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El concepto del vampiro, tal como lo conocemos actualmente, es básicamente el producto de la fusión de dos supersticiones y terrores diferentes, que, de vez en cuando, se siguen presentando de forma separada. La primera característica esencial del vampiro es que se trata de una persona a la que se consideraba muerta y que vuelve de la tumba. La segunda es que bebe sangre humana. Tal vez esta división de las funciones básicas del vampiro permita comprender mejor el mito.

Al fin y al cabo, los vivos siempre han reaccionado ante los muertos con toda la gama de emociones: Amor, odio, culpa, incompresión o miedo. Y la correlación sangre=vida es tan antigua como la mas vieja de las religiones. En el caso del vampiro, estas dos fuentes originales de ansidedad se funden en la imagen de un muerto que regresa para arrebatar el sagrado fluido vital de los vivos.

Pero existe otra dimensión, y muy importante, de esta creencia, estudiada en el libro de Ernest Jones On the nightmare: Jones señala que, muy frecuentemente, la sangre es un símbolo inconsciente del semen, e insiste en la gran cantidad de referencias sexuales que aparecen en las leyendas vampíricas, aun en las mas antiguas.
En Rumanía se pensaba que el vampiro seducía a jóvenes del sexo opuesto, abusando sexualmente de ellos hasta que morían de agotamiento. Los Caldeos creían que el acto sexual precedía a la bebida de sangre. 
Se dice que los Indios Pisachas violaban y devoraban a mujeres borrachas o dormidas. Los Lamias griegos y romanos eran a la vez amantes y vampiros: después de la conquista sexual (e incluso después del matrimonio) se revelaban como comedores de carne humana.
La abundancia de material disponible demuestra que en muchos casos resulta difícil distinguir entre la función sexual y la violenta. Existen solo diferencias mínimas entre los mitos del vampiro y del súcubo, que roba la energía sexual de los mortales mientras estos duermen. Con mucha frecuencia, ambos parecen inseparables: algún demonio realiza la dos perversas funciones en estrecha relación.
De hecho, contra lo que se podría pensar, tan solo en tiempos recientes la función sexual del vampiro quedo relegada al terreno de la sugerencia y en un segundo plano.

Pero debe tenerse en cuenta que existe una importante distinción entre la paranoia sexual que encontramos en este caso y el sexismo patológico que parece haber rodeado la idea de las brujas.
En el folklore, el vampirismo nunca ha sido exclusivo de uno de los dos sexos. Una y otra vez, aparece simplemente en la forma que resulta más atractiva 
para su víctima. Y, mientras que en los casos de brujería la víctima sufre una perdida o enfermedad inmediata, sin ninguna compesación en forma de placer sexual, las atenciones del vampiro se suelen describir con fascinación e incluso complaciencia: sus visitas provocan un gran placer, aunque contaminado.
Otro dato interesante es que nunca se ha acusado a los vampiros de provocar impotencia (más bien, de lo contrario), mientrás que una de las acusaciones más frecuentes contra las brujas era la de interferir con la función sexual del hombre. En términos psicológicos, esta diferencia es muy significativa, ya que parece indicar que la patología del mito del vampiro, aunque tiene sus raíces en una división entre alma y el cuerpo, es muchísimo menos maligna, destructiva y machista que las furias internas que impulsaron la caza y aniquilación de pobres mujeres consideradas como brujas.

De hecho, comparada con la caza de brujas de los siglos XV y XVI, la paranoia del vampiro ha sido relativamente insignificante. La Iglesia Católica la ha tratado como una rama menor de la brujería, esto puede haberse debido a la creencia de la incorruptibilidad de los cuerpos santos. 
Sin embargo la Iglesia Ortodoxa Griega promociono activamente la idea de los vampiros, advirtiendo que los herejes se exponían a convertirse en tales después de morir.

El caso de vampirismo mejor documentado de la historia tuvo lugar en Meduegna (Yugoslavia) en 1732. En dicha ocasión, una delegación de dignatarios y oficiales de alta graduación acudieron al pueblo afectado, firmando después una estremecedora declaración donde se describe la inhumación de numerosos cadáveres rebosantes de sangre fresca, que fueron atravesados con estacas.Resulta imposible reconstruir fielmente el incidente, pero es indudable que las epidemias y las privaciones se combinan a veces, dando lugar a episodios de masas, mil veces más horripilantes que las criaturas sobrenaturales más fantásticas.

 Extracto resumido del libro "El vampiro en el Cine" de David Pirrie