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Una historia sin fin, contada con las lagrimas de las palabras y el dolor del alma. Un paisaje encantado por las llamas de la risa, que desean apoderarse de tu cuerpo y transformarlo en cenizas, para así poder esparcirlas por el denso e irrespirable aire.
Tu vida fue congelada por el furor de la humanidad, te apartaste de mi lado sin resistirse, dejando atrás las garras de la existencia y uniéndote en la eterna no muerte, espesaste a destruir todo lo que una ves no entendiste.
por culpa de estos sucesos de violencia mis manos están atadas, lo único que puedo hacer es atravesarte ese corazón que no late, para que tu alma por fin pueda librarse de tan horrible calvario, pero no se donde te encuentras, no lo eh sabido durante años.
mis pasos me guían a través de la penumbra de la noche, las esperanzas han sido desechadas hace mucho, pero tal costumbre no me la puedo quitar y aunque lo trate, finalmente sucumbo bajo sus fauces, y me dejo guiar hacia el opaco interior de tan funesto pasaje. Sin previo aviso alguien salto sobre mi, eres tu o amado mio, quien sostiene mis manos demostrando una cólera infinita, dominada por las lagrimas que no se dejan ver por la inexistente humanidad de tu interior.
Tu mirada quedo fija en mi cuello y el olor de la sangre te obliga a acercar tus labios a él para enterrar tus afilados colmillos y saciar tu apetito infinito, pero algo te detiene, una pequeña cruz colgada por una fina cadena alrededor de tu fuente de alimento. Una pequeña oportunidad se me a dado, y sin demora te logro apartar con todas mis fuerzas.
Tu cuerpo queda tendido sobre el suelo, tan fríos ambos, tan apagados y opacos que mi alma no resiste tal sufrimiento y lo libera en un llanto de desesperación. Me acerco lentamente mientras saco los instrumentos que provocaran tu muerte, siendo esta ves la definitiva.
apoyo la pequeña pero afilada estaca en tu pecho, apuntando al órgano muerto en tu interior. Junto todas mis fuerzas y antes de dar el golpe final, una leve y casi inaudible palabra llega a mis oídos..."gracias" y sin temor entierro tan primitiva arma en tu gélido cuerpo, el cual se convierte en cenizas -después de una lucha ya perdida- y se esparcen por la brisa de la muerte, alegre y complacida, al tenerte por fin entre su colección.
El sol se empieza a asomar poco a poco entre la creación del hombre, mi cuerpo simplemente reacciona ante el dolor y el único pensamiento que existe en mi cabeza, "debo ir con él". Tomo mi fiel cuchillo, util contra los vivos y corrompidos por la humanidad a través de los siglos, y sin mucha consideración mi corto profundamente el cuello, destrozando mi yugular, haciendo que la perdición de tu cordura se esparciera por el suelo.
Mi vida a quedado sumergida en el sueño eterno, entre los brasos de mi ya pacifico compañero, que entre sus manos sostiene la pequeña caja de tan hermoso obsequio: la cruz.]