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La vida de un monje es algo tan calmada hasta que llego ese día...
Caminaba tranquilo por las calles, en un estado de relajación y contacto con la naturaleza.Decidí subirme a un bus, conocer las calles y luego regresar a mi templo a seguir con la meditación.
Me quede dormido hasta llegar a la playa, quede totalmente sorprendido por el maravilloso resplandor del sol y la arena tan blanca.
Me saque los zapatos, me senté, cruce mis brazos y cerré los ojos. Al pasar las horas, sentí como si las personas me estuvieran mirando y no me equivoque. Habían muchas a mí al rededor contemplando mi postura de meditación. Entonces, empecé a hacer señas para que ellos me siguieran, traten de relajarse y puedan conectar con la naturaleza.
De la nada escucho, una persona decir que era de buena suerte frotar la cabeza de un monje porque eran muy raro verlos por las calles.
Todos voltearon a mirarme como buitres asechando a su presa, corrí y corrí. No sabía donde esconderme porque no conocía el lugar. Desde lo lejos pude visualizar esos baños portátiles y me metí ahí.No se cuanto tiempo había pasado pero creo que ya era noche, intente salir pero me quede encerrado.
Solo me quedo sentarme y meditar…