29-11-2016, 09:25 PM
Hola. Paso a dejar un escrito en narrativa o: de hace mucho quería subir algo, y, pues, es el momento. Encontré algo corto y terminado, qué milagro(?)
En fin, lo pongo en spoiler:
Pues eso. Saludos~ Espero les guste, no sé, algo, equis dé
En fin, lo pongo en spoiler:
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Ya no podía más. El dolor metafórico en mi pecho acababa con mis ganas de vivir. Extraño. Más de la mitad de mi vida—corta vida—había amado con locura a la chica más hermosa del universo. Tanta fue mi obsesión con ella en su momento que, en algunas ocasiones y cuando la vida me lo permitía, la observaba dormir por horas. Noches enteras en vela con el único fin de ver su rostro sin ninguna expresión negativa molestándole.
Su ausencia causó un cambio radical en mi forma de pensar. Mi vida no fue vida hasta que volví a ver sus ojos risueños frente a mí. Y me sentía como la peor persona del mundo al notar su sufrimiento sin poder eliminarlo… y de hecho, aportando con creces a la miseria de su entorno. Merecía la muerte. Quise morir incontables veces. Entonces, recordaba su sonrisa. Su distante sonrisa congelada en el tiempo… y quería morir aún más por el sólo hecho de pensar en dejar la vida, siendo que mi vida entera se encontraba en su ser. Terminé catalogándome como mi propio enemigo. Mirarme al espejo se hizo una tortura constante. De hecho, en más de una ocasión rompí mis nudillos en consecuencia del odio que sentía hacia mí mismo. Luego, con mis manos empapadas de sangre, recogía los restos de espejo esparcidos por toda la habitación.
Pero mientras más la amaba y se lo demostraba, más sufría ella al verse imposibilitada para corresponder mi amor. Y al notar el considerable aumento de su sufrimiento a causa de mis incontrolables sentimientos, me propuse el dejar de frecuentarle, incluso si eso se asemejaba a la planeación de mi propio suicidio.
Me reuní con ella un día sábado en la mañana. Se escuchaba el pacífico ruido de la pileta expidiendo agua. Expresé por última vez—si el destino así lo quería—lo mucho que le admiraba y amaba, afirmando que de ser posible me hubiese gustado el tenerle sólo para mí. Ver sus mejillas ruborizadas, su expresión perpleja y lo mucho que titubeaba tratando de formular una respuesta, me impulsó a dar un cálido beso en su frente. Luego corrí lejos como un cobarde, aguantando mis inevitables ganas de llorar. De seguro ella jamás entendió qué rayos pasaba conmigo.
La apuesta que idee hacia mí mismo consistía en lo siguiente: si por alguna casualidad improbable de la vida volvía a encontrarme con ella en algún lugar de la ciudad, antes de las 00:00 del día siguiente, no me rendiría a amarle por el resto de mis días. Si en el caso contrario, no volvía a verle ese día, caería rendido ante mis pesadillas, alejándome de ella para siempre.
A las 23:00hrs recibí una llamada de mi mejor amigo. Mi cuerpo pesaba mucho más cuando me puse de pie. Dejé la cama atrás y me encaminé a la puerta. Subí al auto, asegurando el cinturón de seguridad que me brindaba el asiento de copiloto. Él me miró y rio con algo de decepción. Se rio de mí en mi cara pero no me importó. De hecho, sentí más afecto por su persona luego de tal acto insultante. —Guarda tus malditas burlas para otra ocasión—, espeté entre risas de sufrimiento.
Viajamos por toda la ciudad. La información que ocupábamos se encontraba en un café nocturno, al sur, según él. Largo trayecto que terminó exactamente a las 23:53hrs.
Bajamos del auto. Bostecé esperando a que él sacase algunos documentos de un bolso, fuera del café. Música Jazz se escuchaba desde la entrada. 23:55hrs ingresamos a la estructura y bajamos las escaleras dando a la entrada principal del café, donde se visualizaban las mesas principales llenas de clientes habituales mediante el cristal de la última puerta. Suspiré con algo de decepción, analizando los números sobre la pantalla de mi celular. 23:56hrs. Tan poco tiempo…
Mi amigo abrió la puerta y yo quedé sin habla. Deje este mundo por un instante y reviví en un mar de emociones lastimosas, fervientes, felices.
Mis oídos fueron cautivados por una voz melodiosa, perfecta, increíble. Mis ojos persiguieron los labios de la chica cantando sobre el escenario, rodeada de tenues luces que resaltaban el rubor de sus mejillas expresivas. 23:58hrs.
Supe que delante de ella yo no tenía otro papel más importante que el de un bicho insignificante. Sin duda, el amor de mi vida se encontraba resguardado en ese delicado cuerpo, en esa mente brillante, en esa personalidad terca e imposible. La amaba, nadie podía cambiar ese hecho, ni yo mismo.
Rendido ante su expresión de superioridad perdí la noción del tiempo esa noche. Y algunas lágrimas se escaparon de mis ojos. Mi diosa me sonreía con alegría… una sonrisa que me pertenecía a mí y sólo a mí. Nadie puede imaginarse la felicidad que sentí al sentirme querido por ella. Por ella, por ella… mi ángel.
¿Cómo pude siquiera pensar en dejar de amarte si tu presencia en mi vida es lo único que puede salvarme de las tinieblas apretando mi herido corazón?
Su ausencia causó un cambio radical en mi forma de pensar. Mi vida no fue vida hasta que volví a ver sus ojos risueños frente a mí. Y me sentía como la peor persona del mundo al notar su sufrimiento sin poder eliminarlo… y de hecho, aportando con creces a la miseria de su entorno. Merecía la muerte. Quise morir incontables veces. Entonces, recordaba su sonrisa. Su distante sonrisa congelada en el tiempo… y quería morir aún más por el sólo hecho de pensar en dejar la vida, siendo que mi vida entera se encontraba en su ser. Terminé catalogándome como mi propio enemigo. Mirarme al espejo se hizo una tortura constante. De hecho, en más de una ocasión rompí mis nudillos en consecuencia del odio que sentía hacia mí mismo. Luego, con mis manos empapadas de sangre, recogía los restos de espejo esparcidos por toda la habitación.
Pero mientras más la amaba y se lo demostraba, más sufría ella al verse imposibilitada para corresponder mi amor. Y al notar el considerable aumento de su sufrimiento a causa de mis incontrolables sentimientos, me propuse el dejar de frecuentarle, incluso si eso se asemejaba a la planeación de mi propio suicidio.
Me reuní con ella un día sábado en la mañana. Se escuchaba el pacífico ruido de la pileta expidiendo agua. Expresé por última vez—si el destino así lo quería—lo mucho que le admiraba y amaba, afirmando que de ser posible me hubiese gustado el tenerle sólo para mí. Ver sus mejillas ruborizadas, su expresión perpleja y lo mucho que titubeaba tratando de formular una respuesta, me impulsó a dar un cálido beso en su frente. Luego corrí lejos como un cobarde, aguantando mis inevitables ganas de llorar. De seguro ella jamás entendió qué rayos pasaba conmigo.
La apuesta que idee hacia mí mismo consistía en lo siguiente: si por alguna casualidad improbable de la vida volvía a encontrarme con ella en algún lugar de la ciudad, antes de las 00:00 del día siguiente, no me rendiría a amarle por el resto de mis días. Si en el caso contrario, no volvía a verle ese día, caería rendido ante mis pesadillas, alejándome de ella para siempre.
A las 23:00hrs recibí una llamada de mi mejor amigo. Mi cuerpo pesaba mucho más cuando me puse de pie. Dejé la cama atrás y me encaminé a la puerta. Subí al auto, asegurando el cinturón de seguridad que me brindaba el asiento de copiloto. Él me miró y rio con algo de decepción. Se rio de mí en mi cara pero no me importó. De hecho, sentí más afecto por su persona luego de tal acto insultante. —Guarda tus malditas burlas para otra ocasión—, espeté entre risas de sufrimiento.
Viajamos por toda la ciudad. La información que ocupábamos se encontraba en un café nocturno, al sur, según él. Largo trayecto que terminó exactamente a las 23:53hrs.
Bajamos del auto. Bostecé esperando a que él sacase algunos documentos de un bolso, fuera del café. Música Jazz se escuchaba desde la entrada. 23:55hrs ingresamos a la estructura y bajamos las escaleras dando a la entrada principal del café, donde se visualizaban las mesas principales llenas de clientes habituales mediante el cristal de la última puerta. Suspiré con algo de decepción, analizando los números sobre la pantalla de mi celular. 23:56hrs. Tan poco tiempo…
Mi amigo abrió la puerta y yo quedé sin habla. Deje este mundo por un instante y reviví en un mar de emociones lastimosas, fervientes, felices.
Mis oídos fueron cautivados por una voz melodiosa, perfecta, increíble. Mis ojos persiguieron los labios de la chica cantando sobre el escenario, rodeada de tenues luces que resaltaban el rubor de sus mejillas expresivas. 23:58hrs.
Supe que delante de ella yo no tenía otro papel más importante que el de un bicho insignificante. Sin duda, el amor de mi vida se encontraba resguardado en ese delicado cuerpo, en esa mente brillante, en esa personalidad terca e imposible. La amaba, nadie podía cambiar ese hecho, ni yo mismo.
Rendido ante su expresión de superioridad perdí la noción del tiempo esa noche. Y algunas lágrimas se escaparon de mis ojos. Mi diosa me sonreía con alegría… una sonrisa que me pertenecía a mí y sólo a mí. Nadie puede imaginarse la felicidad que sentí al sentirme querido por ella. Por ella, por ella… mi ángel.
¿Cómo pude siquiera pensar en dejar de amarte si tu presencia en mi vida es lo único que puede salvarme de las tinieblas apretando mi herido corazón?
Pues eso. Saludos~ Espero les guste, no sé, algo, equis dé