17-03-2019, 05:42 PM
A ver si ahora sí se puede
@KProject - Zennys acumulados: 70
Has elegido Lancia Stratos. A lo mejor te trae suerte; recuerdas las hazañas de tu tío, hace muchos años cuando era piloto de la escudería Lancia y participaba en el Campeonato del mundo de Fórmula 1. Examinas el coche a fondo. Mientras los mecánicos recargan la batería y hacen otros trabajos que les has encargado, planeas con Jan, tu copiloto, la estrategia que habréis de seguir.
-La ventaja de Lancia es la velocidad. Mientras podamos, deberíamos ganar tiempo –dice Jan.
Te parece que tiene razón. Aunque preferirías no pisar a fondo al principio, hasta estar familiarizado con el coche, decides seguir al parecer de Jan.
Pero resulta que, en realidad, no te queda otro remedio. Tienes que echar el resto. Según el programa que te entregaron al llegar, la salida debe producirse a las tres de la tarde. Pero los delegados cometieron un error y pusieron en marcha los cronómetros a las dos y media.
Los cronometradores se mantienen firmes y se niegan a darte una nueva salida.
-Lo siento pero no podemos hacer nada.
Debido a esta confusión has perdido media hora. Pero una vez en marcha, vuelas carretera delante tratando de ganar tiempo. Te sientes muy a gusto con el Lancia, que se ciñe magníficamente en las curvas y demuestra toda su potencia en las rectas.
Al atardecer enciende las luces. De repente oyes voces, un chasquido y hueles a cable quemado. Inmediatamente apagas las luces y te paras a un lado de la carretera. Levantas el capó y observas que la instalación eléctrica ha sufrido graves daños.
-¿Qué pasa? -preguntas a Jan, que casi se ha metido dentro del motor para arrancar los cables quemados.
-Aún no lo sé -dice Jan-. Parece un sabotaje. Pásame los alicates, ¿quieres?
Jan repara la avería lo mejor que puede, pero los faros sólo dan un tenue resplandor de color naranja. No tienen potencia.
Se está haciendo de noche y necesitas ganar tiempo. Pero es peligroso conducir sin unas buenas luces. Podrías parar unas cuantas horas y esperar a que saliera la Luna. Con su luz verías algo mejor, pero entre la media hora perdida en la salida y lo que habéis tardado en reparar los faros, puedes perder tu última posibilidad de ganar. Si sigues no irás muy deprisa, pero por lo menos habrás adelantado algo.
Opciones
1. Decides esperar a que salga la luna.
2. Decides que no puedes permitirte esa espera y que tu habilidad te sacará del apuro.
@-Neriah - Zennys acumulados: 70
Vacilando, preguntas qué otros tipos de instrucción te darán. Hasta ahora has aprendido procedimientos de vuelo, navegación, lenguas, armas y planificación. Es una y buena idea conseguir toda la información posible, pero preguntas al jefe de investigación cuando sabrás que has aprendido lo suficiente.
-El conocimiento está dentro de todos nosotros. No tienes más que darte cuenta de ello. Ahora dedica un tiempo a este fin. Luego, parte.
-De acuerdo. Haré lo que me sugiere usted. Pero ¿cuánto tiempo me llevará?
-Puedes asistir a los cursos de La Academia del Espacio que se imparten abordo, o bien puedes estudiar conmigo y explorar el conocimiento que hay en ti.
El jefe no sonríe pero se cruza de brazos en espera de tu decisión.
Opciones:
1. Resuelves ir a la Academia del Espacio
2. Decides explorar el conocimiento que hay en ti.
@Sian - Zennys acumulados: 50
Al abrir la puerta una especie de gas es liberado envolviendo por completo la habitación, con ayuda de uno de tus brazos te cubres la nariz. A pesar de esto no puedes evitar toser un par de veces ante el picor que aquella sustancia provoca. Poco a poco aquella espesura se va diluyendo hasta parecer una fina niebla, entonces notas que ya no te encuentras en aquel lugar tan extraño; hay luz a tu alrededor y las demás puertas se han esfumado… Es entonces que abres los ojos para darte cuenta de que sólo ha sido un sueño y aún permaneces en la comodidad de tu cama dentro de tu habitación. Te levantas y luego de hacer lo propio de cada mañana cruzas la calle para ir a visitar a la vecina de enfrente quien te recibe con gusto.
-Ordenando la despensa he encontrado algo que podría interesarte –te dice la señora Scribner, al tiempo que te invita a pasar. Sigues a la frágil mujer de cabello blanco, que avanza insegura por el vestíbulo, y esperas pacientemente mientras trata de abrir una puerta situada bajo la escalera.
La señora Scribner vive sola en la vieja mansión situada enfrente de tu casa y, como no tiene hijos ni parientes próximos, os considera su familia. Tu madre te anima a que la visites de vez en cuando, cosa que a ti te gusta porque hace las mejores galletas de chocolate de la ciudad. Además, las vacaciones de verano acaban de empezar y tienes mucho tiempo libre.
Tarareando una vieja canción, la señora Scribner abre la puerta de una gran alacena, tira de un cordón para abrir la luz y avanza entre cajas apiladas, escobas, un televisor viejo, archivadores y un estante abarrotado de zapatos usados. Al fondo de todo hay un enmohecido baúl de madera, tan deformado que la tapa no cierra bien por un lado.
-Ya sé que no parece la gran cosa –explica la señora Scribner-. Pero es muy antiguo. Perteneció a mi bisabuelo, Samuel Scribner, que fue capitán de ballenero allá por 1870, hace más de cien años.
-¿Hay algo dentro? -preguntas.
De un tirón abre el baúl, del que se desprende polvo y un olor mohoso.
-No hay mucho –dice-. Tan sólo viejas cartas, fotos y otras baratijas –coje un paquete de cartas y le echa un vistazo-. Éstas fueron escritas por mi bisabuelo y mi abuelo. La mayoría están tan estropeadas que ni siquiera puedo leerlas –entrecierra los ojos tratando de leer una en particular- Ésta es. Es de Samuel Scribner y en ella cuenta toda la historia; cómo un pirata a quien le salvó la vida le entregó un mapa. Una historia muy interesante… sí, muy interesante –vuelve a doblar la carta y saca otra cosa del baúl: un paquete encerado-. Aquí está el mapa.
Del paquete extrae un pergamino y lo desdobla cuidadodamente. Es tan frágil que se rompe un poco al desplegarlo. Estiras el cuello para ver mejor, Es un mapa de la isla de Santa Teresa en el mar Caribe. En la esquina inferior derecha hay escrito:
El tesoro procedente del naufragio de Bonaparte. Tres mil doblones de oro. Desde Hendriksted en Santa Teresa dirígete a la Isla de Barlovento, echa el ancla en sotavento y acércate en bote, puesto que el puerto no es para amigos no para enemigos. Desde el molino avanza 50 pasos hacia el Pico Canopus; a continuación, 100 pasos hacia la Gallina y los Polluelos. Allí encontrarás el tesoro enterrado muy hondo.
-Mi bisabuelo pensó que con este mapa se haría rico, pero sufrió una gran decepción –explica la señora Scribner.
-Este mapa ni siquiera señala dónde está la Isla de Barlovento –dices.
-Ése es precisamente el problema. No hay ningún mapa que indique dónde está enterrado el tesoro, sólo el mapa de Santa Teresa. Cuando mi bisabuelo intentó encontrar la Isla de Barlovento fue atacado por piratas y tuvo suerte de escapar con vida. –explica la señora Scribner.
-¿Y nadie de la familia supo cómo encontrar el tesoro?
La señora Scribner niega con la cabeza
-Mi padre lo intentó cuando era joven –rebusca entre una pila de cartas y sostiene una hacia la luz-. Aquí cuenta lo que pasó. –Se quita las gafas un momento para frotarse los ojos y, acto seguido, empieza a leer.
En el tiempo del equinoccio de otoño del año 1913 arribé a Hendrksted, el principal puerto de Santa Teresa, donde me informaron que de las once islas ninguna de llama Isla de Barlovento. Las visité todas, pero no encontré un molino en ninguna, ni una colina o montaña llamada Canopus. Y el mayor misterio fue dónde encontrar a la Gallina y los Polluelos.
-¡Cielos! –exclamas- Parece imposible.
La señora Scribner te mira severamente, de la misma manera que cuando te sirves demasiadas galletas.
-Eso es lo que todo el mundo opina, justo como mi padre. Me contó que cuando era joven viajó a Santa Teresa con la esperanza de encontrar el tesoro, pero regres´a casa al enterarse de que muchas personas habían muerto en el intento. La única explicación que pudieron darle es que el tesoro del Bonaparte está maldito.
-¿Cree realmente que sobre el tesoro pesa una maldición, señora Scribner? –preguntas.
-Oh no, querida –contesta riéndose-. Yo no creo en tales tonterías. Si lo hiciera, no te hablaría del tesoro ni te animaría a que fueras a buscarlo. Bueno, pensé que podría interesarte. –y empieza a guardar el mapa en el paquete.
-Estoy interesada –replicas-, ¿podría prestarme el mapa? Quizás yo consiga descifrar las pistas.
La anciana aprieta los labios y frunce el seño, pero su expresión de descontento pronto se desvanece.
-Muy bien chiquilla –te dice, entregándote el paquete-, a ver qué puedes descubrir. Yo no necesito más dinero, así que si encuentras el tesoro es todo para ti.
Esa noche, durante la cena, cuentas a tus padres la conversación con la señora Scribner y les enseñas el mapa.
-Es fascinante –dice tu padre-, pero me temo que encontrar el tesoro es del todo imposible.
-No es imposible, papa -replicas-, apuesto a que yo podría encontrarlo si pudiera ir a Santa Teresa.
-Bueno, sería educativo –responde-, pero me temo que en lugar de ganar dinero sólo lo gastarías.
-¿Sabéis a quién le gustaría hacer ese viaje? A Howard Erdman –afirma tu madre.
-Claro, a Howard –exclamas, recordando la última vez que viste al primo de tu madre. Te pareció un hombre al que le gustan las aventuras, aunque un poco regordete para embarcarse en una expedición.
-Es todo un explorador, o al menos lo era –prosigue tu madre-, ¿Y te acuerdas de su mujer, Ann, y de su hijo Allen?
-Claro que sí, mamá.
-Es un chico muy agradable –dice tu madre, mirándote-, y de tu misma edad.
-Sí, es simpático –admites-. ¿Podríamos preguntarle a Howard si está interesado?
-Voy a llamarle –dice tu padre-, pero no te hagas demasiadas ilusiones.
-Gracias –le respondes. En ese momento recuerdas que no has explicado a tus padres lo que te ha dicho la señora Scribner acerca de la maldición y de la gente que murió buscando el tesoro.
Opciones:
1. Le cuentas a tus padres lo que te ha dicho la señora Scribner sobre la maldición.
2. Decides quedarte callado.
Y dejo también el de Aqua <3
@Aqua - Zennys acumulados:10
Al abrir la puerta una especie de gas es liberado envolviendo por completo la habitación, con ayuda de uno de tus brazos te cubres la nariz. A pesar de esto no puedes evitar toser un par de veces ante el picor que aquella sustancia provoca. Poco a poco aquella espesura se va diluyendo hasta parecer una fina niebla, entonces notas que ya no te encuentras en aquel lugar tan extraño; hay luz a tu alrededor y las demás puertas se han esfumado.
En su lugar te encuentras en, como la placa de aquella puerta rezaba, un bosque. Mientras te frotas la cabeza te fijas en lo que te rodea. Cerca de ti ves un camino estrecho y sucio, y más allá un arroyo de rápidas aguas. El camino desaparece por entre espesos bosques que se levantan a cada lado.
Oyes ruido de cascos y un extraño sonido metálico. ¡Alguien viene! Te agachas detrás de un árbol mientras dos hombres a caballo cabalgan hacia ti. Ambos usan una brillante armadura metálica. Uno de ellos lleva un estandarte blanco con un león dorado tejido en él. ¡Deben ser caballeros! Los ves cómo detienen los caballos y desmontan cerca de ti.
-Ha sido una larga cabalgada, Sir Rupert –dice el más alto-, y habéis tenido mucho tiempo para pensar. Decidme, ¿habéis resuelto el enigma del Castillo Prohibido?
-La verdad, Sir Godfrey, lo he intentado, como todo mundo en Inglaterra. ¡Menuda recompensa ha ofrecido el Rey Enrique! ¡La mitad del reino de Gales!
-Verdaderamente es una bonita recompensa –contesta Sir Godfrey-, pero no excesivamente generosa, ya que el viejo monje prometió al Rey Enrique que si conquistaba el Castillo Prohibido gobernaría en toda Europa.
Los caballeros llenan sus odres con agua del arroyo. Mientras vuelven andando a sus caballos, Sir Godfrey dice:
-Debemos ir sin pérdida de tiempo al Castillo de Cotwin. El Rey nos espera antes de que el son se oculte detrás de la torre oeste. Se disgustará si llegamos tarde.
-Sí –dice Sir Rupert, mientras sube a su caballo-. El Rey está asustado desde que ha sabido que hay espías extranjeros en la corte de Inglaterra. Y por ello ha ordenado que todos los viajeros de aspecto sospechoso sean encerrados en el calabozo.
Al tiempo que los caballeros se preparab para partir, te preguntas si deberías salir de detrás del árbol. Llevas ropas del siglo XX. Es seguro que serías sospechoso ante estos caballeros. Por otro lado, no puedes esconderte eternamente.
Opciones
1. Decides que es más prudente esperar a que llegue otro viajero.
2. Eliges salir de tu escondite.
espero que esta vez vaya bien...
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@KProject - Zennys acumulados: 70
Has elegido Lancia Stratos. A lo mejor te trae suerte; recuerdas las hazañas de tu tío, hace muchos años cuando era piloto de la escudería Lancia y participaba en el Campeonato del mundo de Fórmula 1. Examinas el coche a fondo. Mientras los mecánicos recargan la batería y hacen otros trabajos que les has encargado, planeas con Jan, tu copiloto, la estrategia que habréis de seguir.
-La ventaja de Lancia es la velocidad. Mientras podamos, deberíamos ganar tiempo –dice Jan.
Te parece que tiene razón. Aunque preferirías no pisar a fondo al principio, hasta estar familiarizado con el coche, decides seguir al parecer de Jan.
Pero resulta que, en realidad, no te queda otro remedio. Tienes que echar el resto. Según el programa que te entregaron al llegar, la salida debe producirse a las tres de la tarde. Pero los delegados cometieron un error y pusieron en marcha los cronómetros a las dos y media.
Los cronometradores se mantienen firmes y se niegan a darte una nueva salida.
-Lo siento pero no podemos hacer nada.
Debido a esta confusión has perdido media hora. Pero una vez en marcha, vuelas carretera delante tratando de ganar tiempo. Te sientes muy a gusto con el Lancia, que se ciñe magníficamente en las curvas y demuestra toda su potencia en las rectas.
Al atardecer enciende las luces. De repente oyes voces, un chasquido y hueles a cable quemado. Inmediatamente apagas las luces y te paras a un lado de la carretera. Levantas el capó y observas que la instalación eléctrica ha sufrido graves daños.
-¿Qué pasa? -preguntas a Jan, que casi se ha metido dentro del motor para arrancar los cables quemados.
-Aún no lo sé -dice Jan-. Parece un sabotaje. Pásame los alicates, ¿quieres?
Jan repara la avería lo mejor que puede, pero los faros sólo dan un tenue resplandor de color naranja. No tienen potencia.
Se está haciendo de noche y necesitas ganar tiempo. Pero es peligroso conducir sin unas buenas luces. Podrías parar unas cuantas horas y esperar a que saliera la Luna. Con su luz verías algo mejor, pero entre la media hora perdida en la salida y lo que habéis tardado en reparar los faros, puedes perder tu última posibilidad de ganar. Si sigues no irás muy deprisa, pero por lo menos habrás adelantado algo.
Opciones
1. Decides esperar a que salga la luna.
2. Decides que no puedes permitirte esa espera y que tu habilidad te sacará del apuro.
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@-Neriah - Zennys acumulados: 70
Vacilando, preguntas qué otros tipos de instrucción te darán. Hasta ahora has aprendido procedimientos de vuelo, navegación, lenguas, armas y planificación. Es una y buena idea conseguir toda la información posible, pero preguntas al jefe de investigación cuando sabrás que has aprendido lo suficiente.
-El conocimiento está dentro de todos nosotros. No tienes más que darte cuenta de ello. Ahora dedica un tiempo a este fin. Luego, parte.
-De acuerdo. Haré lo que me sugiere usted. Pero ¿cuánto tiempo me llevará?
-Puedes asistir a los cursos de La Academia del Espacio que se imparten abordo, o bien puedes estudiar conmigo y explorar el conocimiento que hay en ti.
El jefe no sonríe pero se cruza de brazos en espera de tu decisión.
Opciones:
1. Resuelves ir a la Academia del Espacio
2. Decides explorar el conocimiento que hay en ti.
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@Sian - Zennys acumulados: 50
Al abrir la puerta una especie de gas es liberado envolviendo por completo la habitación, con ayuda de uno de tus brazos te cubres la nariz. A pesar de esto no puedes evitar toser un par de veces ante el picor que aquella sustancia provoca. Poco a poco aquella espesura se va diluyendo hasta parecer una fina niebla, entonces notas que ya no te encuentras en aquel lugar tan extraño; hay luz a tu alrededor y las demás puertas se han esfumado… Es entonces que abres los ojos para darte cuenta de que sólo ha sido un sueño y aún permaneces en la comodidad de tu cama dentro de tu habitación. Te levantas y luego de hacer lo propio de cada mañana cruzas la calle para ir a visitar a la vecina de enfrente quien te recibe con gusto.
-Ordenando la despensa he encontrado algo que podría interesarte –te dice la señora Scribner, al tiempo que te invita a pasar. Sigues a la frágil mujer de cabello blanco, que avanza insegura por el vestíbulo, y esperas pacientemente mientras trata de abrir una puerta situada bajo la escalera.
La señora Scribner vive sola en la vieja mansión situada enfrente de tu casa y, como no tiene hijos ni parientes próximos, os considera su familia. Tu madre te anima a que la visites de vez en cuando, cosa que a ti te gusta porque hace las mejores galletas de chocolate de la ciudad. Además, las vacaciones de verano acaban de empezar y tienes mucho tiempo libre.
Tarareando una vieja canción, la señora Scribner abre la puerta de una gran alacena, tira de un cordón para abrir la luz y avanza entre cajas apiladas, escobas, un televisor viejo, archivadores y un estante abarrotado de zapatos usados. Al fondo de todo hay un enmohecido baúl de madera, tan deformado que la tapa no cierra bien por un lado.
-Ya sé que no parece la gran cosa –explica la señora Scribner-. Pero es muy antiguo. Perteneció a mi bisabuelo, Samuel Scribner, que fue capitán de ballenero allá por 1870, hace más de cien años.
-¿Hay algo dentro? -preguntas.
De un tirón abre el baúl, del que se desprende polvo y un olor mohoso.
-No hay mucho –dice-. Tan sólo viejas cartas, fotos y otras baratijas –coje un paquete de cartas y le echa un vistazo-. Éstas fueron escritas por mi bisabuelo y mi abuelo. La mayoría están tan estropeadas que ni siquiera puedo leerlas –entrecierra los ojos tratando de leer una en particular- Ésta es. Es de Samuel Scribner y en ella cuenta toda la historia; cómo un pirata a quien le salvó la vida le entregó un mapa. Una historia muy interesante… sí, muy interesante –vuelve a doblar la carta y saca otra cosa del baúl: un paquete encerado-. Aquí está el mapa.
Del paquete extrae un pergamino y lo desdobla cuidadodamente. Es tan frágil que se rompe un poco al desplegarlo. Estiras el cuello para ver mejor, Es un mapa de la isla de Santa Teresa en el mar Caribe. En la esquina inferior derecha hay escrito:
El tesoro procedente del naufragio de Bonaparte. Tres mil doblones de oro. Desde Hendriksted en Santa Teresa dirígete a la Isla de Barlovento, echa el ancla en sotavento y acércate en bote, puesto que el puerto no es para amigos no para enemigos. Desde el molino avanza 50 pasos hacia el Pico Canopus; a continuación, 100 pasos hacia la Gallina y los Polluelos. Allí encontrarás el tesoro enterrado muy hondo.
-Mi bisabuelo pensó que con este mapa se haría rico, pero sufrió una gran decepción –explica la señora Scribner.
-Este mapa ni siquiera señala dónde está la Isla de Barlovento –dices.
-Ése es precisamente el problema. No hay ningún mapa que indique dónde está enterrado el tesoro, sólo el mapa de Santa Teresa. Cuando mi bisabuelo intentó encontrar la Isla de Barlovento fue atacado por piratas y tuvo suerte de escapar con vida. –explica la señora Scribner.
-¿Y nadie de la familia supo cómo encontrar el tesoro?
La señora Scribner niega con la cabeza
-Mi padre lo intentó cuando era joven –rebusca entre una pila de cartas y sostiene una hacia la luz-. Aquí cuenta lo que pasó. –Se quita las gafas un momento para frotarse los ojos y, acto seguido, empieza a leer.
En el tiempo del equinoccio de otoño del año 1913 arribé a Hendrksted, el principal puerto de Santa Teresa, donde me informaron que de las once islas ninguna de llama Isla de Barlovento. Las visité todas, pero no encontré un molino en ninguna, ni una colina o montaña llamada Canopus. Y el mayor misterio fue dónde encontrar a la Gallina y los Polluelos.
-¡Cielos! –exclamas- Parece imposible.
La señora Scribner te mira severamente, de la misma manera que cuando te sirves demasiadas galletas.
-Eso es lo que todo el mundo opina, justo como mi padre. Me contó que cuando era joven viajó a Santa Teresa con la esperanza de encontrar el tesoro, pero regres´a casa al enterarse de que muchas personas habían muerto en el intento. La única explicación que pudieron darle es que el tesoro del Bonaparte está maldito.
-¿Cree realmente que sobre el tesoro pesa una maldición, señora Scribner? –preguntas.
-Oh no, querida –contesta riéndose-. Yo no creo en tales tonterías. Si lo hiciera, no te hablaría del tesoro ni te animaría a que fueras a buscarlo. Bueno, pensé que podría interesarte. –y empieza a guardar el mapa en el paquete.
-Estoy interesada –replicas-, ¿podría prestarme el mapa? Quizás yo consiga descifrar las pistas.
La anciana aprieta los labios y frunce el seño, pero su expresión de descontento pronto se desvanece.
-Muy bien chiquilla –te dice, entregándote el paquete-, a ver qué puedes descubrir. Yo no necesito más dinero, así que si encuentras el tesoro es todo para ti.
Esa noche, durante la cena, cuentas a tus padres la conversación con la señora Scribner y les enseñas el mapa.
-Es fascinante –dice tu padre-, pero me temo que encontrar el tesoro es del todo imposible.
-No es imposible, papa -replicas-, apuesto a que yo podría encontrarlo si pudiera ir a Santa Teresa.
-Bueno, sería educativo –responde-, pero me temo que en lugar de ganar dinero sólo lo gastarías.
-¿Sabéis a quién le gustaría hacer ese viaje? A Howard Erdman –afirma tu madre.
-Claro, a Howard –exclamas, recordando la última vez que viste al primo de tu madre. Te pareció un hombre al que le gustan las aventuras, aunque un poco regordete para embarcarse en una expedición.
-Es todo un explorador, o al menos lo era –prosigue tu madre-, ¿Y te acuerdas de su mujer, Ann, y de su hijo Allen?
-Claro que sí, mamá.
-Es un chico muy agradable –dice tu madre, mirándote-, y de tu misma edad.
-Sí, es simpático –admites-. ¿Podríamos preguntarle a Howard si está interesado?
-Voy a llamarle –dice tu padre-, pero no te hagas demasiadas ilusiones.
-Gracias –le respondes. En ese momento recuerdas que no has explicado a tus padres lo que te ha dicho la señora Scribner acerca de la maldición y de la gente que murió buscando el tesoro.
Opciones:
1. Le cuentas a tus padres lo que te ha dicho la señora Scribner sobre la maldición.
2. Decides quedarte callado.
Y dejo también el de Aqua <3
Mostrar ContenidoAqua:
@Aqua - Zennys acumulados:10
Al abrir la puerta una especie de gas es liberado envolviendo por completo la habitación, con ayuda de uno de tus brazos te cubres la nariz. A pesar de esto no puedes evitar toser un par de veces ante el picor que aquella sustancia provoca. Poco a poco aquella espesura se va diluyendo hasta parecer una fina niebla, entonces notas que ya no te encuentras en aquel lugar tan extraño; hay luz a tu alrededor y las demás puertas se han esfumado.
En su lugar te encuentras en, como la placa de aquella puerta rezaba, un bosque. Mientras te frotas la cabeza te fijas en lo que te rodea. Cerca de ti ves un camino estrecho y sucio, y más allá un arroyo de rápidas aguas. El camino desaparece por entre espesos bosques que se levantan a cada lado.
Oyes ruido de cascos y un extraño sonido metálico. ¡Alguien viene! Te agachas detrás de un árbol mientras dos hombres a caballo cabalgan hacia ti. Ambos usan una brillante armadura metálica. Uno de ellos lleva un estandarte blanco con un león dorado tejido en él. ¡Deben ser caballeros! Los ves cómo detienen los caballos y desmontan cerca de ti.
-Ha sido una larga cabalgada, Sir Rupert –dice el más alto-, y habéis tenido mucho tiempo para pensar. Decidme, ¿habéis resuelto el enigma del Castillo Prohibido?
-La verdad, Sir Godfrey, lo he intentado, como todo mundo en Inglaterra. ¡Menuda recompensa ha ofrecido el Rey Enrique! ¡La mitad del reino de Gales!
-Verdaderamente es una bonita recompensa –contesta Sir Godfrey-, pero no excesivamente generosa, ya que el viejo monje prometió al Rey Enrique que si conquistaba el Castillo Prohibido gobernaría en toda Europa.
Los caballeros llenan sus odres con agua del arroyo. Mientras vuelven andando a sus caballos, Sir Godfrey dice:
-Debemos ir sin pérdida de tiempo al Castillo de Cotwin. El Rey nos espera antes de que el son se oculte detrás de la torre oeste. Se disgustará si llegamos tarde.
-Sí –dice Sir Rupert, mientras sube a su caballo-. El Rey está asustado desde que ha sabido que hay espías extranjeros en la corte de Inglaterra. Y por ello ha ordenado que todos los viajeros de aspecto sospechoso sean encerrados en el calabozo.
Al tiempo que los caballeros se preparab para partir, te preguntas si deberías salir de detrás del árbol. Llevas ropas del siglo XX. Es seguro que serías sospechoso ante estos caballeros. Por otro lado, no puedes esconderte eternamente.
Opciones
1. Decides que es más prudente esperar a que llegue otro viajero.
2. Eliges salir de tu escondite.
espero que esta vez vaya bien...