, en mi defensa, podré llevar la cabeza bien alta, sabiendo que, al menos, busco.
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