Cae otro suspiro errante sobre mi pecho
dando muerte al comienzo de otra palabra perdida.
Anunciando la amarga certeza de que hay un alma herida;
llorando al frío amor que inmóvil, yace en su lecho.

Llegaste envuelto de sombras y de luz
y arropaste mi esencia en tus extendidas alas.
Llegaste con tu voz oscureciendo las acciones claras.
Llegaste enamorado, con el viento y atado a una cruz.

Eras de Sol, y de silencio de las rocas fieles.
Eras canción de lluvia, y del trébol, libertad luminosa.
Eras valentía del alma y derramada sangre de mariposa.
Eras de canto de lobo y electricidad en las pieles.

Te trajo el viento una vez mas, haciendo caso omiso del transcurrido tiempo,
encendiendo las tersos vestigios de una confesión pasada,
iluminando los anhelos viejos de un alma ya desesperada
volviendo -por fin- hacia mí tus ojos, dedicándome a mí tu aliento.

Habitó entonces en mí una sonrisa incontrolable e inconciente
¡Victoria! Clamaba mi tacto cada que tu presencia me rodeaba.
Cada vez que tu salvaje ternura a mi cuerpo aprisionaba.
Siempre que hacía temblar mi alma tu atrayente mirada ausente.

Pero murió también este explosivo querer herido
¿O yace dormido? Tal vez nunca nació en este mundo terreno.
Existió entre las ánimas y en la eternidad brilló fugitivo.
Sea como fuere, la magia se fue contigo.

Eres la criatura que todos esperan y yo nunca soñé.
Quien estalla tu alma en notas por exquisitos instantes.
Eres la prueba viva de que aún existen caballeros andantes.
Eres la eternidad en un beso y la esperanza que nunca olvidé.