04-10-2020, 07:00 AM
Enriqueta Martí, la "vampira" de Barcelona
El de Enriqueta Martí es unos de los casos policiales más macabros, escabrosos y mediáticos de la Barcelona (España) de principios del siglo XX. Es la historia de una mujer de los bajos fondos, que actuó como curandera y alcahueta, a la que se acusó del secuestro, explotación y asesinato de niños.
"Un guardia municipal ha encontrado esta mañana a la niña desaparecida. Estaba secuestrada por una mujer de unos cuarenta años, llamada Enriqueta Martí, en una casa de la calle de Poniente. Cuando el público ha conocido la noticia, se ha agolpado frente al domicilio de Enriqueta y, para evitar un asalto, han tenido que acudir las fuerzas del orden público. Ampliaré detalles". De esta manera informaba la prensa barcelonesa de principios del siglo XX de la detención de la que sería tristemente conocida como "Vampira de Barcelona". Todo empezó el 27 de febrero de 1912, cuando una vecina llamada Claudina Elías, al asomarse a la ventana, vio a un niño y a una niña. Uno de ellos llevaba la cabeza rapada. Preocupada, lo comentó con otro vecino el cual llamó de inmediato a la policía municipal.
De niñera a proxeneta.
Nacida en 1871 en la localidad catalana de Sant Feliu de Llobregat, Enriqueta Martí Ripollés (según otros autores su segundo apellido era Ripoll) se trasladó muy joven a Barcelona, donde trabajó como niñera antes de dedicarse a la prostitución. Casada con Joan Pujaló, un pintor venido a menos, la pareja se ganaba la vida como podía: vendiendo antigüedades, de la caridad e incluso montaron una herboristería en la que Enriqueta se dedicó a ejercer como curandera.
Sin dejar de frecuentar los bajos fondos y locales de mala muerte, durante el día Enriqueta mendigaba en casas de caridad, conventos y parroquias. Vestía harapos y en ocasiones iba acompañada de niños que hacía pasar por sus hijos (los mismos niños que posteriormente prostituía o presuntamente asesinaba). Sin embargo, por las noches, se vestía con ropas lujosas, sombreros y pelucas, y se hacía ver en ambientes donde acudía la clase acomodada de Barcelona, como el Casino de la Arrabasada, donde posiblemente ofreciera sus servicios como proxeneta especializada en niños.
En 1909, Enriqueta fue detenida por regentar un prostíbulo en la calle Minerva de la Ciudad Condal, donde ofrecía los servicios de niños de 5 a 16 años. Pero el proceso contra ella no prosperó porque alguien que debía ser muy poderoso, y del que se desconoce el nombre, intercedió en este asunto y tras "perderse" su expediente, Enriqueta Martí salió en libertad.
En esa época, por las calles, plazas, mercados y patios de vecinos, corría el rumor de que alguien se llevaba a los niños. Al principio no era más que una historia que contaban los padres a sus hijos para que éstos fueran precavidos cuando jugaban en la calle. El gobernador civil de la ciudad, Manuel Portela Valladares, trataba de convencer a todos de que "era completamente falso el rumor que se está extendiendo por Barcelona acerca de la desaparición durante los últimos meses de niños y niñas de corta edad que, según las habladurías populacheras, habrían sido secuestrados", pero el rumor de que una niña de cinco años llamada Teresita Guitart había desaparecido fue cobrando fuerza y fue entonces cuando la prensa empezó a hacerse eco de estas desapariciones.
¿Dónde estaba la pequeña Teresita? Todo ocurrió en tan sólo unos segundos, el 10 de febrero en la calle San Vicente. Ana, la madre de Teresita, se paró a charlar con una vecina en la puerta de su casa y creyendo que la niña subiría al domicilio, le soltó la mano. Al llegar, su marido le preguntó: "¿Y la nena?". Al ver que no estaba, la mujer soltó un grito y bajó corriendo las escaleras hasta llegar a la calle, pero para entonces ya no había ni rastro de la niña. Teresita se había alejado para curiosear un poco y entonces apareció Enriqueta que en un tono dulce y suave le dijo: "Ven, bonita, ven, que tengo dulces para ti". Pero cuando Teresita trató de escapar, la mujer le cubrió la cabeza con un pañuelo negro y se la llevó.
"Chafarderas" y gallinas.
Durante más de dos semanas, Barcelona vivió con el corazón en un puño pensando en la suerte que habría podido correr Teresita Guitart. Todos los esfuerzos policiales fueron en vano. Al final sería gracias a una tal Claudina Elías, una habitual "chafardera" del barrio a la que le gustaba chismorrear, que la policía daría con el paradero de la niña secuestrada. Claudina comentó a un vecino, un colchonero que tenía un negocio en la misma calle, por aquel entonces de Poniente, que le parecía haber visto la carita de una niña mirando por una ventana. "Mira que si se tratara de la desaparecida Teresita", le dijo. Sin pensarlo dos veces, el colchonero se lo dijo a un guardia municipal llamado José Asens que, a su vez, se lo comunicó a su jefe, un brigada llamado Ribot.
A primera hora del 27 de febrero de 1912, la policía llamaba a la puerta del número 29 de la calle de Poniente. Les abrió la puerta una mujer con cara soñolienta: "Buenos días. Vengo a inspeccionar su domicilio, pues hemos tenido una denuncia de que tiene usted gallinas". "¿Gallinas? ¿A quién se le ocurre? Eso es mentira", contestó la mujer. "Si me permite", dijo el brigada Ribot entrando en el piso donde descubrió a dos niñas de corta edad. Cuando Enriqueta quiso reaccionar ya era demasiado tarde. El policía se acercó a la niña que tenía la cabeza rapada y le preguntó: "¿Cómo te llamas, guapa?", a lo que la niña respondió: "Felicidad". "¿No te llamas Teresita?", le dijo a su vez el brigada.
Fue entonces cuando la pequeña vaciló y acabó diciendo: "Aquí me llaman Felicidad". Ribot preguntó quién era aquella niña y Enriqueta respondió que no lo sabía, que se la había encontrado perdida en la Ronda de San Pablo y que tenía hambre. "La otra es mi hija y se llama Angelita", añadió. Del niño que la vecina decía haber visto en repetidas ocasiones no había ningún rastro.
Pruebas "indiscutibles".
Tras ser conducida a la Jefatura de Policía, ubicada en la calle Sepúlveda (y cuyo máximo responsable era por entonces José Millán Astray). La mujer fue identificada como Enriqueta Martí Ripollés, de 43 años y con antecedentes por corrupción de menores. Después de escuchar el terrorifico testimonio de Teresita, según el cual Enriqueta Martí "cogía a Pepito, lo ponía sobre la mesa del comedor y lo mataba con un cuchillo. Yo me fui a mi cama y me hice la dormida", la policía registró la vivienda. Ésta reveló, según los agentes, un salón con muebles carísimos, en contraste con la pobreza de las habitaciones donde se alojaban las niñas, armarios con trajes de gala para un niño y una niña, pelucas, vestidos de confección y un montón de cartas escritas en clave en las que se podían leer contraseñas, iniciales y firmas irreconocibles. Todo indicaba que era una lista con nombres de clientes importantes, muchos de ellos pertenecientes a la burguesía. Posteriormente se informó de que esa lista sólo incluía nombres de personas adineradas a quien Enriqueta mendigaba con regularidad.
En el piso, supuestamente los agentes encontraron también un saco que contenía un traje de niño, un cuchillo manchado de sangre en la cocina y en otra habitación, huesos humanos. Durante la inspección también se toparon con centenares de tarros con sangre y grasa a modo de pócimas mágicas. "Confecciono remedios utilizando determinadas partes del cuerpo humano", explicó Enriqueta ante la cantidad de pruebas que la señalaban. Tras el registro lanzó una misteriosa advertencia: "Como sé que me subirán al patíbulo, quiero que conmigo suban los demás culpables".
Corrupción en la Barcelona modernista.
Enriqueta Martí fue encarcelada en la prisión para mujeres Reina Amalia. Pero no murió en el patíbulo, ni apaleada por otras reclusas como se llegó a decir, sino que lo hizo a consecuencia de un cáncer de útero. Fue enterrada en una fosa común del cementerio del Sudoeste, situado en la montaña de Montjuïc de Barcelona.
La semana en la que que Teresita fue raptada, se había descubierto un prostíbulo infantil ubicado en el barrio barcelonés de El Raval. Se dijo que el local contaba con la complicidad de la policía. ¿Fue Enriqueta Martí un chivo expiatorio sacrificado para justificar la oleada de desapariciones infantiles en la Barcelona de principios de siglo? La desaparición de menores era el pan nuestro de cada día en esa época, y muchos niños y niñas pobres terminaban en burdeles para gente rica o trabajando como esclavos en fábricas en Francia. Se desconoce el motivo real por el que Enriqueta secuestró a Teresita Guitart, aunque según su abogado la detenida sufría un trastorno mental por no poder ser madre.
Finalmente se demostró que los huesos hallados en casa de Enriqueta no eran de un niño, sino de un adulto de unos 25 años. Ella se consideraba una curandera y por aquel entonces se pensaba que poseer determinados tipos de huesos traía suerte. Pero ¿era Enriqueta Martí una asesina despiadada? Nunca lo sabremos. Según algunos investigadores actuales como Jordi Corominas o Elsa Plaza, que Martí fuese una asesina de niños es tan sólo una leyenda negra. La opinión pública de la época necesitaba un culpable y lo encontró en Enriqueta, un personaje miserable que vivió en la lujosa y acaudalada Barcelona modernista, una ciudad sofisticada que coexistía con otra: precaria, explotada y silenciada.
Fuente: National Geographic.