15-05-2020, 04:01 PM
Mi pequeña aportación al concurso de https://www.zendalibros.com/concurso-de-...os-heroes/
Éramos muchas cuando todo esto empezó.
No llegué a conocer a mis padres pero guardo un buen recuerdo del primer hogar en el que estuve. Compartía habitación con otras como yo, nuestra tez era blanca y algunas llevaban un uniforme verde.
Todas éramos muy alegres y vivarachas.
A veces venía gente y nos miraban atentamente hasta que al final escogían a una de nosotras. Las afortunadas iban a ver mundo y descubrir su sino.
Era un día caluroso de marzo cuando nos llamaron a todas y entre aplausos se nos llevaron en diferentes camiones.
Había empezado la contienda.
Una contienda que más tarde haría que sacará todo para lo que había nacido, me daría toda esta resiliencia y paciencia en la que me encuentro ahora.
Iba en un espacio un poco seco y oscuro, estaba con otras dos compañeras. Abrieron las puertas y ante nosotras se alzaba un edificio imponente, Hospital de la Paz se podía leer en la entrada.
Entonces poco sabía de lo que se avecinaba, solo nos dijeron que íbamos a ser la primera línea de defensa contra un enemigo invisible que respondía por el nombre de Covid19.Una vez dentro nos separaron y a mí me llevaron a la recepción del hospital. Me tocó esperar en el mostrador, me dijeron que pronto me asignarían a un paciente. Nerviosa miraba a mí alrededor, toda una espiral de actividad inundaba el lugar, gente que tosía, gente con caras serías, el ambiente se notaba cargado.
Empecé a divagar en cuántas baldosas había en ese lugar cuando apareció el doctor Zubieta, o al menos eso pude leer en su solapa
-¿Está preparada?- Dijo él con voz monótona
-Si, respondió por mi la recepcionista antes de poder articular palabra.
-Bien, póngala con el paciente.. ejem.. perdón con el señor Fernández.
Y ahí estábamos los dos. El señor Fernández resultó ser un hombre de avanzada edad risueño y con un espíritu bromista que se tomaba su situación con cierta tranquilidad. De vez en cuando soltaba algún que otro chiste para amenizar nuestros ratos juntos.
Pasaban los días y cada vez se veía más y más movimiento dentro del hospital. Más personas se agolpaban en los pasillos, en las habitaciones, y como una ola silenciosa empezaron a caer muchas de mis compañeras, ese enemigo invisible había empezado a atacarnos sin que nosotras pudiéramos defendernos.
Pecaría de mentirosa si dijera que está situación no me amilanó ni un poquito pero gracias al señor Fernández se hacía más llevable.
Aún cuando empezamos los dos a empeorar nuestra respiración. Yo daba todo de mi misma, ser una barrera contra Covid 19 alias Coronavirus.
Ayer empecé a deteriorarme enormemente y hoy me cuesta ayudar a mi compañero, el Sr Fernández sigue optimista, de hecho, al contrario que yo, lleva tres días que está mejorando lentamente su salud.
Eso me da fuerzas para seguir luchando. Seguir aguantando, seguir aquí con el ánimo alto.Los aplausos son para mi un triunfo otra persona que ha conseguido vencer está batalla. Son las 3 de la tarde, el doctor Zubieta acaba de darnos una buena noticia, Fernández ha conseguido vencer el mal que le aquejaba. Pronto lo enviaran con su familia.
En su rostro se dibuja una gran sonrisa me quita suavemente de sus orejas y me agradece todo mi esfuerzo por cuidarlo durante todo este periplo.
-Gracias, muchas gracias doctor. Gracias por su esfuerzo y gracias a mi amiga la mascarilla que me ha permitido luchar seguro frente a este mal que nos acontece, dice con lágrimas en los ojos.
Aplausos inundan la Uci, otra persona que ha vencido al Covid.
Como los tercios de Flandes aquí estamos luchando sin descanso para ver otro amanecer más.
He cumplido con mi deber aquí termina mi historia, pero somos imparables y cada día que pasa vamos ganando territorio al enemigo.
Habrá más como yo, mi tela y mis gomas servirán de ejemplo para las nuevas.
Y todas juntas salvaremos las vidas de la gente.
Éramos muchas cuando todo esto empezó.
No llegué a conocer a mis padres pero guardo un buen recuerdo del primer hogar en el que estuve. Compartía habitación con otras como yo, nuestra tez era blanca y algunas llevaban un uniforme verde.
Todas éramos muy alegres y vivarachas.
A veces venía gente y nos miraban atentamente hasta que al final escogían a una de nosotras. Las afortunadas iban a ver mundo y descubrir su sino.
Era un día caluroso de marzo cuando nos llamaron a todas y entre aplausos se nos llevaron en diferentes camiones.
Había empezado la contienda.
Una contienda que más tarde haría que sacará todo para lo que había nacido, me daría toda esta resiliencia y paciencia en la que me encuentro ahora.
Iba en un espacio un poco seco y oscuro, estaba con otras dos compañeras. Abrieron las puertas y ante nosotras se alzaba un edificio imponente, Hospital de la Paz se podía leer en la entrada.
Entonces poco sabía de lo que se avecinaba, solo nos dijeron que íbamos a ser la primera línea de defensa contra un enemigo invisible que respondía por el nombre de Covid19.Una vez dentro nos separaron y a mí me llevaron a la recepción del hospital. Me tocó esperar en el mostrador, me dijeron que pronto me asignarían a un paciente. Nerviosa miraba a mí alrededor, toda una espiral de actividad inundaba el lugar, gente que tosía, gente con caras serías, el ambiente se notaba cargado.
Empecé a divagar en cuántas baldosas había en ese lugar cuando apareció el doctor Zubieta, o al menos eso pude leer en su solapa
-¿Está preparada?- Dijo él con voz monótona
-Si, respondió por mi la recepcionista antes de poder articular palabra.
-Bien, póngala con el paciente.. ejem.. perdón con el señor Fernández.
Y ahí estábamos los dos. El señor Fernández resultó ser un hombre de avanzada edad risueño y con un espíritu bromista que se tomaba su situación con cierta tranquilidad. De vez en cuando soltaba algún que otro chiste para amenizar nuestros ratos juntos.
Pasaban los días y cada vez se veía más y más movimiento dentro del hospital. Más personas se agolpaban en los pasillos, en las habitaciones, y como una ola silenciosa empezaron a caer muchas de mis compañeras, ese enemigo invisible había empezado a atacarnos sin que nosotras pudiéramos defendernos.
Pecaría de mentirosa si dijera que está situación no me amilanó ni un poquito pero gracias al señor Fernández se hacía más llevable.
Aún cuando empezamos los dos a empeorar nuestra respiración. Yo daba todo de mi misma, ser una barrera contra Covid 19 alias Coronavirus.
Ayer empecé a deteriorarme enormemente y hoy me cuesta ayudar a mi compañero, el Sr Fernández sigue optimista, de hecho, al contrario que yo, lleva tres días que está mejorando lentamente su salud.
Eso me da fuerzas para seguir luchando. Seguir aguantando, seguir aquí con el ánimo alto.Los aplausos son para mi un triunfo otra persona que ha conseguido vencer está batalla. Son las 3 de la tarde, el doctor Zubieta acaba de darnos una buena noticia, Fernández ha conseguido vencer el mal que le aquejaba. Pronto lo enviaran con su familia.
En su rostro se dibuja una gran sonrisa me quita suavemente de sus orejas y me agradece todo mi esfuerzo por cuidarlo durante todo este periplo.
-Gracias, muchas gracias doctor. Gracias por su esfuerzo y gracias a mi amiga la mascarilla que me ha permitido luchar seguro frente a este mal que nos acontece, dice con lágrimas en los ojos.
Aplausos inundan la Uci, otra persona que ha vencido al Covid.
Como los tercios de Flandes aquí estamos luchando sin descanso para ver otro amanecer más.
He cumplido con mi deber aquí termina mi historia, pero somos imparables y cada día que pasa vamos ganando territorio al enemigo.
Habrá más como yo, mi tela y mis gomas servirán de ejemplo para las nuevas.
Y todas juntas salvaremos las vidas de la gente.
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