Entre las criaturas mitológicas que poco pudieron hacer para escapar a su destino, destaca el pobre Minotauro de Creta. Antes de nacer él, su madre ofendió considerablemente al poderoso Poseidón, y este como castigo maldijo a su hijo con un carácter poco civilizado y la mala costumbre de devorar humanos sin control alguno. Capturado y encerrado por ello en el laberinto de Creta, el Minotauro desde entonces no hizo más que comerse ordenadamente a los 7 hombres y 7 mujeres que cada año se le enviaban como tributo. Todo podía haber continuado en paz y tranquilidad, de no ser por el díscolo Teseo que, enviado a morir al laberinto, se empeñó en salir de él con vida, llevando de paso consigo la cabeza de la desgraciada bestia. ¿Puede haber historia más injusta?

Medusa
Medusa era una bella jovencita que no hacía daño. Un aciago día, la diosa Atenea, celosa de su belleza, decidió convertir su bonito pelo en serpientes y hacer que su mirada petrificase -literalmente- a todo el que tuviese la mala suerte de ponerse delante. No contenta con eso, más tarde Atenea inspiró a Perseo dirigiendo su mano y ayudándole a cortar la cabeza de Medusa sin mirarla a los ojos. Y según la historia, Atenea es la diosa, Perseo el héroe y Medusa el monstruo. La vida y la mitología son muy injustas.