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Ironías de la vida.
Una mañana normal pasajera y lúgubre viajando, gastando el tiempo en un paraje extraño de la memoria. Estaba sentada en el bus que me llevaba a casa rodeada de personas extrañas y añejas por sus propias vidas.
¿Cuántas experiencias pasan por el bus a diario, cuántas historias sin contar? Depresiones, deseos, hipocresías, hastíos, hartazgos. Entre la gente un rostro redondeado y sonriente apoyado en el respaldar del asiento delante de mí, sus cachetes rozagantes, su sonrisa infantil colocando sus manitos cerca de mías no pude evitar sonreír y pensar que ese niño no me recordará, ni mi rostro, ni mi sonrisa, nada que tenga que ver con un extraño pasajero de un transporte público. Cerré mis ojos y luego miré por la ventanilla a otra parada en la que podrías estar tú pero no estás y eso siempre me ha entristecido desde el día en que te fuiste.
Siempre he tenido la manía de reír cuando todo va mal y acostumbrarme a fingir, no obstante, nadie me conocía como tú, nadie me conoce. El bus podría andar por un sinfín de calles y todo me recordaría a ti, todo me lleva a ti, porque es tu amor lo que siempre ha envuelto mi vida y el que ha cosechado está amargura infinita.
Llego al barrio y camino las mismas cuadras de siempre, las calles familiares que me vieron crecer que no han cambiado a pesar de los años, sólo yo cambié y mi perspectiva de ellas pero los años son más justos con las cosas materiales pero no con las almas. Abro la reja del portón con las llaves familiares y veo la luz del comedor encendida, hace tanto no era así. Me acostumbré a ser la lumbre del hogar y el calor del invierno porque no estabas y ahora, te veo cocinando y mirando en la televisión algún programa cualquiera. Me preguntas cómo estoy y cómo me ha ido en la universidad. ¿Quieres saber de mí? Pero mis respuestas sólo son para ella, nadie podría saber de mí como lo sabe ella.
Preparo el agua para el mate ese que tanto te ha gustado siempre, te sientas junto a mí y te escucho como si fuera un sueño todo lo que me dices e intento tontamente resumir todos estos años de mi vida en una charla para que sepas que no he cambiado y que sigo siendo la misma. Te cuento los motivos de mis actos, la nostalgia, los cambios dejando de lado el dolor y los reproches.
Me pides que peine tu cabello como en el pasado cuando eso resumía los buenos momentos y ahora lo veo desde mí yo adulto, que diferente es tu cabello y que igual al mío con sus quiebres y ondulaciones, con su calidez y su alocada forma de ser. ¿Sabes que te amo no?
El día llega a su fin y te acuestas mientras ordeno mis cosas para el otro día, sé que me llamaras antes que la alarma suene porque eres perfecta en eso y en todo para mí. Entrecierro los ojos y me acuerdo de ti, estás en la otra habitación durmiendo, soñando un sueño sin fin y sé que nada malo podría pasar…
Tic.tac, tic.tac, la alarma suena y no me despiertas, me levanto de la cama buscándote y no estás, hace años que no estás. Caigo en la realidad que deja el despertar de un sueño hermoso, tú ya no vives conmigo. Tú ya no vives, solo lo haces en mí.