31-05-2018, 03:36 AM
(Última modificación: 31-05-2018, 05:05 AM por Daisuke_Onick.)
Como en cada noche de viernes, Juan salió de su casa llevando encima sus "utencilios de trabajo", como solía llamarlos para si mismo. Un viejo impermeable amarillo cubría la corpulenta silueta que serpenteaba entre las calles de la ciudad, mientras sus pasos se enmascaraban en el rumor de la copiosa lluvia que azotaba las aceras en aquella noche cerrada y oscura.
Dicho clima lluvioso no desagradaba en absoluto a Juan, pues siempre había sido una persona de gustos dispares con respecto a los demás habitantes de la pequeña ciudad. Al contrario de sus congéneres, solía evitar los bares y eventos deportivos, realmente no había nadie a quien quisiera llamar "amigo" y solo toleraba a algunos compañeros de trabajo, vecinos y conocidos con quienes solía hablar de asuntos superficiales y sin importanacia.
Las luminarias irradiaban una luz amarillenta que se difuminaba en el velo blanquesino de la abundante precipitación, otorgándole a la calle un cariz fantasmal. Juan sentía la lluvia caer sobre si, el ruido plástico del impermeable y las pequeñas gotas eran arrebatadas por el viento hasta hacerlas chocar contra su cara; el peso del agua sobre su cuerpo y el frio de la negra noche de otoño que, potenciada por la lluvia, calaba hasta lo hondo de su espiritu; todo esto hacía que se sintiera inquieto, eufórico y vivo.
Pese al gusto que Juan profesaba a las noches lluviosas como aquella, lo cierto era que, aquel clima dificultaba la labor que se proponía realizar, no muchas personas eran adeptas a salir bajo la lluvia y conforme el tiempo pasaba, la poca gente en las calles a quienes había sorprendido el temporal iba llegando a sus respectivos destinos.
Los relampagos iluminaban el cielo encapotado, revelando un cúmulo nuboso similar a una entidad gigantesca que, envolviendo la ciudad bajo su masivo cuerpo, se dispusiera a juzgarla y condenarla mediante los abundantes truenos que fungían como la voz de aquel ser fantástico, colosal y terrible.
Juan seguia su recorrido por avenidas apenas trancitadas y en varia ocaciones desiertas. La desolación reinante le preocupaba pues veía reducidas las posibilidades de cumplir con su labor. Siguió caminando durante varias calles más, con el sonido acuoso de sus pisadas en los charcos como única compañía, hasta que, al doblar una esquina pudo observar a la distancia su destino. unos metros más a la derecha, tras una cortina de gotas, se divisaba una silueta frente al portal un edificio. La voz atronadora de las nubes dominaba la noche y enmascaraba los pasos de aquella figura, mientras se acercaba a Juan. Su apariencia era de abatimiento y caminaba lentamente.
Ambos avanzaban con relativa tranquilidad en una trayectoría que finalmente se entrecruzó. Juan pudo distinguir entonces aquella figura que sin proteccion contra la fuerte lluvia chocó contra él. Inmeditamente un dolor punzante se apoderó de su vientre, mientras una sensación cálida, que contrastaba con el frío, se extendía y comenzaba a bajar por su pierna izquierda. En menos de medio minuto se habían descargado varios golpes en misma zona de la anatomía de Juan que instintivamente pero sin fuerza asío la mano de aquel personaje, quien con la cara cubierta por el cabello chorreante dejaba entrever unos ojos inyectados de sangre.
Juan cayó de rodillas quedando de frente a la brillante punta metalica que habia traspasado su cuerpo. Aquel sonido del agua al golpear su impermeable que tanto le agradaba, ya no alcanzaba a ser percibido por sus oidos, que ahora solo escuchaban un leve zumbido, tampoco sentía la presión de la lluvia sobre si, ni las gotas que chocaban contra su rostro, no había más dolor, ni calidez, ni frío, ni siquiera sintió ya, el golpe del puntiagudo metal que se incrustaba en su rostro, lacerando uno de sus globos oculares. Apenas veía, apenas distinguia la oscura sombra que se cernia sobre su cuerpo boca arriba y continuaba moviendo el arma de forma ascendente para despues revertir la trayectoria con fuerza, mientras el aire se cargaba del olor ferroso de la sangre en conjunto con la lluvia que seguia cayendo y extendiendo con sus aguas el rastro de una vida que se diluye de forma súbita e inesperada, baja la mirada omnisiente de aquella regia criatura nubosa, que envuelve la ciudad con su manto negro y su voz de trueno.
Dicho clima lluvioso no desagradaba en absoluto a Juan, pues siempre había sido una persona de gustos dispares con respecto a los demás habitantes de la pequeña ciudad. Al contrario de sus congéneres, solía evitar los bares y eventos deportivos, realmente no había nadie a quien quisiera llamar "amigo" y solo toleraba a algunos compañeros de trabajo, vecinos y conocidos con quienes solía hablar de asuntos superficiales y sin importanacia.
Las luminarias irradiaban una luz amarillenta que se difuminaba en el velo blanquesino de la abundante precipitación, otorgándole a la calle un cariz fantasmal. Juan sentía la lluvia caer sobre si, el ruido plástico del impermeable y las pequeñas gotas eran arrebatadas por el viento hasta hacerlas chocar contra su cara; el peso del agua sobre su cuerpo y el frio de la negra noche de otoño que, potenciada por la lluvia, calaba hasta lo hondo de su espiritu; todo esto hacía que se sintiera inquieto, eufórico y vivo.
Pese al gusto que Juan profesaba a las noches lluviosas como aquella, lo cierto era que, aquel clima dificultaba la labor que se proponía realizar, no muchas personas eran adeptas a salir bajo la lluvia y conforme el tiempo pasaba, la poca gente en las calles a quienes había sorprendido el temporal iba llegando a sus respectivos destinos.
Los relampagos iluminaban el cielo encapotado, revelando un cúmulo nuboso similar a una entidad gigantesca que, envolviendo la ciudad bajo su masivo cuerpo, se dispusiera a juzgarla y condenarla mediante los abundantes truenos que fungían como la voz de aquel ser fantástico, colosal y terrible.
Juan seguia su recorrido por avenidas apenas trancitadas y en varia ocaciones desiertas. La desolación reinante le preocupaba pues veía reducidas las posibilidades de cumplir con su labor. Siguió caminando durante varias calles más, con el sonido acuoso de sus pisadas en los charcos como única compañía, hasta que, al doblar una esquina pudo observar a la distancia su destino. unos metros más a la derecha, tras una cortina de gotas, se divisaba una silueta frente al portal un edificio. La voz atronadora de las nubes dominaba la noche y enmascaraba los pasos de aquella figura, mientras se acercaba a Juan. Su apariencia era de abatimiento y caminaba lentamente.
Ambos avanzaban con relativa tranquilidad en una trayectoría que finalmente se entrecruzó. Juan pudo distinguir entonces aquella figura que sin proteccion contra la fuerte lluvia chocó contra él. Inmeditamente un dolor punzante se apoderó de su vientre, mientras una sensación cálida, que contrastaba con el frío, se extendía y comenzaba a bajar por su pierna izquierda. En menos de medio minuto se habían descargado varios golpes en misma zona de la anatomía de Juan que instintivamente pero sin fuerza asío la mano de aquel personaje, quien con la cara cubierta por el cabello chorreante dejaba entrever unos ojos inyectados de sangre.
Juan cayó de rodillas quedando de frente a la brillante punta metalica que habia traspasado su cuerpo. Aquel sonido del agua al golpear su impermeable que tanto le agradaba, ya no alcanzaba a ser percibido por sus oidos, que ahora solo escuchaban un leve zumbido, tampoco sentía la presión de la lluvia sobre si, ni las gotas que chocaban contra su rostro, no había más dolor, ni calidez, ni frío, ni siquiera sintió ya, el golpe del puntiagudo metal que se incrustaba en su rostro, lacerando uno de sus globos oculares. Apenas veía, apenas distinguia la oscura sombra que se cernia sobre su cuerpo boca arriba y continuaba moviendo el arma de forma ascendente para despues revertir la trayectoria con fuerza, mientras el aire se cargaba del olor ferroso de la sangre en conjunto con la lluvia que seguia cayendo y extendiendo con sus aguas el rastro de una vida que se diluye de forma súbita e inesperada, baja la mirada omnisiente de aquella regia criatura nubosa, que envuelve la ciudad con su manto negro y su voz de trueno.
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