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Es muy difícil que una persona, conocedora del anime y la animación en general, o que simplemente haya tenido una buena infancia, no conozca alguna película del tan prestigioso y galardonado Estudio Ghibli. Sus cintas mezclaban una fluidez única, música capaz de cavar en los sentimientos e historias inolvidables que hasta hoy son un logo en la cultura no sólo japonesa, sino popular. Sin embargo, quizás hay más en ellas que un mero recuerdo nostálgico que nos hace revivir la fantasía y maravilla de ser un niño. ¿Qué hacen a estas películas tan entretenidas y tan únicas, al punto de que hoy en día siguen siendo de culto?


Miyazaki, un pasmoso director que empezó sus días realizando mangas con un realismo poco visto, precisamente aclara que ese es uno de sus objetivos para realizar sus filmes: el realismo. Obviamente, el Viaje de Chihiro no está basado en una historia real, ni tampoco El Castillo en el Cielo, sin embargo, hablar de realismo en animación va más allá del argumento y de los actores que puedan aparecer. En las historias de Miyazaki existen personajes con una personalidad realista, tienen una personalidad definida y mucho más humana que alguna otra animación. Hay villanos y hay héroes en algunas películas, pero muchos de los ellos tienen pequeños detalles que los hacen no sólo encasillarse como “el caballero blanco que derrota al malvado”; tienen facetas, tienen características únicas y reacciones que varían en cada situación y los hace tridimensionales sin salir de las líneas en 2D, hasta incluso casos donde la ambigüedad hace cuestionar a uno si realmente los ‘malos’ son así.


Y es quizá es eso –detalles- lo que hace que todo gire. “Dios está en los detalles” es una frase conocida dicha por un arquitecto alemán, Miyazaki la traspasa a la animación. El accionar de sus personajes y sus expresiones no son exageradas, y sin embargo, abundan pequeños movimientos o pequeños gestos corporales y faciales que los hacen mostrar muchas más emociones. No hay caras ni ojos enormes, no hay llantos como cataratas y el humor no explota en escenas chibis, y sin embargo, se siente extremadamente familiar al punto que, en mi caso, uno se olvida que ve una película de animación y la siente tan real como de carne y hueso. Miyazaki es un soñador, y traspasa eso a sus cintas y dibujos.


Algunas películas han seguido los ejemplos de Ghibli, y así tenemos joyas como El Jardín de las Palabras (Garden of Words), sin embargo, lamentablemente son casos aparte y excepcionales. No digo que los demás animes estén mal por no seguir esa ruta, hay obras maestras que no utilizan el realismo y optan por una exageración; la comedia, incluso en las películas americanas, hace uso de exagerar situaciones para sacarles toda la comicidad posible. Sin embargo, muchas veces se optan por accionares concretos (“Los destruiré a todos porque soy el maldito villano y no tengo piedad, ódienme”) y personajes planos para hacer avanzar la historia ya que es el camino más fácil.



Lamentablemente (como habrán podido ver) los videos de la entrevista y el análisis sobre su obra están en inglés. Aquel que sepa el idioma los entenderá sin problema, incluso en nivel básico. Aquel que no, son más o menos aquello que he expresado sobre su forma de hacer una película en sus propias palabras.